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Antonio Gramsci: toda zona como propulsión | Las constantes briagas del abstemio #13

Las constantes briagas del abstemio #13, una columna de Juan Rey Lucas


“Con todas las fuerzas en contra, perseverar. Jamás doblegarse. Mostrarse fuerte atrae el auxilio de los dioses”
Johann Wolfgang Von Goethe

Estando preso o entre la sociedad, nunca tuvo condiciones favorables. Desde su infancia la supervivencia era ya su oficio: un modo de ser. A pesar de su desempeño como diputado, fue encarcelado. El mundo en esos tiempos estaba tomando un vuelco atroz: fascismo se hacía llamar aquel movimiento. A partir de su estancia carcelaria hasta su último día, su vida habría de tomar tamaños de calibre excepcionales.  Sin proponérselo ponía al filo de la muerte su cuerpo que nunca fue el más apto; de igual forma su temple moral. Irónicamente, sería el encarcelamiento lo que le permitiría escribir las miles de páginas para hacer la construcción de uno de los vademécum más importantes e implacables del siglo veinte. Encarnación de uno de los más grandes proyectos políticos-intelectuales, sobre todo tomando en cuenta las circunstancias en donde fue redactado.

El fiscal Michele Isgro quien llevaba su caso, durante el juicio que tenía a ejecución en la primavera de 1928, lapida la frase que no sólo es una orden, sino una amenaza tanto para ellos mismos como para la persona a quién le estaban dando sentencia: “Por veinte años debemos impedir que este cerebro funcione”. Obviamente, aquella imposición aspiraba a mucho, frente al pensamiento que nunca pudieron dominar; en contraste la condena que se le impuso: exactamente veinte años, cuatro meses, y cinco días, lo que truncó la vida política de uno de los opositores más capaces frente a la ideología que emergía demoledora. Así también sufrían los estragos sus seres amados: su querida esposa Julca, de procedencia rusa, Delio de poco más de dos años, y Giuliano de apenas tres meses.

En varias ocasiones durante su encierro le habían ofrecido la reducción de su pena y también la absoluta liberación. Nunca consideró ninguna. No era cuestión de testarudez, o volverse prácticos y ya estando libres la misma libertad volvería funcional la causa. No. La postura obedecía a cuestiones más recónditas. Para que se mantuviera tranquila le da a entender en una carta a su madre, por qué la situación de su reclusión: “En el fondo, la detención y la condena, las he querido yo mismo, en cierto modo, porque nunca he querido cambiar mis opiniones, por las cuales estoy dispuesto a dar la vida y no sólo a estar en prisión. Que por eso mismo no puedo sino estar tranquilo y contento conmigo mismo”.

En tanto sus demás colegas de ideas tomaban un distanciamiento hacía las huestes, él en ese sentido se ceñía más a las mesnadas. Se esforzaba por conectarlas al pensamiento marxista. El punto crucial era generar una resistencia a los grupos que subyugaban, una contra-hegemonía que acabaría engendrando un neo orden moral-intelectivo o también denominado crónlech-histórico: una moderna sociedad.

Es desde el presidio dónde todo tiene –paradójicamente- sentido. Grupos de poder contra el absoluto mando que se encuentra sometiendo a aquellos quienes piensen y disientan de él.

En su infancia trabajaba diez horas diarias para ganarse el equivalente a una bolsa de pan, cargando registros que pesaban lo doble que él. Ya en el término del día laboral, sus noches eran invadidas por el implacable sollozo ya que el dolor de su cuerpo le impedía dormir. Era un encarcelamiento injusto, pero eso nunca detuvo la extensión de su pensamiento que literalmente atravesaba esos muros que mantenían al león enjaulado.

Poco a poco por las insalubres condiciones de la penitenciaria comienza a adquirir nuevas enfermedades –más de las que la naturaleza ya le había adjudicado-: el mal de Pott, principios de tuberculosis, y arteriosclerosis. Gracias a ello al menos puede obtener una celda individual para no afectar a sus cofrades, pero aún a pesar de ello padece de una grave hemorragia.

Días después de navidad fallece su madre, pero sus familiares prefieren no darle la fatal noticia. Más adelante sufre de otro episodio fuerte de alucinaciones y delirios. Se diseña un comité con la única intención de liberarlo junto con otros compañeros. Por todos los medios es posible trasladarlo al hospital de otra prisión. Es vigilado tanto desde su recamara como en el exterior. Se encuentra más agravado: se le agregan la tisis, y la esclerosis, la hipertensión y gota. El 21 de Abril de 1937 adquiere la libertad encontrándose en deplorable estado de salud. Siete días después fallece. Sólo una semana le fueron concedidos para poder contemplarse, tras toda una vida encarcelado, y poder edificar toda la estructura de su pensamiento. Nunca tuvo el mejor cuerpo, ni la mejor infancia, ni los mejores trabajos, y al parecer tampoco las mejores circunstancias. Pero todo ello nunca le impidió –o puede que hayan sido esos mismos aconteceres los idóneos- poder realizar todo su pensamiento. Un pequeño corpus vuelto una maquinaria contra toda represión. Y quizá la cárcel fue el mejor de los sitios posibles para hacer germinar su historia. Quaderni del carcere su obra. Nacido en Ales, Cerdeña: es el gigante de Antonio. Antonio Gramsci.