Apología de lo mundano #20, una columna de Paola Arce
Si tienes la edad suficiente para sentir el espasmo de la meritocracia sobre tus huesos naciste antes de la era digital y en medio de la coronación definitiva del neoliberalismo. En las últimas tres décadas las sociedades se han modificado de manera vertiginosa y lo que entendíamos por cultura se ha abierto tanto que hay que crear nuevos modelos de intervención; la etnografía transmuta y los análisis antropológicos incluyen interacciones en redes sociales. Las condiciones mundiales fueron determinadas de manera tan contundente que da paso a pensar en la falsa ilusión de albedrío. Las secuencias de elementos en la línea del tiempo son más nítidas que nunca: una nueva enfermedad, muerte, aislamiento, se descubre la vulnerabilidad y la pobreza, comunión en la nube digital, crecimiento de la necesidad, caída de la economía, crecimiento de las empresas millonarias, muerte, vacunas, muerte, salida del aislamiento, mascarillas con diversos diseños y colores.
En medio de la etapa post apocalipsis, hace un par de semanas el dueño de la gallina de los huevos de oro Mark Zuckerberg nos despertó con la noticia de que todo aquello que se mostraba con un tinte oscuro e incómodo en Black Mirror ahora será todo aquello que desees poseer. Lo que demuestra que de nada sirven las críticas del capitalismo al capitalismo. Y aunque las opiniones son diversas e incluso opuestas, mis favoritas son las que soportan su teoría en alguna película icono de la ciencia ficción. La tecnología es un elemento que sostiene el género, así como los dilemas filosóficos acerca de la naturaleza humana, la afectividad, el lenguaje, la existencia de un alma y todas aquellas preguntas que mantienen la pertinencia de la duda. Las condiciones de distanciamiento social y ver las actividades cotidianas irse por el desagüe del semáforo de emergencia ha propiciado que estos mundos alternos, digitales, en donde convertirse en alguien diferente, una versión potente y mejorada, diferente, adecuada es el epitome de estos treinta años de carrera tecnológica.
Ready Player One es una de las más citadas distopías comparables con la visión que el dueño de la privacidad está pensando para el futuro. Una novela escrita por Ernest Cline y que alcanzó la cima de la popularidad en el 2018 con su adaptación cinematográfica protagonizada por Tye Sheridan (Wade) y Olivia Cooke (Samantha). En el año 2044 la realidad es un lugar del que los habitantes de lo que queda del planeta desean escapar, pasando sus días en OASIS un videojuego basado en referencias a la cultura pop que promete riquezas incalculables. Comienza como una distracción para la monotonía y la contaminación y de poco se convierte en una situación de vida o muerte. No diría que es lo mejor que la ciencia ficción ha dado, pero sí vale la pena reconocer el peso de las referencias culturales de la globalización que construyen un mundo en común. Mientras que en este caso la trama va de entrar al mundo virtual, en Black Mirror en el episodio Quince millones de méritos la persecución se dirige lejos de las pantallas. En este escenario, las personas deben conseguir cierto número de créditos pedaleando en una bicicleta para poder acceder a mejores condiciones de vida. Una y otra tienen un elemento común la crítica a un mundo en donde las tecnologías se han convertido en un artículo de primera necesidad y sus consecuencias en la salud mental y la capacidad de generar vínculos afectivos y sociales.
La justicia poética que hacemos al declive que la ciencia ficción imaginó para los 2000´s: Esperamos que algo regenere la decrepitud de nuestro mundo y quizá nuestra imbécil sociedad sea menos imbécil en lo virtual ¡que desdén soberano por la vida!
Dentro del mundo de la mercadotecnia, la técnica “crea una necesidad y luego véndela” es la fórmula ganadora para posicionarse en la gracia de los consumidores; la almohada que alinea tu espalda, los sartenes que nunca se pegan, la secadora que peina tu pelo. Pero, qué pasa cuando el artículo no es tangible ¿qué vende el Sr. Zuckerberg? La posibilidad de ser alguien diferente. Después de la herida, de ver convertidas las películas de desastres epidemiológicos en realidad, las condiciones se han sentado para la creación de otro mundo, que nos sea este, que no tenga esas fallas, estas muertes.
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