Rozatl a través del tiempo #19, una columna de Stefanía Gómez Angulo
Vivir en el presente es uno de los consejos más sonados a lo largo de la historia de la humanidad, ya que pensar en el pasado puede llegar a lastimarnos y pensar en el futuro puede resultar en un estrés innecesario. Ninguno de los dos últimos existe, entonces, ¿para qué preocuparse? Sin embargo, el hombre moderno vive en un presente acelerado, el cual requiere que se le dé todo de inmediato, justo cuando él lo necesita. He visto cómo esta situación puede llegar a lastimar casi tanto como el pasado, por ejemplo, un niño que exige que le compren tal juguete en este instante; o llegar a estresar casi tanto como el futuro, como cuando las entregas se retrasan algunos minutos o peor, días. La paciencia ha sido poco a poco desplazada por una idea de que merecemos todo al momento, en el presente, entre más rápido mejor. Pero, ¿esto beneficia o perjudica a la humanidad?
Una de las promesas perpetuas que el ámbito tecnológico hace a quien compra las computadoras o celulares es “más velocidad”, la cual se refiere a la posibilidad de ver una página de Internet en segundos, subir o bajar algo de la red en unos cuantos minutos, entre otros menesteres del mundo irreal. Esto nos abre un sinfín de puertas llenas de posibilidades. Podemos investigar cualquier tema en una fracción del tiempo que nos tomaría ir a la biblioteca y leer unos cuantos libros; podemos aprender lo básico de un idioma en unos meses, ver videos y convertirnos en expertos reposteros o cocineros, entre muchas más actividades que han recortado su tiempo de aprendizaje significativamente. Bueno, siempre y cuando se tenga el Internet, la computadora y el celular más rápidos. Las personas modernas se han acostumbrado a tener todo en la palma de su mano, lo cual también puede provocar que se distorsione su perspectiva de lo que realmente es la vida. ¿Acaso vivir es experimentar el mundo directamente, acertar y fallar para así aprender, o vivir es sólo buscar en el celular qué hacer y cómo hacerlo correctamente, sin fallas, sin tedio o frustración?
La mensajería se ha acoplado de manera impresionante a este tipo de presente. Por supuesto, no me refiero al correo, que se ha mantenido prácticamente igual desde hace muchas épocas, únicamente han cambiado los vehículos en los que se transportan los paquetes o cartas, pero el concepto es el mismo: uno escribe una carta, la pone en un sobre, compra una estampilla, pone su carta en un buzón del correo, o en su caso el paquete, y espera. No obstante, ahora hay unos programas que uno pone en su celular para poder mandar pequeños mensajes escritos que llegarán en cuestión de segundos, sin importar dónde se encuentre el receptor, claro, si éste tiene que tener acceso a alguna red, si no, las palabras nunca llegarán.
Un fenómeno extraño que he notado en los mensajes que llegan volando es que el emisor puede comprobar si su recado llegó y si ha sido leído. En cambio, en la realidad de las cartas físicas, sólo se tenía una dulce incertidumbre y el misterio. Está mejor ahora, ¿cierto? Pues, supongo que depende, ya que he visto cómo personas se enojan o preocupan si ven que su mensaje ya ha sido leído y no hay una respuesta instantánea. Incluso, he sabido de amistades que han sido destruidas por este detalle, porque lo “dejaron en visto”. ¿Por qué no se puede tener paciencia con los demás? Uno no puede saber exactamente el porqué de su silencio. Por un lado, se pueden unir a aquellos que están a kilómetros de distancia, pero por el otro, esta comodidad puede alejarlos más.
La forma de vida inmediata ha revolucionado la industrial laboral también. Muchos trabajos se han creado como resultado del estilo de vida actual, agitado y ocupado, en el que simplemente no se tiene el tiempo para cocinar o ir a hacer las compras necesarias para sobrevivir. Para este problema de soberanos, los negocios han contratado a empresas que se dedican a manejar a comisionados para que realicen estas tareas. La verdad, sé que este tipo de servicios han beneficiado mucho a personas con capacidades diferentes o a quienes no pueden enfrentarse al mundo exterior por estar en una situación vulnerable, pero pienso que a veces es bueno salir y caminar un poco, experimentar con la cocina, en fin, distraerse un poco en el mundo terrenal, no en el de las redes sociales o el de la televisión. Sólo ver el mundo y disfrutarlo, o también odiarlo. Es importante recordar que el poder experimentar nuestra existencia ya es un gran privilegio.
Considero que vivir en el presente es importante, pero también pienso que debemos reflexionar acerca de qué tipo de presente se está viviendo: uno en el que debemos tener todo en un segundo, o uno en el que podamos disfrutar de la espera, de la expectativa. Se pueden aprovechar los momentos de espera para hacer una infinidad de actividades, mientras se carga el video, mientras llega nuestro paquete o mientras el otro contesta nuestro mensaje. Si aprendemos a disfrutar de esos lapsos en los que estamos con nuestros pensamientos, quizás podamos conocernos mejor, tener ideas revolucionarias o descubrir maravillas en las calles o en nuestro mismo hogar. Tal vez eso ayude a las personas de hoy a relajarse un poco y a ser más pacientes.
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