El espejo enterrado #05, una columna de Daniel Luna
Carlos Fuentes es, esta semana, la otra cara de la moneda en la sociedad y literatura del siglo xx. Su proyección parte de las reglas y de lo convencional para elevar a un plano diferente los personajes y sus acciones. Enlazando la innovación en los recursos que se reservan a la pluma de los pocos autores como él. Lo anterior lo podemos encontrar en escritos que encierran su potencial en un número pequeño y limitado de hojas, las cuales hacen más amena su presentación para el lector.
En Aura (1962) este tema innovador recae en la voz narradora, la cual maneja una rápida lectura entre los hechos que transcurren al momento de leerlos. Su ritmo invita a la reflexión de los acontecimientos y a la lectura externa fuera de los márgenes del libro. Lo anterior se convierte en la elección más adecuada para acompañar el ambiente en casa de Consuelo, viuda de Llorente.
Sin embargo, cabe resaltar a sus personajes los cuales a pesar de ser pocos son tan complejos que basta con mostrar un lado de su rostro para mantenerte enganchado el resto de la historia. Lo suficiente para satisfacer el gusto de cualquiera quien deseé regresar a la novela, pues bastaría más de un intento para comprender el peso de cada letra dentro de la trama. Todo como un hilo que conecta con las siguientes obras del escritor.
Para La muerte de Artemio Cruz (1962), este aire desolado es el motor en la mente de un viejo guerrero expuesto a la muerte cuya única arma es su memoria, misma la cual se resiste a desaparecer sin declarar las imágenes precisas de los años que lleva cargando. El manejo del tiempo es lo que más destaca por su creativo enfoque a lo largo de la vida del protagonista. Moldeando los encuentros entre realidad y la ficción.
De estos encuentros nacen perspectivas únicas de la historia de México, de la violencia que engendra hombres como Artemio Cruz y de los episodios más confusos al interior de un movimiento armado. Por ello la estructura de la novela se vuelve un verdadero conflicto entre el ruido de las balas, internas y extranjeras, y los contrastes en las relaciones familiares de los personajes.
Debido a esto, la novela se presenta compleja y de difícil arranque, con una trina narración cuya fuente es la misma, un lenguaje laberintico lleno de descripciones auténticas de la vida, la muerte y el tiempo presentadas a través de la cultura del mexicano en el trascurso de aquellos años.
Por último, cabe señalar dentro revisión de la literatura de Carlos Fuentes que, dentro de los autores de su generación, él se revela ante los ojos de un nuevo lector como una sorpresa muy agradable. Pues la figura que se construye alrededor de sus historias es, sin lugar a duda, una de las mejores logradas en la gran variedad autores con textos versátiles e impredecibles. Es un gusto comprobar como dentro de su producción se pueden percibir más semejanzas que diferencias y, sobre todo, palpar la visión tan maravillosa que tenía de lo mexicano y su historia.
Carlos Fuentes en su obra Gringo Viejo (1985) aborda una cantidad importante de temas dentro del contexto histórico del mexicano de principios del siglo xx. Los teje con un hilo que conecta tanto esencia como personalidad de dos culturas cercanas y a la vez distintas. Ambas dentro de un entorno violento donde se manifiesta la verdadera naturaleza de las personas y sus anhelos. El detonante es el aparatoso hecho que implicaba tener a un gringo en medio de un conflicto interno mexicano cuando sus realidades eran completamente diferentes.
En esta novela se pinta un retrato íntimo de la revolución mexicana, un poco parecido al de La muerte de Artemio Cruz, pero diferente al de otras novelas de este periodo. Desde la fecha de publicación, la cual es posterior a los sucesos que narra, hasta la perspectiva del protagonista quien pertenece a un contexto extranjero. Gracias a ese contrapunto dentro de la historia se describen los mensajes de identidad y unión presentes en el núcleo del levantamiento manifestados por los encuentros culturales de los personajes.
Con una narración compleja y fascinante, Fuentes construye una hipótesis de sucesos que pudieron haber pasado después de la misteriosa desaparición de un periodista y escritor estadounidense en el México revolucionario. Entre la tierra y la pólvora se encuentra aquella figura de un hombre con más temor a cómo morir que a la muerte en sí. Un momento enigmático bien aprovechado que deja la esperanza de imaginar que cada hoja del libro fue real.
Por lo anterior, una vez más Carlos Fuentes utiliza su pluma para escribir una historia donde se resaltan los valores y la ideología en México. Retoma un espacio blanco y confuso dentro de un periodo tan importante con el objetivo de reconstruir una serie de hechos que desembocan en la apreciación de símbolos y personajes históricos los cuales definen la cultura moderna de nuestro país. Como en todas las obras revisadas este es un método común que dignifica el espíritu de aquellos dioses, culturas antiguas y conflictos que llevamos en la memoria todos los mexicanos.
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