Le Cinéma Sauvage #03, una columna de Cristian “Lítost” Gutiérrez
2020 ha sido un año trágico para el cine. Siendo este un arte que requiere de interacciones personales, grandes aglomeraciones y contactos cercanos, la mayor parte de las producciones cinematográficas han sido detenidas o descartadas, e incluso aquellas que ya estaban terminadas y cercanas a ser publicadas, han terminado siendo un obvio fracaso taquillero que podría incluso traer peores consecuencias futuras. De cualquier forma, el coronavirus y su naturaleza han impactado negativamente a la industria audiovisual, obligando a quienes se dedican a la misma a encontrar nuevas formas de comercializar sus obras. Una de las consecuencias más representativas de esta crisis en la industria, es la cancelación del mítico festival de cine de Cannes, uno de los eventos más prestigiosos en este ámbito, el cual ha servido a lo largo de los años para catapultar obras sobre todo de naturaleza independiente, y plasmar un sello de calidad mediante ese codiciado título que reciben las películas pertenecientes a la selección oficial del festival.
Hay quienes consideran drástica, absurda e inadecuada la decisión de cancelar por completo el actual festival de Cannes, pues con esta decisión, obras que de no ser por el festival quedarían en el olvido, efectivamente podrían perder prestigio y permanecer ocultas por el resto de los tiempos a causa de su inadecuada comercialización. El tiempo juzgará que tan acertada fue esta drástica decisión, mas de lo que se tiene certeza, es que no es esta la primera vez que el festival es cancelado, y aunque parezca increíble, no fue una enfermedad ni un inconveniente fuera del dominio humano lo que provocó que hace cincuenta y dos años Cannes fuese empujado a su cancelación.
Corría el año 1968, la electrizante nouvelle vague francesa recorría todo Europa y el cine parisino parecía recobrar fuerzas. Autores como Jean Luc Godard y Alain Resnais, a pesar de portar aún a la nouvelle vague como estandarte, comenzaban a tomar posturas políticas cada vez más firmes e intentaban representarlas en sus películas. Esto sucedía mientras el ambiente político en Francia se hacía cada vez más tenso. Con los movimientos estudiantiles franceses inconformes, agresivos y a punto de estallar, comenzaría el mes de mayo. Pactado para inaugurarse el 10 de ese mes, los organizadores del festival parecían ignorar el contexto social que su país atravesaba en aquel momento: apenas comenzando mayo, ya miles de estudiantes enfurecidos se volcaban a las calles reclamando un mejor trato. El festival de Cannes se inauguró, muy a pesar de las negativas por parte de algunos directores y miembros del mismo. No obstante, el 13 de mayo, con el estallido social que la unión de los trabajadores a las protestas provocó, cientos de estudiantes se volcaron masivamente hacia Cannes, invadiendo el festival e impidiendo la proyección de varias películas. Con millones de protestantes, y la negativa de cada vez más personas, se consideró al fin la cancelación o suspensión del festival, propuesta rápidamente descartada. A pesar del rechazo de los organizadores por suspender el festival, directores, miembros del jurado y distintas figuras públicas declararon a favor de la cancelación del mismo como una muestra de solidaridad hacia los estudiantes y el pueblo en general, lo cual desencadenaría en un acalorado 18 de mayo, día en el cual varios directores, entre los cuales se incluían grandes como Godard, Polanski y Truffaut, enfurecidos por algunas acciones llevadas a cabo por el ministerio de cultura en contra de la Cinémathèque française, tomaron el hall del festival y exigieron la cancelación definitiva del mismo, al menos por ese año. Declaraciones por parte de figuras públicas, renuncias del jurado y los retiros de varias películas pautadas para ser proyectadas, terminaron dejando a los organizadores con la soga al cuello, hasta que finalmente el 19 de mayo, cediendo a la presión, el festival de Cannes fue cancelado.
“Los camaradas estudiantes nos han dado el ejemplo rompiéndose la cara hace una semana. No sé trata aquí de continuar o no continuar viendo películas, (…) se trata de manifestar, con un retraso de semana y media, la solidaridad del cine con el movimiento estudiantil y obrero de Francia. La única manera práctica de hacerlo, es detener inmediatamente todas las proyecciones.” Expresó Jean Luc Godard aquel 18 de mayo al público, con la sala de proyección tomada, y el festival convertido en un espacio político para solidarizarse con las protestas nacionales.
No era esta la primera vez que el prestigioso evento se cancelaba; no obstante, si fue la primera vez en que este se cancelaba por asuntos fuera de lo económico. Cincuenta y dos años más tarde, el festival de Cannes sería cancelado de nuevo, esta vez no por cuestiones financieras ni sociales, sino por el flagelo de una mortal pandemia que sacudió el panorama mundial.
Mayo del 68 terminó, Cannes continúo llevándose a cabo sin inconvenientes, e incluso estudiantes y trabajadores, que tan convencidos se veían en aquel momento, terminaron cediendo ante las superficiales soluciones que el gobierno francés ofreció. Ha pasado más de medio siglo y Francia no ha visto una insurrección similar, sin embargo, los efectos de tan abismal protesta siguen extendiéndose, influenciando los vaivenes culturales de todo el mundo occidental. Independiente de las consecuencias inmediatas que este dejó, el Cannes de 1968 y la forma en que este se desarrolló quedarán para la historia, no como un escándalo más de los tantos que se presentan en la industria del entretenimiento, sino más bien como una muestra de que incluso el festival más prestigioso debe ceder ante las necesidades sociales. Mayo del 68 nos demostró que no existe cultura sin intervención social, pues como demuestra la historia, es la sociedad quien transforma a la cultura y no al revés.
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