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Andrea Balency Trío: “Mizraim” | Las constantes briagas del abstemio #09

Las constantes briagas del abstemio #09, una columna de Juan Rey Lucas


“La música es el lenguaje que me permite comunicarme con el más allá”
Robert Schumann

“Sin música la vida sería un blanco para mí”
Jane Austen

“La música es la forma más fuerte de magia que existe en el mundo”
Marilyn Manson

El concepto de Andrea Balency Trío ha sido un movimiento musical underground. Elaborado y construido por la propia Señorita Balency, quien podríamos decir ha establecido tres ángulos de territorialidades en el mundo por lo que es atravesada: París, el cual es su ciudad de origen; de igual forma Argentina la cual deambula para poder hacer algunas de sus producciones; y México en la que se ha establecido ya hace unos años. Y es en el último país donde coincide con otras personalidades de virtud: Miguel Sandoval (en el contrabajo) y Jerson Vázquez (en percusiones): la tríada que de igual manera que el triángulo de los terrenos de Balency crea y se reverbera. En todo momento hay dinamismo: ya sea tanto febril como tenue. Exploraremos el disco Balency Trío por demás cremoso, pastoso, son tierras melódicas que en su cortedad (el disco dura quizá menos de veinte minutos), tiene la habilidad de otorgar diferentes planos, pliegues y tonos. Es el oleado Mizraim. Comienza con un mini-film musical de dos canciones que llevan la pauta pues son el contraste de la misma canción (siendo que son la misma), empero tienen la cualidad de la bifurcación para que el ánimo entre en inflexión: Se incoa con el homónimo del disco: la cabaretesca, tabernesca, y muy a la dandy de Baudeleire “Mizraim”; para continuar con el giro del film-melómano, pues acontece la presteza, celeridad y veleidosa de “Mizraim II”. Es la sucesión de la matanza, del declive, del acto final inesperado, del vuelco, del relieve. Vendría la cuasi-canción de cuna, candorosa; pareciera que Balency gesta un mundo lleno de pigmentos variables, ritmos tenues, a pesar del contraste de la letra (en todo momento pide auxilio), es la suave “Mout”. Ese eco de gato en cada momento del coro como sonoridad ambigua entre arrullo o calamidad. Adviniendo polifonía trastornada. Continua la evocadora “Laila Taiba”. Con su coro inicial de niños cual siempre se manifiesta en la melodía como un juego y una letra de tendencias heideggerianas. Es una oda tribal, aborigen, andante cual ermitaño. Prosigue la encantadora, pulsional, emotiva, palpitante y letristicamente deleuzeana “Una línea va” (en todo momento el movimiento métrico del piano de Andrea es brutalmente flexivo). Para culminar con la heteróclita, a-ritmica, y peculiar “Petepre”. Nos desliza por una rola que, de firmamento extravagante, que jamás nos suelta. El lapso-coral de Balency manifestando el Je me hais deviene sepulcral. En todo momento Balency esparce afecto no sólo con sus canciones sino con el léxico (las canta entre pliegues de inglés, español, y francés). Balency nos revela una exquisitez sobre su desplazamiento sin darle privilegios al territorio donde se exponga en los estratos musicales desde cantar en eventos gratuitos hasta abrirle a The Cure en el foro Sol. De igual manera su solfeo es naufragio, es exploración, es un espacio mundano con diferentes colores. Del cosmos-balency surge el mundo Mizraim y con ello el viaje-polifónico-instrumental-poético ya está retribuido damas y caballeros.