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De las máquinas que emulan a la humanidad | Rozatl a través del tiempo #21

Rozatl a través del tiempo #21, una columna de Stefanía Gómez Angulo


El ser humano ha creado máquinas con varios propósitos, desde optimizar y agilizar los trabajos en las fábricas, hasta para el entretenimiento. Sin embargo, pienso que el objetivo siempre ha sido el mismo: crear una máquina que pueda hacer y parecerse a una persona. Al principio, esta imitación se limitaba a labores mecánicas, y dichos artefactos no parecían un ser vivo. No obstante, conforme ha evolucionado la tecnología, la ambición ha crecido, y ahora se busca crear un ente que pueda hacer todo lo que alguien puede, desde moverse libremente por el espacio, hasta otro aspecto aún más controversial.

El cuerpo de una persona tiene dos tipos de movimientos motrices, los gruesos, que involucran músculos grandes, como caminar; y finos, los cuales involucran músculos más pequeños, como los de las manos. Un ejemplo de movimiento motriz fino es el escribir, lo que además, requiere de una coordinación entre el ojo y la mano. En el siglo XVIII, con la perfección de los autómatas, los relojeros trataron de fabricar máquinas que puedan copiar fielmente los movimientos de los vivos, especialmente los finos. En ese entonces, se usaban engranes y levas para hacer que objetos inanimados pudieran tocar el piano, dibujar, e incluso escribir, respirar y mover sus ojos, para así sorprender al espectador. Pero me doy cuenta de que esta época ha llevado esto a otro nivel.

Ahora, hay autómatas que pueden imitar muchos de los movimientos humanos, desde caminar o bajar escaleras, bailar, inclusive he escuchado que hay peleas de robots, aunque estos artilugios no se parecen anatómicamente a un hombre. También se han creado robots que asemejan movimientos finos, como el movimiento de las manos, hasta las expresiones faciales. Estas maquinarias han ayudado en muchos aspectos a la humanidad; por ejemplo, al perfeccionar movimientos finos robóticos, se pueden fabricar manos artificiales para personas que las necesiten, o poner pequeñas máquinas en órganos para que funcionen correctamente. En el mundo del cine también pueden ser usados estos androides en películas de ciencia ficción. Aun así me pregunto si habrá alguien que use a estas máquinas con movimiento y sin sentimientos para fines siniestros, como el asesinato, o el fraude. He de admitir que estas maquinarias no me sorprenden, más bien me asustan. Pero hay otro aspecto que me atemoriza aún más.

Los mecánicos que crean los artilugios imitadores no se han detenido en el simple movimiento, algunos quieren ir más allá, al fabricar objetos que puedan pensar, razonar por sí solos. Mientras que a los autómatas antes mencionados se les tiene que programar para que cumplan sus funciones, actualmente se busca que las máquinas piensen por sí solas qué movimiento hacer después, o qué palabra le sigue a otra. Claro que lograr esto es muy difícil, pues tengo entendido que antes se deben recopilar muchos datos. Por ejemplo, una máquina que juega ajedrez y que puede formular su propia estrategia, debe haber aprendido antes los muchos movimientos que se pueden hacer en el juego, para así, poder mezclaros. Inclusive hay aparatos que pueden establecer una comunicación con una persona, o escribir pensamientos, combinando los diferentes caracteres y grafemas de un idioma. Aunque me pregunto si realmente son suyos o son una simple reacción a ciertos estímulos, a ciertas palabras, frases u oraciones.

No me sorprende que el ámbito tecnológico quiera alcanzar la perfección natural. A fin de cuentas, me parece un intento más por alcanzar un tipo de eternidad. Tal vez, si logramos hacer máquinas que puedan realizar cada uno de nuestros movimientos, que puedan tener inteligencia, podríamos pasar nuestros pensamientos a ellas y ser inmortales. Quizás, si creamos aparatos lo suficientemente independientes, puedan encargarse de ciertos engorrosos trabajos. Cabe la posibilidad de que, si fabricamos personas inmortales, puedan acompañarnos en nuestra soledad, cuidarnos, escucharnos. Pero, ¿de verdad esto nos ayudaría a la sociedad? Si llegasen a poseer libre albedrío, un raciocinio, ¿no serían capaces de luchar contra nosotros?

Pienso que se debe tener cuidado con el rumbo de estos avances. Por un lado, algunos de estos artefactos son tratados como una novedad y nada más, pero por el otro, estas máquinas son tratadas como una vista hacia un futuro lejano, uno en el que humanos de carne y hueso conviven en armonía con sus contrapartes metálicas. Me parece un poco irónico que, mientras que hay científicos elaborando máquinas que se parezcan más a las personas, hay personas que poco a poco se convierten en máquinas sin libre albedrío que están siendo programadas por las redes sociales y la publicidad digital. Considero que vale la pena razonar qué es lo que nos hace realmente humanos, ¿es el cuerpo biológico, nuestros pensamientos o nuestros sentimientos? Porque entonces, ¿qué nos diferenciaría de ellos si pueden tener pensamientos, o sentimientos?