El espejo enterrado #08, una columna de Daniel Luna
Hablar de Rosario Castellanos es una tarea difícil cuando se desea destacar un elemento de su producción pues todo lo que pasó por su pluma es una obra bien considerada como material de estudio para profundas reflexiones. Sin pretender desarrollar un análisis exhaustivo, el texto de esta semana es un intento de esbozar un comentario sincero y abierto sobre una de sus novelas. Con este objetivo en mente inicia esta revisión biográfica de una de las mentes más brillantes de México durante la segunda mitad del siglo xx.
Rosario Castellanos nació en la Ciudad de México el 25 de mayo de 1925, y gracias a la fuerza natural de su voz, su figura se consagra como una de las representantes más significativas de la literatura en México y Latinoamérica. Su obra abarcó prácticamente todos los géneros dejando aportaciones impresionantes en la poesía, ensayo, teatro y prosa. Su infancia y adolescencia transcurrieron en Comitán, Chiapas, hecho que marcó profundamente su vida y arte como se describe en los párrafos siguientes.
Estudió la licenciatura y maestría en Filosofía y Letras en la Universidad Nacional Autónoma de México y estudios de posgrado en la Universidad de Madrid. Profesionalmente se desenvolvió como profesora en varias instituciones educativas de México y el extranjero colaborando a la par con periódicos nacionales como Excélsior. También es considerada uno de los iconos más relevantes del feminismo latinoamericano desde su época hasta la actualidad.
Su bibliografía obtuvo varios premios transcendentales como el reconocimiento Carlos Trouyet para el año 1967 y el Elías Sourasky de Letras en 1972. De entre sus libros premiados se encuentra su trilogía indigenista empezando por Balún Canán con el Premio Chiapas en 1958, Ciudad Real por el Xavier Villaurrutia en 1961 y, finalmente, Oficio de Tinieblas celebrada con el Sor Juana Inés de la Cruz en 1962. Rosario Castellanos falleció en Tel Aviv, Israel el 7 de agosto de 1974.
De la lista anterior, Oficio de Tinieblas es la novela media de esta serie la cual resalta por ser una obra maestra de la narrativa latinoamericana, inspirada en el levantamiento de los chamulas de 1867 a 1870 en San Cristóbal, Chiapas, hecho que culminó con la crucifixión de un miembro de esta comunidad al proclamarlo como el Cristo indígena. Con la ayuda de la ficción Rosario Castellanos recrea esta historia desde los ojos de sus protagonistas para entender las circunstancias que llevaron al pueblo a tal acontecimiento.
Además, al situar esta historia en un México más cercano a la época de su producción, el país de la reforma agraria de Lázaro Cárdenas, se concreta la intención de evidenciar la crudeza de la opresión del mundo indígena a través del menosprecio de su cultura y el despojo de sus tierras bajo el avance de los “blancos ladinos”. Una realidad intransigente que se alimenta del suspenso en cada hoja hasta llegar al cierre de los acontecimientos.
Con la ayuda de la visión crítica que caracteriza a la mente de Castellanos se describe un enfrentamiento de cosmogonías el cual repercute en el sincretismo de las dos culturas expuestas. Gracias a la poética se narra el origen del orden social del valle de Chamula, sinécdoque del mundo indígena sometido por la imposición de un castigo divino. Por lo tanto, Oficio de Tinieblas se convierte en un mecanismo de representación de la realidad contemporánea del México sumiso por el sistema colonial que sobrevivió al derrumbamiento de la Nueva España.
Aquel México negado por quienes desconocen la esencia nativa que los conforma se reproduce en las historias como esta en donde la naturaleza de las comunidades originarias no tiene más opción que abrirse paso a través del sacrificio para ser reconocida. Esta construcción metafórica presente en la novela convoca a la reflexión de la lucha permanente de estos grupos siguiendo la edificación de una historia tanto mítica como realista de un conflicto social.
La construcción de este mensaje se transmite por debajo de una narración bien nutrida de elementos teológicos explicados en la labor de una mente que conoce y ha experimentado ambas realidades. La figura de Rosario Castellanos es el sincretismo con el que comienza su novela pues ella suma su preparación académica con sus experiencias personales y sagradas. Un producto maravilloso que sobrevive en estos y otros escritos el cual se alimenta de la empatía y el desarrollo humano que hoy en día es mejor recibido.
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