Fragmentos de líneas fantasmagóricas #19, una columna de Juan García Hernández
La principal meta del presente texto se basa en meditar sobre el modo en que podemos escribir entorno a las múltiples perspectivas que emergen al momento de aproximarnos con mayor profundidad en las relaciones y conexiones que orbitan alrededor de entidades que generalmente se han caracterizado por su insignificancia, en esta ocasión trazaremos nuestra reflexión a partir de las piedras. No obstante, no cualquier piedra, sino al menos dos en particular, por un lado, visitaremos la obra de Michael Heizer, nombrada como Levitated Mass, y, por otro lado, traeremos a colación algunos rasgos de una piedra siedis ubicada en Stallogargo, Noruega. Conviene señalar que nuestra pregunta rectora puede resumirse así: ¿es posible que una Piedra pueda abrir e impulsar otros mundos? Para responder semejante pregunta, nuestro camino se fracciona en tres momentos. Primero, realizaremos un breve recuento de la obra del artista conceptual norteamericano Michael Heizer, posteriormente expondremos algunas ideas centrales extraídas del artículo de Hugo Reinert, enfatizando las semejanzas y diferencias entre Levitated Mass y la piedra de Stallogargo. Finalmente, evaluaremos hasta qué punto, las piedras que analizamos representan un impulso para imaginar otras maneras de vincularnos con nuestro entorno.
A diferencia de otros artistas conceptuales que tejen sus producciones artísticas en virtud de lo que generalmente se ha denominado como land art, Michael Heizer, hasta cierto punto no ha alcanzado una notoriedad tan amplia como otros artistas tales como Robert Smithson o Robert Morris, entre otros. Sin embargo, este hecho no significa que su obra no sea igual de radical y auténtica que la de sus colegas, incluso podemos atrevernos a decir que pese a las contadas obras que contamos de Heizer, una vez que nos acercamos a ellas con suficiente seriedad, asistimos a una experiencia totalmente inédita y singular. Por eso, gran parte de los teóricos del arte, lo ubican como uno de uno de los fundadores y practicantes más prominentes del movimiento land art desde la década de 1960, desafiando al mundo del arte a escapar de los confines de la galería y habitar la naturaleza misma, e incitando a los espectadores a experimentar el arte a una escala sobrehumana.
La semblanza de Heizer es interesante, dado que es hijo de Robert Heizer, un arqueólogo influyente en el siglo XX, por sus investigaciones y descubrimientos en relación a culturas de Mesoamérica, tales como la cultura olmeca, o las culturas originarias de California y Nevada. Heizer estuvo expuesto a numerosas influencias durante su juventud que más tarde darían forma a su arte, no solo el trabajo de campo antropológico de su padre, que lo llevó a las zonas rurales de California, Nevada, Perú y Bolivia, sino también el trabajo de su abuelo materno, Olaf P. Jenkins, que era geólogo. Heizer asistió brevemente al Instituto de Arte de San Francisco de 1963-64, pero se mudó a Nueva York en 1966, donde estuvo en contacto con varios artistas prominentes de la época, incluidos Carl Andre, Dan Flavin, Walter De Maria, Tony Smith y Frank Stella. [1]
Su obra se ha caracterizado generalmente como un intento por trabajar con una enorme cantidad de recursos y materiales, que tienen por finalidad dar cabida a la generación de lo que se ha nombrado esculturas negativas, por ahora no vamos a detenernos en la definición de estas, pero a grandes rasgos, implican la organización de volúmenes negativos, determinados por la capacidad de relacionarse con el mundo natural a partir de la ausencia y los “vacíos” inherentes al paisaje y la tierra. Su obra más reconocida es Double Negative, realizada entre 1969 y 1970 en Nevada, en dicha obra Heizer, trabaja sobre el terreno desplazando con enormes maquinarias cerca de 2400000 toneladas de tierra, con el fin de vaciar dos fosas gigantes de paredes irregulares con una longitud de 450 m y 15 m de profundidad, además de 9 m de altura. Y tal como nos indica Guasch:
Concebida como negación de la forma tridimensional positiva propia de la escultura, Double Negative presenta un espacio vacio en forma de cruz en el que el desplazamiento del material, es decir, las fuerzas del hombre se suman a las de la naturaleza en una línea de pensamiento cercana al contraculturalismo de la New Left: En el desierto encuentro el espacio virgen y lleno de paz, aquel que los artistas se esfuerzan en situar en sus obras. [2]
Probablemente, detenernos en la producción artística de Heizer, puede llevarnos por caminos altamente reveladores, aunque por esta vez, únicamente nos centraremos en uno de sus más recientes trabajos y que obtuvo un impacto mediático insospechado, nos referimos al proyecto de Levitated Mass. Consiste en una instalación monumental al aire libre instalada en el Museo (LACMA) y se constituye por una ranura de concreto de 456 pies de largo construida en el campus de LACMA, sobre la cual se encuentra un megalito de granito de 340 toneladas. A medida que los visitantes entran en la ranura, desciende gradualmente a quince pies de profundidad, corriendo por debajo de la roca en una cámara central abierta antes de ascender de nuevo. En la descripción de la obra el propio sitio del museo nos advierte:
Debido a su tamaño masivo, la roca requirió un proceso de transporte complejo y revisado a fondo desde su cantera hasta el museo, una distancia de aproximadamente 105 millas. Su transporte tuvo lugar en el transcurso de aproximadamente once noches que comenzaron el 28 de febrero de 2012. El transportista que transportaba la roca viajó en una ruta especialmente designada, que cubría cuatro condados (Riverside, San Bernardino, Orange y Los Ángeles) y veintidós ciudades, con movimientos que ocurrían solo por la noche. Con 340 toneladas, la roca fue uno de los megalitos más grandes movidos desde la antigüedad.[3]
Tal como apunta la advertencia precedente, el traslado de la piedra fue toda una hazaña ya no solo de ingeniería, sino también de áreas que a primera instancia nada tendrían que ver con el arte, como las áreas administrativas de cada ciudad, la organización policial que acompaño el camión que trasladaba dicha roca, sin contar a todas las personas involucradas en el proceso de traslado, seguimiento y de control a lo largo de las once noches. Para atender el proceso de lo que implicó la obra de Heizer, vale la pena acercarse al documental dirigido por Doug Pray en 2013. [4]
Asimismo el documental deja ver que el ensamblaje de la obra implica la continuidad de una visión emprendida por Heizer desde el año de 1969, pero que en el transcurso de las décadas no había podido consumarse, justamente por las enormes implicaciones y recursos que estaban en juego, de esta manera, resulta pertinente reconocer en aquella obra una extensión sobre los modos en que se mezclan varias temporalidades, desde la temporalidad humana, hasta la temporalidad de escala geológica, pues la generación de la roca rebasa los millones de años. Además del tiempo, podemos apreciar las incontables prácticas que atraviesan la obra para poderla llevar a cabo, tales prácticas, recorren como hemos dicho la ingeniería, las cosmovisiones de las culturas originarias, pero también el pensamiento moderno en tanto que se sirve del cálculo y la organización del espacio para crear los volúmenes negativos que, para Heizer, implican una experiencia estética vital.
Ahora, me interesa llamar la atención sobre otra roca célebre, que de algún modo antecede a la fama de la roca de Heizer, esta roca proviene de un lugar frío ubicado en la pequeña ciudad de Stallogargo en Noruega, y este ha sido descrito como: “El sitio de sacrificio, es un afloramiento de roca natural con un aspecto alto y puntiagudo. Fue siquiera como símbolo de un dios del pueblo sami. Solían sacrificarse en este lugar para una buena caza y una pesca especialmente buena. Junto con los otros rituales antiguos. Los regalos sacrificados se colocaron en una grieta natural en el lado de la roca a unos metros por debajo del propio Stallogargo.”.[6] La principal razón por la que me interesa comparar ambas rocas, tiene que ver con las implicaciones que se derivan respecto a los modos en que ambas asumen un rol, una especie de agencia que en cierta medida tiene implicaciones en los seres que las circundan. En el caso de la roca de Heizer, seguramente las relaciones que aparecen al pararse debajo de la roca son completamente distintas a los vínculos que los habitantes de Noruega han establecido con la roca sacrificial de Stallogargo, incluso en la propia función, el sentido divino aparece con mayor peso en la segunda. Para complementar nuestro somero análisis sobre esta última roca, destacaremos algunos pasajes del artículo: “About a Stone: Some notes on geologic conviviality”, allí el autor nos señala:
Los relatos de las interacciones cotidianas analizan así a los sieidi menos como entidades “sobrenaturales” que como una especie de vecino no humano: seres geológicos, enredados en las mismas redes de tránsito, contacto, interacción e intercambio que los humanos, redes de relación que constituyen la tundra misma como una política más que humana, un espacio compartido o de convivencia definido por un ethos de coexistencia pragmática. [7]
Me parece relevante subrayar que la investigación de Reinert, busca poner sobre la mesa el modo en que las interacciones con aquella piedra, no atraviesan una dirección unilateral, sino que yacen entrelazadas por varias redes donde las distintas especies generan un espacio compartido, de con-vivencia, y por especies nos referimos no solo a los seres humanos, también a los animales, sean los peces cerca del mar, o los organismos unicelulares como bacterias que no vemos, pero que seguro también forman parte de la Roca. Otro punto para destacar tiene que ver justamente con la connotación sagrada del lugar, no se trata únicamente de un lugar ceremonial, sino que además aquella piedra conserva un espacio donde se transgreden las escalas de tiempo humano, creando tras de sí un eco que presagia el futuro y arrastra el pasado. Pero, avancemos en nuestra meditación, y preguntémonos por la existencia misma de la piedra, si operamos desde el pensamiento heideggeriano, tal como escribe en Conceptos fundamentales de la metafísica: “las piedra carecen de mundo”, a efectos de nuestro objetivo habrá que dudar de tal proposición para dar paso a la especulación por otros modos de ser de la piedra, se trataría de una especie de ontogeología, para dar cuenta de tal inusual propuesta, el siguiente extracto me parece bastante claro:
Su modo de existencia, aquí, se describe fácilmente: marcadores del pasado, protegidos por codificaciones humanas de derecho y tradición. Paralelamente a esto, sin embargo, las piedras también poseen otros modos de existencia sumergidos, entre los que se encuentra el que he descrito aquí, que opera a través de responsabilidades (y relaciones) específicas e individuales a través de reinos, entre seres biológicos y geológicos. ¿Hay un espacio para que surjan estas relaciones, para que la piedra juegue un papel, para entrar en la política como algo así como un sujeto vulnerable? […]
Considere la piedra Stallogargo. Incluso en una primera pasada, la tradición que describí anteriormente presenta tres modos de acceso, tres formas en que podría involucrarme y llegar a conocer el sieidi, incluso desde una posición de exterioridad inicial. La piedra podría hablarme en sueños, como lo hizo con el ingeniero. Podría hacer una ofrenda a la piedra, un acto de sacrificio como un movimiento inicial, estableciendo una relación donde antes no había ninguna. Después de eso, también podría desplegar una modalidad particular de interpretación, como una forma de leer el tiempo y la causalidad a través del hilo de una agencia oculta, conectando lo que de otra manera no estaría conectado. Las tres son técnicas de relación, involucradas en la obtención de conocimientos particulares, no tanto de la piedra como con ella. [8]
Aquellas técnicas de relación que nos sugiere el autor implican el reconocimiento de varias agencias, humanas y no humanas, ya no como meras entidades objetuales y calculables, sino ahora son apreciadas como seres que también acompañan, y tal acompañamiento se manifiesta de múltiples formas, en un sueño, en deseos, ofrendas, interpretaciones, presagios, y todas estas yacen entretejidas por una causalidad bastante extraña que escapa al cálculo y la racionalidad. Muestra de ello y tal como recoge el autor, pasar de largo aquella roca sin saludarla, es indicio de mal presagio. Por último, me gustaría recoger cierto modo de ser de la piedra como “marcadores del pasado”, a lo que podría agregar que tales marcadores son como un vestigio, una huella en el transcurso del tiempo y que tras su paso deja un rastro de acontecimientos, los cuales apenas son discernibles y si se llegan a reconocer, las texturas que los visibilizan son tan mundanas que apenas apreciamos la danza invisible que las constituyen.
Para cerrar con este texto, conviene preguntarnos por las huellas que dejan obras como las de Michael Heizer, en tanto que justamente dan pie a la apertura de múltiples modos de existencia, y de perspectivas que no caben en una sola descripción, prueba de tales perspectivas, las podemos encontrar en los testimonios de los ciudadanos norteamericanos al observar la enorme maquinaria que pasaba delante de sus casas para transportar una roca de 340 toneladas, tal vez las experiencias de nuestro siglo XXI, ahora son registradas a través de fotografías, vídeos, y a su vez compartidas en redes sociales, quizá sean tales acciones las prácticas ceremoniales de nuestro tiempo, o sean un signo del abandono de tales prácticas.
Sirva el presente texto como una tentativa de advertir que la aproximación a las piedras en función del peso de una racionalidad moderna que define a estas entidades como meros objetos insignificantes, o como conjuntos de materialidad inerte, tiene como consecuencia favorecer a la construcción y circulación de miradas que invisibilizan la vitalidad y las interconexiones que orbitan alrededor de nuestro mundo. Se trata, de poner en marcha vínculos más profundos con las entidades que nos circundan, se trata de reconocer aquella red de interconexiones que no tienen un centro ni un final. A partir de lo anterior, podemos comprobar que el asunto al que pretendíamos llegar arroja una sola señal, a saber, las categorías que permiten hacer sensible nuestra realidad no están grabadas en piedra, y aunque parecieran que las categorías se han vuelto piedras imposibles de mover, en esa imposibilidad se abre la vía para que las artes, humanidades y ciencias logren organizar el espacio y dar cabida a la apertura, una apertura esencial donde con-viven, multiplicidad de mundos y seres.
Referencias
- Guasch, A. M. (2002). El arte último del siglo XX. . Madrid: Alianza.
- LACMA. (2012). Levitated Mass. Obtenido de https://www.lacma.org/press/levitated-mass
- Megalithic. (15 de Noviembre de 2007). Sitio de sacrificio de Stallogargo. Obtenido de The Mobile Megalithic Portal: https://m.megalithic.co.uk/article.php?sid=17959
- Reinert, H. (2016). About a Stone: Some notes on geologic conviviality. Environmental Humanities, 95-117.
[1] Véase, http://doublenegative.tarasen.net/heizer
[2] (Guasch, 2002, pág. 64)
[3] (LACMA, 2012)
[4] Aquí el tráiler del documental: https://www.imdb.com/title/tt2992220/?ref_=vp_vi_tt
[5] Imagen recuperada de: https://www.nytimes.com/2014/11/14/movies/levitated-mass-chronicles-a-boulders-trip-to-los-angeles.html
[6] (Megalithic, 2007)
[7] (Reinert, 2016, pág. 100)
[8] Ibidem, págs. 110-111.
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