Foro Verde #05, una columna de Julieta Pirez Rendon
El cine tiene una relación con la naturaleza sumamente interesante, y a través de este arte podemos reflexionar sobre nuestro vínculo con la Madre Tierra y un reciente filme latinoamericano titulado “Panquiaco” dirigido por la realizadora panameña Ana Elena Tejera, es un buen ejemplo de ello. El protagonista de esta película, “Cebaldo”, es un hombre que parece ser el más solitario del mundo, aunque trabaja e interactúa con otros seres humanos, su mente se siente en otro lugar, inmerso en los anhelos de una vida pasada, de recuerdos que se quedaron muy lejos en el tiempo y el espacio. El recorrido para explorar los recovecos del alma de “Cebaldo” comienza con un rito místico y sigue con su cotidianidad de trabajador migrante en el puerto de algún país lejano al suyo, la escasez de diálogos y los sonidos naturales del ambiente, así como el uso minimalista de la música y las breves anécdotas de los pescadores en el mar, nos sitúan perfectamente en su estado de ánimo, no estamos plenamente conscientes de lo que ocurre en esos momentos pero, nos sumergimos en la profundidad de su soledad.
Continuando con dicha trama del filme, de pronto, una noticia ciertamente inesperada llega, nos devuelve a la convencionalidad, “Cebaldo” debe regresar a su hogar, la comarca de Guna Yala en Panamá, entonces se aleja por un frío paisaje con la inmensidad del océano a un lado y así es como en “Panquiaco” vamos conociendo aquello que motiva al protagonista y no tanto la finalidad en sí misma que tiene su partida a otro lugar, de esto último no tenemos tanta certeza y caemos en cuenta de ello hacia al final del filme. Vamos descubriendo el pasado de “Cebaldo” pero, no solo de él, sino también de todo un pueblo, su historia y su cultura a través de ceremonias y paseos por bosques, ríos y más resonancias del entorno, esto nos hace percatarnos que la comunidad es un todo, un complejo entramado biológico-cultural; estas interacciones de los seres humanos y su medio natural es conocido como “diversidad biocultural” como lo expresaran en algún libro los autores Toledo, Barrera-Bassols y Boege, el filme profundiza este inconmovible vínculo, nos lleva explorarlo, a comprenderlo, de aquí podemos pensar que “Panquiaco” es un documento audiovisual que va más allá de la introspección del protagonista, es una historia entrañable que nos invita a construir una conciencia sobre la relación humano-naturaleza.
El cine que documenta la relación del humano y el entorno natural surgió con el trabajo de Robert Flaherty como señaló en alguna vez, Martínez-Salanova, en el llamado “cine etnográfico” y su defensa de los pueblos, su identidad y sus valores culturales. En sentido estricto “Panquiaco” no es un documental, es una docu-ficción que bien puede funcionar como un retrato cabal al poner de manifiesto esa enorme diversidad biocultural que existe en nuestra región latinoamericana, y no solo aquí, en todo el planeta. En el último tramo de la cinta, el personaje principal se conecta de nueva cuenta a sus orígenes entre memorias y anécdotas de su vida familiar, recorridos por los paisajes naturales, la realización de rituales, la conmemoración de los hechos históricos que formaron a su comunidad y el desarrollo de sus tradiciones, en algún momento tanto “Cebaldo” como el espectador se dan cuenta que, esa vida que conoció desaparece ante su mirada, en cuanto a él, es un retrato de su pérdida y su reencuentro de sí mismo pero, no importa el qué sino el cómo nos cuentan su destino, el cual no es simplemente retornar sino elevarse a otro viaje. Este trabajo compitió recientemente en la 35ª edición de los premios Goya otorgados por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España y en la FICUNAM 11, el Festival Internacional de Cine de la UNAM, en la Ciudad de México.
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