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Schroeder y Valkeapää, o la búsqueda de los placeres | Después de la pantalla #06

Los perros no llevan pantalones

Después de la pantalla #06, una columna de Diego Maenza


Con experiencias de erotismo consensuadas entre quienes la practican, la cultura BDSM se caracteriza por ejercicios eróticos no comunes, y catalogados como extremos por los neófitos, tales como el bondage, o inmovilización del cuerpo; disciplina, o flagelación corporal; dominación, o satisfacción por el poder; sumisión, o rendirse a la subyugación por ese poderío; sadismo, u obtener el placer por la aplicación del dolor sobre otro cuerpo; y masoquismo, o la gratificación al ser maltratado.

Exploremos estas llamativas prácticas y modos de vida, en dos momentos del cine.

Los perros no llevan pantalones de Jukka-Pekka Valkeapää lleva el drama de Juha, un hombre taciturno y agobiado por el peso existencial debido a la muerte de su esposa. La historia se empareja con la vida de Mona, una fisioterapeuta esplendorosa y llena de vigor, que maneja una doble vida. Por el día brinda sus servicios en un centro de rehabilitación, y por las noches hace despertar sus habilidades eróticas más oscuras. Allí, a la reducida madriguera de atípico placer en la que Mona desempeña sus servicios sensuales, acudirá nuestro antihéroe, atraído por la posibilidad de una nueva oportunidad de sensaciones y conducido por la inercia de su amargo vivir. Mona aplicará sus sádicas fricciones e infringirá sus vejatorios castigos. Entre la ejecución de la asfixia erótica, Juha encontrará el estímulo y la chispa vivencial y mística para seguir subsistiendo. En cada sesión de hipoxifilia, Juha puede observar a su esposa fallecida. Para Juha, gravitar dentro del umbral entre la vida y la muerte, se tornará una droga de la cual necesitará dosis cada más punzantes. En medio del caos y obsesión de Juha, Mona se dejará tentar por la exigencia cada vez más apremiante de satisfacer su sádica necesidad.

Agresiva y poética a la vez, Los perros no llevan pantalones de J.-P. Valkeapää es una mezcla extraña entre Irreversible de Gaspar Noé, Una película serbia y las grotescas ficciones del primer Lars von Trier (no el de Dogma sino el de El Reino). El amor más allá de la muerte, o en el umbral de la muerte. Estrangúlame un poco más, implora nuestro desdichado antihéroe, quien encontrará en la subcultura BDSM una razón para continuar la vida.

Maîtresse de Barbet Schroeder (conocida también como Amante, querida, puta) nos conduce de manera delicada al mundo del sadomasoquismo, pero no como una atracción forzada para despabilar a espectadores timoratos, ni como recreación para el ojo voyerista, pues se construye a manera una historia intensa de principio a fin en la que destaca la presentación de los personajes, que vuelcan sus humanidades sin mostrar debilidad ni condiciones patológicas.

Nos desenvolvemos en un mundo burgués, donde las comodidades y cotidianeidades han tornado aburrida la vida. Quienes sobrevuelan estos contextos sociales, empieza a volcar su mirada hacia actividades obsesivas. Y para ello están dispuestos a pagar cualquier precio.

En este contexto, el lujoso departamento en el que se encuentra Ariane es abordado por Olivier, un ladrón de clase baja que quedará embelesado después que Ariane lo someta a una sesión de su oscuro arte.

Una escalera retráctil conduce al sótano de Ariane, el cual está amueblado para brindar sus servicios sádicos. En este drama casi cómico, sentimental y sensual a la vez, Olivier pretenderá por todos los medios, hacer que Ariane abandone su vida, y Ariane hará lo imposible porque Olivier comprenda.

Schroeder nos abre el corazón de una dominatrix que “ayuda” a sus amigos. Desde las sutilezas psicológicas de propiciar el placer de la humillación simulada (hacer lamer las botas) hasta el extremo de clavar el prepucio en un tablero. Maîtresse es la predecesora indiscutible e inspiración de Los perros no llevan pantalones de Valkeapää y de Ninfómana de Lars von Trier.

Maitresse