F es de Fantástico #17, una columna de J. R. Spinoza
En diciembre del año pasado llegó a mis manos el libro de cuentos Otra vez el Santo del tamaulipeco Rafael Ramírez Heredia. Ganador del premio “Juan Rulfo” en 1984, viajero incansable y tallerista de oficio. Ramírez Heredia impartió talleres literarios por todo México. Habiendo leído sus cuentos (uno siempre desea leer los textos de un tallerista), comprendo que Ramírez Heredia manejaba la narrativa como una segunda naturaleza. En esta ocasión me permitiré escribir acerca de dos de sus cuentos:
J. Dillinger, en el que un grupo de amigos deciden colarse a la kermés de un Colegio de monjas. Incitados por el brío de la juventud y el rumor de que las jovencitas que allí estudian están deseosas de perderse en los recovecos y lugares ocultos de la escuela con varones para entregarse a la pasión.
“—Las chicas de la escuela tienen lugares secretos donde se besan y se manosean con los que a ellas les gustan…”
Para sorpresa de los varones, las jovencitas tienen su propia agenda y son ellas las que les hacen una propuesta a ellos, aunque no del tipo que esperaban:
“—Las monjas ganan mucho dinero y nosotros ya estamos en ceros…
Yo escuchando en silencio, la chica siguió:
—Las monjas están confiadas en que nadie se atreve”.
Ramírez Heredia narra lo que quiere y logra sorprenderte tanto como al protagonista conforme avanza la historia. Una pluma ágil y un buen sentido del humor. Pienso que en verdad se divirtió escribiendo.
Otro cuento que sigue esta fórmula, fácil de decir pero difícil de plasmar (relaciones + sobresaltos + diversión) es Te acordás hermano, cuyo título entendí hasta que terminé el cuento. Dos amigos que viven en un pueblito donde no pasa nada, hastiados del insoportable aburrimiento, deciden montar una operación que llamarán “Angelito Flechador” que no es otra cosa que buscar que uno de sus colegas, de nacionalidad argentina, se empareje con una jovencita del pueblo y viceversa. Pareciera una trama de secundaria, pero Heredia va sembrando “intrigas” tanto cómicas como de carácter narrativo y a las últimas dos páginas donde todas estas intrigas de predestinación son cosechadas, el resultado es asombroso. Me tuvo riendo por minuto y medio.
Pienso que Te acordás hermano es un ejemplo de que la técnica narrativa no está enemistada con el humor; analizado desde fuera (tras una tercera lectura), tanto lo de los mariscos como la última conversación del argentino con el protagonista, resulta artificioso. Pero cuando lo estás leyendo no lo parece. Y eso creo yo, es lo más importante No revelaré toda la trama del cuento, pero puedo prometer que no les dejará indiferentes.
Por mi parte, seguiré leyendo a Rafael Ramírez Heredia, quien escribe con el gozo de un niño y la precisión de un relojero.
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