El espejo enterrado #20, una columna de Daniel Luna
Nellie Campobello Morton nació el 7 de noviembre de 1900, en Villa Ocampo, Durango, y como contemporánea de los años de mayor cambio en México, su obra es un ejemplo dinámico de la crisis histórica en la primera mitad del siglo xx. Por lo tanto, su figura parte de los movimientos sociales relatados desde el interior lo cual permite enriquecer la perspectiva única con la que se suele contar los sucesos de esta naturaleza.
El ejemplo de lo anterior es la antología de cuentos breves Cartucho: relatos de lucha en el Norte de México, un texto referente de la tradición literaria de guerra publicado en 1931. Cartucho, contiene una colección de 56 pequeños relatos que construyen un punto focal a partir de un espacio de enunciación ubicado en la casa de la Segunda del Rayo de la ciudad de Parral, Chihuahua.
Este espacio es el epicentro en donde van a confluir los actos y las voces de los testigos o sobrevivientes de la lucha villista entre 1913 y 1918. La voz narradora en medio de esto conflictos es una niña quien relata inocentemente entre risas y juegos, las tragedias de la Revolución. La construcción del testigo ideal se divide entre la percepción sencilla de los eventos y las implicaciones de sus crueles consecuencias.
Visto de esta forma, el testimonio y el lenguaje que cuentan los acontecimientos en esta época llena de conflictos internos, desigualdad social, miseria y muerte se confunden con los de la autora, pues cronológicamente es ella quien a corta edad observa todos estos cuentos en vida y decide inmortalizarnos en papel a través de su pluma. Gracias a esas decisión se forma un punto alterno en la diégesis histórica usualmente contada.
Desde lo más general, esta aportación proporciona una riqueza histórica innegable debido a que las estampas en sus páginas conservan momentos únicos e imposibles de encontrar de otra manera. Narrar es una necesidad humana, de ella se desprende un cumulo de emociones vitales para fortalecer la literatura con los rasgos propios de sus protagonistas. No obstante, estos actores principales no son los héroes al frente de las trincheras o los portadores de los grandes ideales, ellos son la gente atrapada entre las balas del momento. Dichos encuentros potencian la parte viva de la historia, los pequeños relatos cotidianos que dan a forma a un siglo y se quedan marcados en la memoria oral de sus testigos. Un factor que fortalece la pertinencia social de esta obra.
Por otro lado, en lo particular, Nelly Campobello ofrece sus lectores un prólogo maravilloso para adentrarse en la lectura de la revolución. Antecedente que invita y atrae a cualquiera a continuar con conociendo estos acontecimientos que pueden ser entendidos a profundidad desde la diciplina artística, pues su rastro cubrió un sin número de áreas. Con la ayuda de la brevedad, los cuentos apuntan directamente a un formato biográfico para promover el mensaje principal a sus lectores sin importar su experiencia o interés.
Finalmente, la intención de la obra es disparar cada cuento directo al imaginario de la lucha del pueblo. Un macro relato que todos los mexicanos conocen a través del discurso oficial por lo que es sorprendente ser testigo de todas las versiones perdidas entre la pólvora y la tierra. Gracias a la crónica de Campobello, se extiende una magnifica reflexión en donde se demuestra que las personas son los motores de los grandes cambios, y que la historia es una construcción cotidiana que todos tienen en sus manos.
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