Miscelánea WAV #17, una columna de Enrique Chávez
Hace poquito, en realidad en la entrada pasada de esta columna escrita por su servilleta, estuvimos hablando sobre esas mixtapes-shitpost que revitalizan al género emo y nos obligan a llorar en altas horas de la noche. Bueno, tanta fue mi histeria con estos desmadres que yo también quise (quiero) armar una playlist. Si tienen experiencia generando y autoproduciéndose contenido en alguna red social, YouTube en este caso, sabrán que realizar este tipo de hazañas y recopilaciones-ediciones no es tarea sencilla; entre seleccionar qué carajos quieres mostrarle al mundo y jugarle al ingeniero de sonido para normalizar y mixear el audio de todas las rolas, cuajar una mixtape-video-antología requiere largas horas de tu vida, pero la neta es bien divertido y satisfactorio.
Para no hacer este pedo tan tedioso, y para ahorrarnos algo de energía, tuve que recurrir a mi viejo y mortal enemigo anti-comunista: Spotify. Revisando entre las más de 3,500 canciones guardadas en mi playlist, titulada superficialmente como “Post-todo”, me encontré con varias joyitas mexas que desde hace tiempo ya no me había chutado; pasando de Kumatora a Caravan Havana y regresando a Whalecoma y Johnny Pequeñín, el sentimiento de desdicha y energía posesiva es una de las cosas más dulces e identificables de la antigua/nueva ola del emo memejicano, y por supuesto que debían entrar en mi mixtape de pacotilla. Ya merito la tengo; nomás falta armar bien el nombre neo-depresivo y ordenar las rolas según una lógica de emociones y armonías, pero de ahí en fuera, cuando la tenga la voy a presumir porque somos frikis y hay que hacerle a la mamada. Está de más decir que verán esa mixtape algún día.
En fin, no venimos a hablar de mis pendejadas, sino de banditas. Dentro de todo este compilado de rolas, artistas y álbumes que he guardado en “Post-todo” desde el 2016 hay varios proyectos bien cabrones de los que seguramente hablaremos en otros textos; sin embargo, hay una banda en particular a la que le tuve cierta devoción en mis comienzos dentro de este pedo del emo/slowcore/post-shoegaze-noise: B 301. Aaah, qué buenas rolas se arman estos camaradas. Decirles camaradas me suena mucho más correcto en este sentido porque, escarbando entre las descripciones de sus álbumes y rolas en general, la banda está íntimamente relacionada con cierto pensamiento poético del chileno Vicente Huidobro y del mexa José Revueltas. Pinche viejo dialogando en drogas con perros: quién diría que saldrías en el Bandcamp de una banda (xd).
Lo que nos interesa: B 301 es uno de esos proyectos que resultan “desconocidos” si es que no estás muy metido en el trip de la escena noise de Naucalpan, Estado de México, pero que cuando lo descubres ya es imposible sacar de tu cabeza. Retomando algunas líneas/riffs que me recuerdan al Sonic Youth más amorfo tipo The Burning Spear, el sonido lento y bien estructurado de Duster o el emo noventero-hardcore de Sheregano, B 301 es una banda polifónica en donde todos los canales auditivos encuentran un sentido único, íntimo y profundo. Tenía un buen rato sin toparme directamente con la banda, pero debemos reconocer que su música es un pazón que nos sumerge en las aguas más entrañables del noise rock nacional.
Integrada por Alec, Miguel y Mau, B 301 sitúa su sonido en una miscelánea de encuentros entre lo telúrico, lo nostálgico y lo imprevisible. Con tal sólo un puñado de EPs, LPs y demos inquebrantables, destacando los magníficos Mi Yo Deficiente[1] (2018) y el homónimo B 301[2] (2020), la banda posee un estilo que nos es difícil de catalogar en cuanto a géneros convencionales, pero que es increíblemente reconocible y, hasta cierto punto, clásico dentro de los vaivenes de nuestra escena mexicana: madrazos cercanos al screamo provenientes de las voces, apartados mágicos de guitarras y bajos explotando o deteniéndose y ritmos depresivos que oscilan entre la paranoia y el desdén son la mezcla perfecta para que B 301 nos agarre desprevenidos desde un post-noise en el que abundan las experimentaciones y los mareos apresurados.
Una de las cosas más cabronas en B 301 es la improbabilidad genérica que sostiene cada uno de sus materiales y su vibra en particular. Si en Mi Yo Deficiente y Representaciones Aparentes[3] (2017) ya veíamos la faceta noise/slowcore de la banda, con esos pequeños destellos de descontrol centrado en los riffs-ritmos más marcados, su reciente material homónimo es una cosa loquísima y verguísima del shoegaze rasposo y pronunciado. Esta alteración de sonidos me recuerda muchísimo a esas primeras obras de No Somos Marineros (banda top mexa) o incluso a los Niño Mercurio de Argentina; existe una ligera capa que traspasa los ruidos intensos del noise y se funde con la brillantina del shoegaze, mostrándonos una de las grandes proezas de B 301: conducirse de un extremo a otro y jugar con lo mejor de ambos géneros en favor de una apoteosis sistemática, fluida y memorable.
La banda tiene ese toque cuasi-poético que personalmente me atrae muchísimo. Y no sólo hablo de la estructura de sus rolas, sino también de su estética visual-lírica. Desde nombres tan carismáticos y ambiguos como Abstracciones, Ventana, (Objeto perdido), Y salió por la puerta, 1959 o Sonidos aparentes, B 301 es una muestra indiscutible de profundidad y precisión post-mediática. Su música también es así; situándose en una especie de colapso subterráneo, la banda descompone sus instrumentos desde una periferia radiofónica donde la distorsión, la saturación y el espacio invaden la secuencia de cada rola. Los guitarrazos, los ritmos ácidos y los bajeos prominentes son clave fundamental en cómo B 301 establece su propia manera de hacer shoegaze-noise, atacando constantemente o relajándose según la focalización de su música.
Meternos a su construcción lírica también nos abre un nuevo camino para desprendernos de lo cotidiano y lo convencional. Siguiendo una tradición que se desarrolla de lo universal a lo íntimo, B 301 se avienta grandes imágenes a partir de una observación de lo humano, lo intangible y lo idílico: “Somos dioses, / somos sangre helada, / somos historia siempre inacabada, / (creo que vuelvo a recordar / que no hay nada aquí […]” (Es olvido); “Y al final, / no era lo mismo. / Sabíamos: / no es lo mismo” (Será de nuevo); “Todo lo que ves está interpretado / No puede haber / Si estás consciente duele más / Sólo despiertas / La nada es más nada cuando fue algo” (Abstracciones). Si bien la mayoría de sus rolas traen ese mix más ligado a lo instrumental, las letras de la banda siempre construyen un paisaje bien marcado hacia la conceptualización y la anagnórisis primigenia.
La neta me siento bien estúpido escribiendo sobre ellos porque en 2018 visitaron Tlaxcala y yo aquí de lerdo sin enterarme. Así pasa a veces: asistes al show, no asistes o después te enteras. Dejando de lado mis regresiones-frustraciones emocionales, hay que reconocer que B 301 es una bandota en toda su extensión. Sí, puede que haya bandas mexas más fieles a ese sonido “tradicional” del noise-shoegazero-emo, pero qué mejor que darle en la madre a los esquemas y hacer un sonido que sea tan atrapante y descarrilado como lo hacen estos compas. En líneas anteriores mencionaba que el sonido de la banda me parecía “clásico” y es muy neta: sólo una banda de Naucalpan sabe cómo trabajar el equilibro entre el desfallecimiento, la solemnidad, la potencia y el desmadre, y si se han topado alguna vez un house show de esos bien puercos y hermosos no me van a dejar mentir: B 301 es el ejemplo perfecto de cómo adaptarse a un ambiente de mutaciones constantes y un sinfín de posibilidades creativas que desembocan en un sonido crudo, invasivo y altamente hipnotizante.
Y por si se lo preguntan después de todo mi choro, definitivamente van a estar en mi emo shitty mixtape como uno de los pilares más cabrones. Dense denso y conozcan a uno de los proyectos más sólidos del post-noise/shoegaze mexicano.
[1] https://b301.bandcamp.com/album/mi-yo-deficiente
[2] https://b301.bandcamp.com/album/b-301
[3] https://b301.bandcamp.com/album/representaciones-aparentes
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