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Edmund Yeo y la exploración de los silencios | Después de la pantalla #02

Suicidios de amor

Después de la pantalla #02, una columna de Diego Maenza


Los protagonistas de Yeo hablan poco, y en esas prudencias condensan sus dramas que se perfilan desde los más sutiles hasta los más cargados de intenciones. Cuando sus personajes dialogan, observan menos de lo que declaran sus silencios. Es como si el idioma doliera por inconsecuente, como si el lenguaje fuera un instrumento hostil del cual no vale la pena servirse. Exploremos estos silencios a través de cuatro cortometrajes del director malasio.

Kingyo presenta en dos planos paralelos la historia de un triángulo amoroso. Destaca la forma y el ensamblaje. La doble pantalla maximiza el drama y revela la profundidad de los protagonistas. Pese a que el recurso no es explotado en su totalidad, destaco su capacidad de atrevimiento y de cómo se puede conmover prescindiendo de banda sonora. Kingyo está basada en el cuento “Canarios” una historia de Yasunari Kawabata con guion del propio Yeo. El canario de la historia de Kawabata, en la película es reemplazado por el pez dorado japonés.

Kingyo

En Suicidios de amor son tres los protagonistas en el cortometraje: una madre, su hija y una ausencia. La madre que cuida de su niña es presentada en una rutina paradojal en la cual se evidencia sus carencias y la vida humilde de la ruralidad o de las periferias. Cada mañana y cada atardecer la mujer recibe una nota misteriosa mediante la cual acoge observaciones, indicaciones y hasta regaños en torno al trato de la niña. La pequeña se sume en un estado de melancolía, y accede a los contornos de la soledad al moverse en la riberas cercanas. En la paradoja de la presencia-ausencia que vive junto a ellos y los acompaña desde la invisibilidad, también se perfila el peso del sino que los somete. ¿Una representación mental del abuso? ¿Una metáfora de no haber superado un duelo? ¿Una alegoría que desarrolla un drama que podría terminar en tragedia? Si hay algo que reprocharle al corto sería la elección de escenarios que denota la carencia de un presupuesto para pulir una fotografía aceptable, pero que maximiza el carácter independiente y la capacidad e interés en promover una historia. Al igual que Kingyo, Suicidios de amor es una adaptación libre de un relato de Kawabata.

Suicidios de amor

Exhalación se convierte en una declaración de amor post mortem. Un seppuku de la urbe. Un harakiri contemporáneo. Sus temas: el dolor, la tristeza, el duelo. Una joven asiste al funeral de un amigo, y luego, junto a otros, filosofan en torno a la existencia. A mi opinión, el diálogo más logrado es el siguiente:

—Esta ciudad es tan tranquila.
—¿Eh?
—Nada.

La aparente simplicidad de este corto diálogo, intercalado con el bucólico paisaje japonés, condensa la naturaleza melancólica de las protagonistas y expresa mucho más que cualquier disertación filosófica. Remarco la condición de tristeza, definida desde el inicio por el uso del blanco y negro, y que salta en breves ráfagas de tonalidad.

Exhalación

Finalmente, Inhalación narra el fragmento de un desacuerdo amoroso. Una joven insatisfecha le roba dinero a su novio para marcharse hacia Japón en busca de días mejores. Pasadas las semanas es deportada, y retorna a su lugar de origen para ser recibida por el joven a quien decepcionó. Un choque de perspectivas sobre las posibilidades sociales y las complejidades de las relaciones sentimentales que detona hacia el exterior. El estruendo del desencuentro, el crujir de una ruptura amorosa en la noche taciturna. Inhalación no es el ruido diario de la urbe, es el silencio nocturno de sus avenidas, callejones y puertos.

Inhalación

Los cortometrajes de Yeo intentan resaltar esa necesidad de comunicación que escapa de las palabras, que las rechaza por resultar inservibles en los contextos de conmoción interna. Ni siquiera los gestos delatan una intención aproximativa para transmitir; los gestos también son secundarios. La necesidad de los espacios sin ruidos para detener el tiempo en el sigilo, aunque sea para encontrarnos con lo hórrido del ser. No para discurrir innecesariamente en galimatías filosóficos sino para reflexionar en nuestras naturalezas misteriosas y complejas. El agua es un componente común que traspasa las historias de Yeo, al igual que ese pez dorado (leitmotiv en Kingyo) y que aparece al final de Inhalación, y tan similar a esos vasos comunicantes hechos de agua (calma, apacible, silente, pero además profunda y peligrosa) que también susurran, película a película, tratando de respetar los silencios.