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Astillas de lenguaje en la era digital | Fragmentos de líneas fantasmagóricas #02

Fragmentos de líneas fantasmagóricas #02, una columna de Juan García Hernández


A continuación, nuestro principal objetivo descansa en reflexionar sobre el lenguaje en la era digital, en particular, sobre el posible valor literario que puede tener un código informático, para ello trataremos de perseguir la interrogante siguiente; ¿qué diferencia hay entre un “lenguaje de computadora” y el lenguaje literario? Para acercarnos a una tentativa respuesta, fijaremos nuestra atención en tres aspectos; el sentido lógico del lenguaje computacional, los avances técnicos en la escritura y por último compartiremos un par de ejemplos sobre el modo en que el código puede servir como material para la constitución de una estructura poética.

Tal como hemos aprendido a lo largo de nuestras conversaciones, el lenguaje hablado puede despertar y animar realidades que probablemente no serían tan singulares si aquello enunciado hubiera sido escrito en un papel o en una pantalla, es decir, no es lo mismo escuchar un “tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje” en un bar mientras te acompaña un colega con algunas cervezas encima, a leerlo a solas en una noche matizada por la orgullosa necesidad de estudiar la poesía romántica de Enrique González Martínez. Una de las principales razones por la que podemos explicar tal diferencia emerge del carácter ambiguo del lenguaje, pues en el primer caso, aquella frase probablemente me despertó una serie de percepciones inesperadas en función del proceso de comunicación que estaba en juego, en cambio al leerlo en la página lejos de cualquier otra interacción, quizá no me provocó alguna impresión, salvo la obligación de aspirar a una cierta meditación sobre la frase.

De cualquier modo, ambas experiencias registran el importante rol que tiene la ambigüedad al momento de identificar al lenguaje literario y poético, pues gracias a ella nos resulta posible generar significados distintos, independientemente de la simplicidad de la frase. En cambio, en el lenguaje de computadoras, la entrada de lo ambiguo puede resultar contraproducente, en la medida en que si observamos el código que permite construir una aplicación, tal código no puede dar paso a la proliferación de ambigüedades, básicamente porque conduciría a una serie de fallas, es decir, que un lenguaje de programación no es el más eficaz para representar o dar cabida a una expresión poética o para comunicar nuestras intenciones, porque estos han sido creados como instrumentos para dar resoluciones técnicas, por tanto, deben articularse de forma tan precisa para no conceder el paso a errores, este imperativo se resume en la necesidad lógica de todo lenguaje computacional. Lo anterior parece denotar una clara evidencia, sin embargo, aquella evidencia nos permite asistir y visibilizar el aparente triunfo de la lógica respecto a la poesía sobre el modo en que nos relacionamos con el lenguaje, no obstante, conviene mirar con atención el despliegue de tal disputa, pues en la era digital probablemente pueda contarse otra historia.

Por ahora no trataremos de problematizar a fondo aquella disputa, más bien nos serviremos de un par de observaciones sobre el modo en que los avances técnicos relacionados a la escritura han podido transformar nuestra relación con el lenguaje. Como sabemos la época de Platón y Aristóteles, se caracteriza por ser una era que ve la decadencia de tradición oral de la poesía, y comienza el auge de la reflexión en prosa sobre determinados temas, en particular sobre la posibilidad de estructurar lógicamente nuestros razonamientos, bajo esta intención el advenimiento de la lógica en el siglo V a.C, vino a establecer en contra de la sonoridad del lenguaje hablado, un nuevo régimen de lo visual, pues en la medida en que nuestros pensamientos pudieron clasificarse a partir de una serie de reglas y normas, se abrió un camino insospechado en torno al modo en que podíamos relacionarnos con el lenguaje escrito, pues una vez que se formalizaron proposiciones, se indujo un modo más abstracto de asumir el lenguaje y que dicho sea de paso, este camino se logró a partir del mecanismo de la escritura que el pueblo griego adoptó.

Prueba de lo anterior, es que el mismo Platón, en el Fedro, brinde una interpretación sobre la escritura, a tal punto de comparar el oficio de quien escribe discursos con el de un jardinero, pues aquel mediante las palabras inscritas puede transmitir al futuro lo que da felicidad al hombre, esta idea se ve reflejada en la imagen de un jardín de letras. Pero para lograr esta tarea, quien escribe debe procurar el soporte y los medios para lograrlo de lo contrario no podrá germinar palabras que se fundamenten a sí mismas.

“Por consiguiente, no se tomará en serio al escribirlas en agua negra, por cierto, sembrándolas por medio del cálamo, con discursos que no pueden prestarse ayuda a sí mismos, a través de las palabras que los constituyen, e incapaces también de enseñar adecuadamente la verdad”[1]

Siguiendo la reflexión del discípulo de Sócrates, escribir en agua negra, nos conduce a una escritura sin sentido, e inútil, esta metáfora nos habilita a plantear lo siguiente; ¿puede el soporte de la escritura determinar el sentido de las palabras, o hemos atravesado aquella frontera en donde es posible escribirlas sin la necesidad de ser reflexionadas? Claramente resolver esta inquietud nos rebasa, pero, también nos auxilia para continuar con nuestra interrogante inicial, pues con esta advertencia platónica comprobamos que la escritura ayudó a establecer un modo de relacionarnos con el lenguaje, basta con preguntarnos ¿cuál sería el devenir de la lógica, si esta no hubiera podido inscribirse en papel?

Al arribar a la época moderna, la imprenta fue el mecanismo que revolucionó ya no solo nuestra relación con el lenguaje sino también amplió nuestra visión del mundo, como ha escrito McLuhan,“la invención de la tipografía confirmó y ensanchó el acento visual del saber aplicado, pues proporcionó la primera mercancía uniformemente repetible, la primera línea de montaje y la primera producción en masa”[2], con este acontecimiento, la abstracción y la teoría se dinamizó, pues ahora analizar la estructura del lenguaje se volvió una tarea mucho más digerible e incluso, el libro se volvió mercancía.

Ahora, volvamos al asunto sobre el lenguaje de las computadoras, estos lenguajes que permiten la construcción de nuestra internet, se distinguen del modo en que la imprenta asume el lenguaje, pues no solo repiten el mismo producto, línea a línea, ni tampoco replica un solo orden aplicado de manera previa sobre el lenguaje inscrito, sino que ahora la computadora puede alterar la forma y el propósito de las palabras, estas ya no se quedan en un solo espacio, sino transitan por distintos lugares, van de la unidad de procesamiento a lugares irreconocibles por nuestra vista, este hecho señala que ya no se necesita de cierta inteligencia humana para manipular palabras con sentido, pues eso ya lo hace una computadora, por ejemplo, veamos el próximo grupo de palabras:

a, abbr, acronym, address, applet, article, aside, audio, b, big, blockquote, body, canvas, caption, center, cite, code, dd, del, details, dfn, div, dl, dt, em, embed, fieldset, figcaption, figure, footer, form, h1, h2, h3, h4, h5, h6, header, hgroup, html, i, iframe, img, ins, kbd, label, legend, li, mark, menu, nav, object, ol, output, p, pre, q, ruby, s, samp, section, small, span, strike, strong, sub, summary, sup, table, tbody, td, tfoot, th, thead, time, tr, t, u, ul, var, video

A primera instancia, resultan ilegibles pues apenas podríamos sospechar que se trata de un conjunto de instrucciones que forman parte de la hoja de estilo de nuestra página web, pero reconocer esto viene dado a partir de una serie de conocimientos básicos de lenguajes de programación, y además este conjunto de palabras cumple una instrucción muy precisa. En consecuencia, asistimos a un evento muy particular; ya no se necesitan mentes humanas para “procesar” lenguaje.

Con esta última observación, nos resulta viable presentar el siguiente fragmento de un poema de Charles Bernstein, titulado, Lift off.

HH/ ie,s obVrsxr;atjrn dugh seineocpcy I

iibalfmgmMw

er,,me”ius ieigorcy�jeuvine+pee.)a/nat” ihl”n,s

Nuevamente el intento de leer lo anterior, resulta un imposible, o al menos leerlo del modo en que estamos acostumbrados, ¿cuál es el intento de Bernstein al escribir esto en 1979?. Básicamente intenta presentar el funcionamiento de las máquinas, en particular el de una cinta correctora de una máquina de escribir cuando se despega de la página. Lo que podemos recuperar de este fragmento es que la relación que establecemos con el lenguaje en la era digital, ya no se articula a partir de una sola realidad, sino de múltiples realidades que pueden ser leídas por distintas inteligencias.

Por último, vale la pena meditar sobre nuestra pregunta inicial, ¿qué diferencia hay entre un “lenguaje de computadora” y el lenguaje literario? Como hemos visto, probablemente identificar la diferencia entre uno y otro ya no pueda ser una tarea que competa únicamente a los seres humanos, sino también a las máquinas y computadoras que nos rodean, de tal modo que serán ellas quienes nos indiquen la naturaleza del lenguaje en virtud de la armonía del código que se dispersa justo detrás de nuestra pantalla. Sirva el presente texto como una invitación para aproximarnos al lenguaje de las computadoras y repensar los materiales de los cuales se servirán nuestros poetas del futuro para trazar las resonancias literarias del mundo que habitamos.


Referencias

McLuhan, M. (1962). La Galaxia Gutenberg. Génesis del «homo typographicus». E pub Libre.
Platón. (2010). Fedro. En Diálogos. España: Gredos.
Writing.upenn.edu. (s.f.). Recuperado el 25 de Enero de 2021, de http://writing.upenn.edu/epc/authors/bernstein/reviews/glazier.html


Notas

[1] (Fedro, 276 c)
[2] (McLuhan, 1962)