Foro Verde #02, una columna de Julieta Pirez Rendon
Desde que Edward Wilson acuño el concepto de “biodiversidad” hasta que este se convirtió en uno de los desafíos ambientales de nuestra época, no paso mucho tiempo. Estamos hablando que, este término surgió en 1985 y ya para 1992, el mundo firmaba el Convenio de la Diversidad Biológica (CDB), eso ya habla de la rápida toma de conciencia sobre la degradación del medio ambiente.
La pérdida de biodiversidad constituye una de las problemáticas ambientales más graves ya que la incidencia de las actividades humanas sobre los ecosistemas está teniendo efectos negativos sobre una variedad importante de flora y fauna, dichas acciones van desde la extracción irracional e insustentable de los recursos naturales hasta la caza furtiva y el comercio ilegal de especies. Varios estudios recientes dan cuenta de ello, por ejemplo, “Conservation Biology” realizó una investigación que relaciona la tasa de tráfico de vida silvestre creciente en América central y del sur con las grandes inversiones que realiza China en la región y que ha afectado especialmente a la población de jaguares, cuya especie es considerada en peligro de extinción en varias de estas naciones. Dicha investigación liderada, entre otros, por Thays Morcatty, experta en tráfico salvaje en la Amazonía señala que, el flujo legal de dinero entre los países hace que los productos ilegales de jaguar se muevan con menor probabilidad de levantar sospechas.
Por otro lado, otro estudio titulado How many bird and mammal extinctions has recent conservation action prevented? realizado por la Universidad de Newcastle en el Reino Unido y por la asociación “BirdLife International” apunta a que, gracias a las acciones de conservación emprendidas en el mundo se han logrado evitar la extinción de alrededor de veintiocho especies entre aves y mamíferos. Entre las acciones de conservación más eficientes señaladas dentro del estudio se encuentran: el control de especies invasoras, la conservación en zoológicos y colecciones así como la legislación, especialmente la declaración de áreas protegidas. Los hallazgos revelan que sin estas gestiones las tasas de extinción habrían sido de tres a cuatro veces mayores. Uno de los autores, el profesor de la Universidad de Newcastle, Phil McGowan explicó que, “si bien esto es un destello de esperanza (…si actuamos podemos prevenir la pérdida irreversible de los últimos individuos de una especie) no debemos olvidar que en el mismo período, quince especies de aves y mamíferos se extinguieron o se sospecha fuertemente que se extinguieron”. Una de las especies incluidas en el estudio es la “Vaquita Marina”, endémica de México, la cual sigue disminuyendo rápidamente, se encuentra en grave peligro de extinción debido a que comparte ecosistema con un pez (también especie protegida) conocido como “Totoaba”, cuya pesca ilegal mata incidentalmente a las vaquitas al quedar atrapadas en las redes de enmalle. Al ser un mamífero marino, necesita salir a respirar y al quedar en estas redes muere ahogada. La “Vaquita Marina” se ha vuelto un símbolo de la lucha por la conservación en el mundo y su caso ha llamado fuertemente la atención de la comunidad internacional que ha presionado constantemente para que las acciones de preservación sean más contundentes y evitar así, su fin. Las acciones de conservación para esta bella marsopa han frenado los declives pero los expertos prevén que no será suficiente para salvarla de la desaparición definitiva en el futuro sin recursos, acciones substancialmente mayores y voluntad política.
Aún con todo, es muy positivo que especies como la “Cotorra Puertorriqueña” (la cual para 1975 se calculaba que quedaban trece ejemplares en estado salvaje) haya logrado sobrevivir gracias a su re-introducción en el Parque Estatal Río Abajo en Puerto Rico. Una esperanza más se vislumbra para el caballo “Equus ferus de Przewalski”, el cual se extinguió en estado salvaje en los años sesenta pero que gracias a los esfuerzos de re- introducción (y también clonación), ahora hay alrededor de 760 ejemplares en las estepas de Mongolia, lo que devuelve el optimismo para salvar a otras especies de animales (además de plantas) que se mantienen por ahora en cautiverio.
La revista “Science Advances” también publico recientemente un estudio que revela que, el impacto de las actividades humanas son la principal causa de alrededor de más del noventa por ciento de la extinción de especies de mamíferos de los últimos 126 mil años y que ha existido un aumento de mil 600 veces en las tasas de extinción por las actividades humanas en comparación con los niveles naturales, lo que habla que desde nuestros ancestros prehistóricos ya había efectos destructivos para la biodiversidad.
Cabe mencionar que el fracaso de plan decenal 2011-2020 de conservación de la biodiversidad en el marco de la CDB volvió a encender las alarmas de manera categórica, es grave el estado de la pérdida de especies y urgen acciones de carácter global orientados a transformar esta situación de forma rápida y contundente. Para esto se propone una serie de transiciones que van desde sistemas alimentarios sostenibles hasta ciudades con “infraestructura verde”, además de planes mucho más ambiciosos para que la presente década de 2021 a 2030, se convierta en la “década de la biodiversidad” deteniendo la extinción masiva de especies y contribuyendo a la labor de preservar nuestro planeta.
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