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El inmortal de Borges | F es de Fantástico #08

F es de Fantástico #08, una columna de J. R. Spinoza


La única certeza que tenemos es la muerte. Claro, está el relato de Jesús el Cristo, de Siddharta Gautama Buda y otros iluminados que si bien son la excepción a la regla: “Todo lo que nace debe morir”, también son historias más cercanas al mito que aun hecho comprobable. Morir es tan cotidiano como nacer. ¿Cuántas personas fallecen al día?, ¿Alguien lleva la cuenta? (Encontré una página llamada Worldometer que lo intenta).

La idea que nos plantea Borges en su cuento, el primero que viene en su libro más leído, es la de un hombre que busca el río de la inmortalidad.

Debo confesar que me gustaría volver a hablar de este cuento, que considero mi favorito de todos los que he leído (hasta el 3 de abril de 2021 la cuenta iba en 504), cuando haya leído por lo menos el doble. Ver si mi perspectiva ha cambiado.

Por lo pronto y con mis poquísimas lecturas y solo 30 años de vida, me gustaría compartirles el por qué me gusta tanto.

El cuento es una historia dentro de otra historia. Nos narra como la princesa de Lucigne adquiere unos volúmenes de la Ilíada de Pope, de manos de un anticuario al que se le da cierto misterio (después se revelaría el porqué). Se menciona que el anticuario muere en un viaje y es enterrado en la isla de Ios. Dentro de uno de ellos, la princesa encuentra un manuscrito. Y leemos, al mismo tiempo que la princesa y todo aquel a quien ella decidió mostrarle, la historia de Marco Flamino Rufo, tribuno de legiones romanas quién escucha de boca de un jinete moribundo acerca de un río que concede la inmortalidad.

Otro es el río que persigo, replicó tristemente, el río secreto que purifica de la muerte a los hombres.

Flamino Rufo decide poner todo su esfuerzo y recursos en hallar el afluente. Es la madre de todas las búsquedas. Atravesando grandes dificultades y perdiendo hombres ya sea por cobardes, desertores o porque les alcanzó la muerte.

Fatigamos otros desiertos, donde es negra la arena; donde el viajero debe usurpar horas de la noche, pues el fervor del día es intolerable… Algunos temerarios durmieron con la cara expuesta a la luna; la fiebre los ardió; en el agua depravada de las cisternas otros bebieron la locura y la muerte. Entonces comenzaron las deserciones; muy poco después, los motines.

Después de mucho esfuerzo y sufrimiento, Flamino Rufo logra dar con el río. Aunque no se da cuente inmediatamente. También se encuentra con Homero, que es uno de los inmortales. Descubre que el don que perseguía es también una gran maldición, pues la belleza de la vida radica en su finitud. El inmortal está condenado a repetir sus actos hasta la náusea. El encuentro con Homero es mi parte favorita del cuento, pero temo echar a perder la experiencia si cuento demasiado. Me gustaría que quien no ha tenido la oportunidad de leerlo, lo hiciera. En internet se puede leer gratis en la página de: https://ciudadseva.com/texto/el-inmortal-borges/

Me encanta cuando se despiden. Dice: Homero y yo nos separamos en las puertas de Tánger; creo que no nos dijimos adiós. ¡Claro! Los inmortales no acostumbrarían decirse adiós, porque de cualquier forma en algún punto tendrían que reencontrarse.

Sobre el final de la historia, con los datos que he dado podrían imaginárselo. No lo contaré.

Dejemos de ver a la muerte con miedo, es quizá un premio tanto como lo es la vida. Somos nosotros los que interpretamos la realidad y le damos sentido. Vivamos mucho para morir a gusto.

Estaré escribiendo sobre todos los cuentos que me gustan de Borges, que prácticamente son todos. Sobre su poesía, ya habrá columna acerca de “El golem” y “Límites”.  Por ahora es todo. Muchas gracias por leerme.