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El crimen como elemento | Después de la pantalla #07

Después de la pantalla #07, una columna de Diego Maenza


El detective Fisher ha regresado a Europa procedente de El Cairo para ayudar a resolver el caso del llamado asesino de la lotería, un sangriento criminal en serie que asola los alrededores de las ciudades derruidas de una Europa en decadencia.

Fisher, después de muchos años de estar fuera de servicio, se sumerge en la mente del homicida y comienza a utilizar técnicas poco convencionales, continuando las directrices que su mentor Osbourne ha consignado en una suerte de manual criminológico titulado El elemento del crimen, y siguiendo sus propios instintos y obsesiones. Cuando profundiza en el caso, Fisher comienza a perder su propia identidad y a confundir la realidad con sus elucubraciones. Lars von Trier utiliza elementos de la narrativa de cine negro para crear una atmósfera de tonos sepias y claustrofóbica.

Fisher, interpretado por Michael Elphick, se nos dibuja como un hombre solitario y atormentado por su pasado. A medida que la investigación avanza, Fisher comienza a obsesionarse con el caso, a perder su sentido de prudencia, y a sufrir una profunda crisis de identidad. Es un personaje complejo, que está lejos de ser el típico detective duro y astuto de las películas de cine negro, y por el contrario, se muestra como un hombre vulnerable que lucha contra sus propios demonios internos y que se siente cada vez más aislado del mundo que lo rodea. La actuación de Elphick logra transmitir con gran habilidad la complejidad emocional del personaje y su angustia interna.

Fisher tiene una obsesión con el asesino en serie que está persiguiendo, un bestial ejecutor cuyas víctimas son niñas y jóvenes vendedoras de billetes de lotería, y su enfoque en el caso comienza a afectar su vida personal y profesional. Al profundizar en la mente del asesino, el detective comienza a perder su propia identidad y proyecta sus propias inseguridades y temores al confundirse con el criminal, amenazando su propia cordura y estabilidad mental. Esta tensión dramática impulsa gran parte de la trama. Nuestro personaje parece tener un pasado de heridas que lo ha dejado emocionalmente vulnerable, y lo ha conducido a suprimir pensamientos y emociones aparentemente traumáticos. La obsesión de Fisher con el caso puede ser vista como una forma de evitar enfrentar su propio dolor y su pasado.

Los personajes que rodean al detective son en su mayoría marginales, incluyendo a las prostitutas y al personal de un burdel, así como a quienes pernoctan en la morgue. Se presentan como elementos atmosféricos más que como personajes plenamente desarrollados, lo que enfatiza la sensación de aislamiento y alienación que experimenta Fisher. La mayoría de estos personajes secundarios están desesperados, solitarios y en busca de una conexión humana, que los hace reflejar de alguna manera el estado emocional del personaje principal.

Un rito denominado la inmersión es ejecutado por un grupo misterioso que se dedica a realizar una terapia experimental en la que los pacientes deben sumergirse en sus propias obsesiones y traumas para superarlos. En la inmersión se utiliza técnicas poco convencionales, como la hipnosis y la proyección de imágenes, para llevar a los pacientes a un estado alterado de conciencia que les permite explorar su subconsciente. Los integrantes que practican la inmersión se presentan como miembros de una organización secreta y exclusiva.

No obstante, uno de los personajes secundarios más notables es el mentor de Fisher, el ex detective Osborne, quien aparece como una figura paterna para el detective más joven. Esta interacción podría ser vista como una exploración de la relación entre maestro y discípulo. Fisher sigue las enseñanzas de Osborne, pero también busca superarlo y convertirse en su propio maestro, lo que sugiere una lucha por la autonomía y la independencia en la búsqueda del significado.

El ambiente opresivo de la película se vincula con la atmósfera general de la misma, que es de pesimismo y desesperanza. La fotografía oscura y amarillenta ayuda a crear una sensación de claustrofobia y de opresión constante, que refleja la lucha interna de Fisher por entender y detener al asesino. La utilización de los tonos sepias también es una parte importante de la película, ya que enfatiza la naturaleza peligrosa y aterradora del entorno en el que se desarrolla la trama.

Como individuo, Fisher se encuentra en un estado de alienación y aislamiento. Este proceso de desconexión y pérdida de identidad puede ser interpretado como una consecuencia de la sociedad moderna, que puede dejar a los individuos sintiéndose aislados y desconectados. La lluvia constante que cae en la ciudad en la que transcurre la historia puede ser vista como una metáfora de esta sensación de alienación y desconexión.

La obsesión de Fisher con el caso y su separación de la realidad pueden ser interpretadas como un ejemplo de la condición humana, es decir, la idea de que los seres humanos están condenados a luchar con el significado y el propósito de su existencia. Fisher parece estar buscando un sentido en su trabajo y en la captura del asesino, pero su obsesión lo lleva a un lugar oscuro y aislado. Busca resolver el caso de asesinato no solo para atrapar al criminal, sino también para darle sentido a su vida y encontrar su propósito en el mundo. Su obsesión por la investigación se convierte en una búsqueda existencial, y su desesperación por encontrar al asesino refleja la necesidad humana de encontrar algo significativo en la vida.

Pese a que la presencia del asesino de la lotería permea por toda la película, en El elemento del crimen, no hay un antagonista claramente definido que se oponga directamente a Fisher, y el conflicto principal de la película es interno y se relaciona con la lucha de él para mantener su cordura mientras se adentra en la mente del asesino en serie que está persiguiendo. El escenario en el que transcurre la historia, una ficticia ciudad europea, industrial y oscura, funciona como un antagonista ambiental que contribuye a la sensación de alienación y aislamiento que experimenta Fisher.

El jefe de la policía, Kramer, interpretado por Udo Kier parece ser un personaje autoritario y controlador, pero a medida que la trama avanza se vuelve más colaborativo con Fisher. 

El elemento del crimen nos coloca ante una sociedad decadente, oscura y desolada. La película se presenta como una exploración profunda y desgarradora de la mente humana y del lado más siniestro de la sociedad, lo que se refleja tanto en la atmósfera angustiante  como en la fotografía cuidadosamente elaborada, por medio de las cuales Lars von Trier se adentra en temas como la obsesión y la búsqueda de una identidad en un mundo moderno cada vez más deshumanizado.