F es de Fantástico #34, una columna de J. R. Spinoza
Conozco a Arturo Olvera desde que tengo memoria. Era mi vecino y por algunos años, fuimos compañeros de escuela. En todo ese tiempo, sólo recuerdo ir al cine con él una vez. Era 2005 y se estrenaba el Episodio III, la que prometía ser la última película de Star Wars. Como fanáticos, no podíamos perdernosla
Recuerdo con nitidez la emoción previa, cuando la sala se iluminó por primera vez y Anakin soltó, con esa mezcla de desdén y orgullo, su icónica frase: “Aquí es donde la diversión comienza”. Aquellas palabras anunciaban la apoteosis de la película y, con los años, se han convertido en un meme que circula dentro y fuera de los grupos de fans.
Rumbo a la mitad de la cinta, Obi-Wan Kenobi se alzó frente al temible General Grievous, un personaje cuya sola mención había desatado expectativas desbordadas. En los cortos de Genndy Tartakovsky ya lo habíamos visto enfrentarse simultáneamente a varios Jedi y asesinarlos sin piedad, y todos íbamos en vilo por ver cómo luciría ese combate en la gran pantalla. Cuando los cuatro sables de luz de Grievous empezaron a girar con furia mecánica y las chispas comenzaron a saltar, supimos que estábamos ante una secuencia revolucionaria. Otro meme conocido nos regaló la cinta, retomando el “Hello there” de Sir Alec Guiness y volviéndolo sello del personaje., Ewan McGregor sin duda el mejor actor de las precuelas, equivalente a lo que fue Harrison Ford en la trilogía original. Para quienes no sepan, me refiero al meme en el que un personaje dice “Hello there” y, en la siguiente viñeta, otro personaje responde: “Genereal Kenobi”.
Luego vino la Orden 66, cuando el murmullo nervioso se tornó un silencio impactante, como si cada latido de la sala se hubiera detenido. Y la épica confrontación final entre Anakin y Obi-Wan en Mustafar… El choque de ideales, las chispas de los sables reflejando la traición, y el desgarro de dos hermanos Jedi fue, sin duda, uno de los momentos más poderosos que he visto en pantalla grande.
Cuando salió en DVD, mi madre me lo regaló y me instalé en el sillón tantas veces que, al cabo de unas cuantas semanas, el disco dejó de funcionar. Esa obsesión repetitiva: pausar, adelantar, repetir el duelo final; cada caída de Anakin, cada mirada de dolor de Obi-Wan.
Ahora, en 2025, al reestrenarse en cines de todo el mundo para conmemorar sus veinte años, el rugido de los fans millennial volvió a escucharse fuerte. Ver de nuevo esa respiración ominosa de Darth Vader, experimentar la traición de la Orden 66 en formato 4DX, con los asientos vibrando al unísono, nos recordó por qué Episode III marcó nuestra infancia. El reestreno recaudó más de 42 millones de dólares globales en su primer fin de semana, demostrando que esta generación aún guarda un lugar especial para la caída y redención de Anakin Skywalker.
Veinte años después, Regreso a Mustafar no es solo un viaje de nostalgia: es la confirmación de que, para muchos, aquella película selló una pasión que va más allá de los efectos y las batallas. Forjó amistades (como la mía con Arturo), animó debates generacionales y nos impulsó a explorar más del universo —cómics, series animadas y novelas— que hoy seguimos celebrando.
Al apagar las luces de la sala esta vez, comprendí que Mustafar sigue ardiendo en nuestra memoria, y que cada chispa láser sigue encendiendo la misma llama de asombro y afecto que nos llevó al cine en 2005.
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