Ojos abiertos #21, una columna de María del Rosario Acevedo Carrasco
Durante la Segunda Guerra Mundial, madres de soldados aseguraron haber visto a sus hijos despidiéndose de ellas poco antes de enterarse que habían muerto en batalla. Historias similares de personas que fueron vistas después de morir por sus seres queridos que aún no estaban enterados de la muerte abundan, probablemente hayamos escuchado una o quizá lo hayamos experimentado. Este peculiar fenómeno ha sido estudiado desde lo paranormal y la ciencia y recibe el nombre de aparición en crisis.
Mucho se ha hablado de la percepción extrasensorial de algunas personas que les permite obtener información que no pudieron haber obtenido por medio de los sentidos, por ejemplo, de aquello que va a suceder en el futuro o que está sucediendo en este tiempo, pero en otro espacio. Sin embargo, las apariciones en crisis no son exclusivas de quienes poseen este sexto sentido, el único común denominador es que presentan un vínculo cercano con la persona que ha fallecido.
La naturaleza de las apariciones es variable, hay quienes ven solo una silueta o una sombra, algunos otros perciben el olor de un perfume y los más afortunados ven a la persona tan claramente que asumen que es real. Este último tipo es el más común y es la razón por la que el fenómeno no es etiquetado como una alucinación y archivado, pues usualmente quien lo experimentó refiere no solo haber visto a la persona como si estuviera en vida, sino haber hablado con ella.
Las explicaciones de la ciencia han sido limitadas, pues estas apariciones se interpretan como una manera inconsciente de manejar el duelo al intentar despedirse del ser querido. Sin embargo, para que una aparición en crisis sea considerada como tal, debe ocurrir antes de que se sepa del fallecimiento de la persona, por lo que esta teoría no resulta útil para explicarlas.
Pasando a los terrenos de lo paranormal, la teoría más aceptada es que después de morir algunas personas acuden con sus seres queridos para resolver sus asuntos pendientes, despedirse o brindarles consuelo de manera anticipada. También se cree que, al momento de la muerte, tenemos la capacidad inconsciente de enviar imágenes nuestras a otros lugares y a otras personas, enviando un mensaje sin saber que lo estamos haciendo. Hay quienes encasillan a estas apariciones dentro de la categoría de fantasmas, pero estas se caracterizan por ocurrir una sola vez durante un periodo corto de tiempo, mientras que el fenómeno de los fantasmas suele involucrar apariciones constantes y no siempre de naturaleza amigable. Si seguimos buscando podemos incluso hablar de ángeles guardianes, pero no importa qué tan lejos lleguemos: Sigue sin haber una explicación.
Y más que encontrar una explicación, nos encantaría saber que sí es posible, menguar el dolor sabiendo que a quien vimos, lo que escuchamos y lo que dijimos fue real, que pudimos despedirnos y que fuimos tan importantes en la vida de la persona que nos dio lo último de sí. Amaríamos la certeza de saber que no termina con la muerte, que, por solo un momento, tenemos una segunda oportunidad, la de expiar nuestras culpas y pedir perdón por nuestros actos. Pero en esta vida lo que menos existen son certezas y, por el contrario, abundan las incertidumbres, muchas de las cuales se quedarán así siempre.
Se llaman apariciones en crisis, pero ¿Crisis de quién?
¿Crisis de quién murió y se rehúsa a dejar asuntos inconclusos antes de irse, que busca consolar, disminuir las culpas, que teme por quienes dejó al partir?
¿Crisis de quien se queda en este plano, forzado a seguir existiendo sin una persona con la que tenía, tiene y tendrá un vínculo inquebrantable?
¿Crisis del universo, obligado a romper lo irrompible, a separar lo inseparable, pidiendo perdón anticipadamente por el horror acontecido?
La respuesta sigue siendo la misma, no hay respuesta. O tal vez la haya, tal vez sea el conjunto de emociones, el deseo de cerrar que es tan fuerte que se materializa, habla y escucha, rompe las leyes de la física, la química y cualquier otra ciencia porque el vínculo, la conexión entre estos dos seres que es tal que no existe un nombre que la describa, logra lo imposible y trasciende lo único intrascendente: La muerte.
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