El laberinto de Ariadne – Λαβύρινθος τῆς Ἀριάδνης #01, una columna de Alexandra de León
1.
“La escritora J.K. Rowling pide a Khelif que devuelva la medalla de oro tras confirmarse que es un hombre”.
Lugar común de la comedia: cuando el varón descubre el miembro masculino de la chica que le gusta. La indignación de la audiencia, el trauma del hombre engañado, se resuelven con el castigo del engañoso travesti, humillado por el mecanismo cómico del ridículo. Detrás de las carcajadas se esconde una cierta concepción de la verdad que ya no serviría a Rowling para confirmar que Khelif, boxeadora olímpica argelina, es un hombre, pues al nacer con vulva, los médicos la declararon mujer: régimen donde la verdad se rige por lo visible, donde la imagen del desvelamiento es la del cuerpo desnudo.
¿Pero si desnudamos al cuerpo desnudo? ¿Si la verdad no está en lo visible, sino en lo medible? Tal es el régimen de verdad que se impone en la era de la biología molecular, aunque JK Rowling y Sharron Davies, ex nadador olímpico, ignoren el cambio de paradigma. Dice Mr. Davies: “¿Cuándo dejamos de confiar en lo que vemos y en nuestro instinto?”. Pero la “prueba” de que Khelif es hombre no está propiamente a la vista: es un análisis cromosómico el que muestra un cariotipo masculino.
Cónclave, dirigida por el cineasta Edward Berger, termina con la elección papal de lo que la ciencia médica considera un cuerpo intersex: Inocencio IV, el Cardenal Benítez, descubre en sus treintas que su cuerpo de hombre albergaba útero y ovarios. “Algunos dirían que mis cromosomas me definen como mujer, pero al mismo tiempo soy, tal como me ves…”. El silencio del papa apunta al hecho que el “feminismo” TERF se niega a reconocer, y es que no sólo el activismo LGBTQI+, sino la ciencia médica, han puesto en suspenso la certeza ontológica respecto al sexo. ¿Está seguro Mr. Rowling de que su cariotipo es XX? Bajo sus propios términos, en lo que se hace la prueba genética para demostrar que sí es mujer (que cada vez se exige más a las deportistas para competir en la categoría “mujeres”), podemos referirnos a él como queramos. De acuerdo con Mr. Davies, mi intuición me dice que Rowling ha de ser hombre, ¿o por qué el protagonista de sus novelas es Harry y no Hermione?
Después de todo, es lógico asumir que todos somos varones hasta que se demuestre lo contrario, pues el hombre es el universal humano: la prueba ontológica del cariotipo no es exigida a los deportistas varones; ellos, a diferencia de la mujer, están hechos para el deporte, no son cuerpos por naturaleza débiles que hay que proteger.[1] A nadie le importa realmente si un boxeador con demasiada testosterona mata a su contrincante: son hombres.
2.
La crisis del paradigma sexo-género nos obliga a retornar a la pregunta por el ser. Ya no se trata sólo de preguntar qué es un hombre o qué una mujer, signo que significa ese “es”. De acuerdo con Mr. Rowling, casi nadie en el mundo puede decir con certeza “soy hombre” o “soy mujer”, ¿o cuántas personas conocen, señores, que conozcan su cariotipo?
Mr. Rowling defiende la implementación de pruebas de género para todas las boxeadoras como una victoria para las mujeres. [2] Frente a la acusación de que se trata de pruebas invasivas, defiende que “si tuvieran ideas de la clase de exámenes físicos rutinarios por los que pasan las mujeres durante su vida, sabrían que un hisopado bucal no es más grave que usar hilo dental”. Pero lo invasivo no está en el carácter técnico del procedimiento, sino en la pregunta que lo anima: “¿Es usted realmente una mujer? Pruébelo”. Rowling celebra que el cuestionamiento que padecemos las personas trans se extienda al resto de las mujeres: que se cuestionen su identidad y sus derechos.[3]
Las pruebas de género son invasivas porque nos privan de nuestro derecho a la identidad: es el aparato médico el que decide quienes somos, y si antaño lo decidía sólo en el nacimiento, ahora tiene derecho a despojar a personas, ya adultas, de su autoimagen. Mr. Rowling, desde luego, confía en que él y todas las mujeres que sí parecen mujeres, es porque lo son, como confía, seguramente, en la vieja fórmula escolar varón=XY, mujer=XX, que los avances en la biología molecular han dejado obsoleta; así como hay cuerpos de los que el ojo blanco sospecha —por sus facciones, su voz, su fuerza—, los hay indetectables: cuerpos con cromosomas “masculinos”, pero insensibles a los andrógenos y desarrollan en alto grado caracteres sexuales secundarios “femeninos”; cuerpos de aspecto inequívocamente masculino que descubren por casualidad que tienen útero… ¿entonces qué son? Una rápida búsqueda en Google arrojará resultados con frases como: “Hay pacientes inscritos en el registro civil como varones que no son tales. La apariencia de los genitales externos, pene y escroto, es la base para asignar al recién nacido un sexo masculino o femenino […] Hay pacientes inscritos como hombres al nacer y que tienen cromosomas de mujer, XX; y ovarios”.[4] ¿Qué quiere decir “son”? ¿Vivimos en un régimen dualista donde la esencia es cromosómica y los genitales (en los que antaño tanto se confío) son apariencia engañosa? XX=mujer, XY=hombre, ¿pero no fueron estas fórmulas constructos humanos? ¿No sería igual de válido decir, a partir del avance de la ciencia médica, que los cromosomas no determinan de manera absoluta el sexo de una persona? ¿Que si nos basamos en la genitalidad, podemos afirmar que hay hombres y mujeres con distintas composiciones cromosómicas? ¿No hay algo arbitrario en poner el acento hora en los genitales, hora en las hormonas, hora en los cromosomas? Los datos arrojados por la ciencia no son nunca neutros: requieren una interpretación, y esta tiene como trasfondo una determinada comprensión del ser. ¿Cuál es la comprensión del ser en la era de la información y la biología molecular, donde las empresas y gobiernos buscan convertirlo todo en datos para administrar la vida?
Y ustedes, lectores, ¿ya sacaron su cariotipo?
[1] El exceso de testosterona en una mujer se considera una ventaja injusta y riesgosa frente a las mujeres con niveles “normales”, pero las ventajas genéticas de deportistas varones son celebradas: Usain Bolt y Michael Phelps son superhombres, su ventaja es un don de la naturaleza y no una anomalía. Se cuestiona el derecho de las mujeres con demasiada testosterona, demasiada masa muscular o hasta rasgos poco femeninos, y esto no aplica solo para mujer trans, sino a menudo para mujeres africanas cuyos cuerpos difieren del modelo blanco, europeo y americano, que señala lo que sí se considera una mujer de verdad.
[2] https://www.skynews.com.au/australia-news/sport/its-a-win-for-women-jk-rowling-lauds-mandatory-sex-testing-for-boxers-as-imane-khelifs-gender-leaked-in-2023-lab-results/news-story/bdbfcb2f1fbf041f339334d2a1363530?fbclid=IwY2xjawKsCjRleHRuA2FlbQIxMQBicmlkETFzZE9COWMzU3ZDbkx6Q0o3AR4w7_5Z9mF-AgVMTk5hQRqG0JQqSnPNR5-P1i052nDkSXZDSCTKvGBE28zbhw_aem_nzulty6KvP7YgY9sU-XIoA
[3] A deportistas mujeres con alto nivel de testosterona (aunque sean mujeres “biológicas”) se les somete obligatoriamente, para poder competir en ciertas disciplinas, a tratamiento hormonal para nivelarlas con las mujeres “normales”. Mientras se condena el uso del tratamiento hormonal por parte de personas trans, y mientras las asociaciones deportivas persiguen el empleo de substancias para mejorar el rendimiento deportivo, las mujeres son obligadas, contra su voluntad, a procedimientos semejantes. Vale la pena repetir que las víctimas más usuales son mujeres racializadas, y que este tipo de políticas no alcanzan a los hombres. Remito al trabajo de lu Ciccia, de donde tomo esta información: https://unam1.academia.edu/Luc%C3%ADaGabrielaCiccia
[4] https://www.institutocefer.com/blog/existen-hombres-con-ovarios/
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