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Atardeceres post-emo: Ribbon Fix | Miscelánea WAV #15

Miscelánea WAV #15, una columna de Enrique Chávez


Un género al que no le he seguido mucho el paso si hablamos de música “contemporánea” probablemente sería el emo. Ya se la saben, no nos estamos metiendo a la figura física del emo donde predominan las poleras dark y las cadenas con pinchos atadas al cuello, sino a esa ramificación del hardcore que gestó su propia visión del género por aquellos últimos años de los 90s y principios del nuevo milenio. Si pudiéramos comparar cómo se vería un “emo-guy” desde esta vertiente más sincera del arquetipo en comparación con los compas darks que escuchaban a My Chemical Romance o Simple Plan, un emo podría parecer más un nerd de suéteres y tenis bien pinche deprimido-reflexivo. Pero bueno, aquí no somos residentes de la moda ni nada por el estilo y tan sólo venimos a hablar de música.

Eso sí, puedo jactarme de conocer una que otra banda que descienda de los códigos más elementales del emo en sus primeros años. Al principio escribí que no le he seguido mucho el paso al género actualmente, pero es que me parece que ya muy pocas bandas están ligadas a esa aura enteramente emo de nostalgias eufóricas y gritos a la deriva. Podríamos confirmar que algunos sucesores dignos de este mood probablemente serían géneros como el post-rock, el ambient o uno que otro género más neo-digital; sin embargo, el emo tiene su propia cadencia que se identifica de forma casi inmediata a partir de situaciones lentas, precisas y cotidianas.

También hay varias situaciones un tanto extrañas en cuanto a este género porque nos resulta un poquito impredecible para encasillarlo en tal o cual aspecto. Prevalece ese gusto por los gritos y las arritmias ocasionales oriundas del hardcore, pero no llegamos a ese descontrol histriónico que tanto caracteriza estos malviajes. Por el contrario, el emo nutre su propia imagen a partir de una detonación paulatina que retoma algunas emociones como la tristeza profética, la sensibilidad y la intimidad diaria. Mezclar este tipo de acción deprimente con varios madrazos de fuerza contenida siempre va a dar como resultado un sonido acogedor, pero a la vez repleto de situaciones dinámicas e incluso delirantes.

A mi gusto, el modelo sónico que mejor describe cómo puede (o debería) armarse una buena banda del emo de antaño sería Ribbon Fix. No sé qué tienen, pero su música atrae lo mejor de los horizontes del género: instrumentos impacientes que se activan de forma inesperada y después regresan a una quietud tangible, voces fatídicas o estrechamente dulces y una comunión general que desprende momentos de caos o depresión aguda. Si yo fuera profesor de historia de la música (ya contrátenme, no sean culos) y tuviera que hablar sobre el crecimiento de la música independiente-noventera, sin dudarlo pondría a Ribbon Fix en primera fila; su sonido es tan personal y único que muy pocas veces encontramos bandas así de entrañables y maduras en las entrañas del emo.

Ribbon Fix, proyecto de San Francisco, California, integrado por Mark Rodgers, Andi Camp, Mike Rodgers y Brian Gathy que sólo duró de 1996 a 1998, es una banda con la que he estado muy familiarizado por estos días y ya tenía muchas ganas de escribirles algo sobre ellos. Lo más justo para mí sería que pudieran chutarse su breve discografía para conocer de primera mano cómo es el trip de estos californianos, pero qué más da, vamos a intentar hacerles justicia. Con sólo dos álbumes de estudio, The Gathy Years[1] (1997) y Camp Fire Dares The Sun[2] (1998) (además de algunos sencillos esporádicos que andan por ahí), Ribbon Fix es una banda sumamente empática por diversos aspectos técnicos e imaginativos que rozan la candidez más furtiva o la demencia más pausada. Yo incluso diría que parte fundamental de la estética de Ribbon Fix es la lucha de contrapuntos, pero allá vamos.

No sabría cómo describirlo, pero Ribbon Fix construye diversos caminos a partir de una unidad sonora y temática basada en la contemplación. Camp Fire Dares The Sun me parece el mejor ejemplo para adentrarnos a cómo la banda desarrolla un universo de atardeceres, domingos molestos, cigarrillos vacíos, olvidos enfermizos y susurros amorosos desde una distorsión sutil, pero enternecedora. Desde su primera rola, Wolfe Parkinson White, el álbum da varios giros inesperados, pero jamás se desconecta de ese sentimiento de atracción endeble. De aquí, Sunset In Reverse, Laramie Street, One Last Cigarette, Pssst… y Nine Lives son joyitas bien hermosas para darle al emo más esplendoroso y magnífico. Si nunca se han bajoneado escuchando emo, estas dos últimas rolas están buenas para llorar sin temor ni vergüenza.

The Gathy Years es un álbum que me gusta poco menos porque va a medio camino del sonido de la banda. Dejando de lado la calidad de producción y esos desmadres más auditivos, el álbum comienza con un detonante, sí, emo, pero todavía posee ese sentido de “probar” con diferentes propuestas antes de llegar al verdadero estilo de Ribbon Fix. A pesar de esto, Tearjerker, la última rola del álbum, para mí ya es el gran avance hacia el Camp Fire Dares The Sun. Se escucha muchísimo a que debió estar incluida para ese álbum, sobre todo por el bajo y las voces de Mark y Andi.

Hablando de eso, las voces de Ribbon Fix son una cosa extremadamente deliciosa, pero afligida. Mark y Andi se las arreglan para turnarse interminablemente y lograr un ambiente donde se unifiquen la penumbra, el dolor, la soledad y el lamento. Sin importar si son guturales en una faceta proto-screamo o cantos desconsolados llevados a lo etéreo, Ribbon Fix posee una de esas voces y líricas con las que puedes empatizar gracias un carácter simple y muy bien conceptualizado desde el amor y la pérdida.

Buena parte de esta inmersión telúrica en Ribbon Fix se debe a la gracia de cada instrumento. Pasando por bajeos solemnes y cargados de una pasión ligera y culminando en ritmos de batería mucho más acertados o guitarras ágiles o lánguidas, Ribbon Fix se delimita a partir de secuencias que evolucionan desde la experimentación emotiva y los desastres de la focalización y la cercanía sentimental. De esto se trata el verdadero emo: no de una somnolencia camuflajeada de ira o rabia, sino de una melancolía que se expone a partir de los huesos más curtidos y de una experiencia delicada, atractiva y real.

Sinceramente, apreciados amantes del emo post-mediático como yo, espero que puedan escuchar a una de mis bandas favoritas (y más queridas) de estos últimos meses. En verdad que no hay pierde con ellos e incluso hasta te dan ganas de formar tu propia banda emo con estas características. Afortunada o lamentablemente, no tenemos muchas bandas de emo como Ribbon Fix. Tenemos, claro que sí (y por supuesto que las iremos compartiendo en otras entradas primate), pero no tantas como quisiéramos actualmente y no de este calibre. De cualquier forma, los invito a morir lentamente junto a mí cada día, cada noche, mientras nos entregamos a la devoción de una banda increíble, lagrimeante y especial en todos los aspectos. Ahí me cuentan qué tal les fue.


[1] https://www.youtube.com/watch?v=ErF_O1tH5YM
[2] https://www.youtube.com/watch?v=7er80UE6Qt4