Un ensayo de Christian Pedroza-Beltrán
…la espera, hay que entenderla como afirmación del presente, sin nostalgia del pasado ni temor al futuro.
Perder teorías. 2010, p 11
Introducción
Las sociedades actuales están inmersas en el afán de lo cotidiano, están esclavizadas y su amo es el tiempo. Abrir los ojos todas las mañanas se transforma en un suplicio para los individuos de la sociedad contemporánea, el afán no supone un disfrute de más y mejores bienes o servicios, supone un exceso de actividades y compromisos que dificultan el gozo y el descanso; la jornada laboral, el transporte masivo, los compromisos sociales, los medios de comunicación y la necesidad fabricada de adquirir riqueza son los cepos donde se atan con plena voluntad los individuos, el tiempo acelera de tal manera que no sienten ni el cepo ni el deterioro permanente de sus cuerpos y sus almas. El tiempo como recurso escaso se vende y se compra, está sujeto a las lógicas del capital. Algunos individuos asumen que el tiempo es un bien suntuoso, un bien que a mayor capacidad adquisitiva aumenta su demanda, están equivocados; para otros el tiempo es un bien de primera necesidad, un bien que no tiende al aumento de su consumo si aumenta el ingreso de los individuos, su disfrute es controlado y no viene de la mano con la acumulación, están equivocados.
El tiempo como recurso escaso, como bien de lujo o como bien de primera necesidad lleva a la esclavitud del presente, del ahora, de lo que está ocurriendo. La sociedad actual ha determinado desde las lógicas del capital que el tiempo solo puede ser entendido como el ahora, solo lo que les ocurre a los individuos en el presente puede entenderse como tiempo; los compromisos laborales, ciudadanos, familiares y recreativos se miden en tiempo del presente, es decir, lo que se dispone en un instante determinado por fecha y hora. El instante representado como la unidad de medida sobre la cual se intercambia el tiempo en el mercado ha llevado a los individuos a la tarea titánica de asir el tiempo, de controlarlo, de querer fabricarlo, de ir tras el tiempo que se va. Es así como surge la pregunta por el tiempo, el ahora, el presente ¿es algo que se pueda usar, vender o cambiar como lo exige el capital? Para responder a este interrogante lo pertinente es remitirse a los escritos del Profesor Esquirol (2009), en El respirar de los días señala que la tarea de ir a por el tiempo es una lucha perdida, la tarea no consiste en perseguir sino en estar ahí para el tiempo:
Nadie logrará, pues, asir algo que, por definición, jamás se detiene ni puede detenerse, como tampoco podrá agarrarse a ello. De ahí que, en tantos casos, el afán de vivir el presente malentendiéndolo como serie de inaprehensibles instantes concluya en la droga, que -paradójicamente- no es sino una manera de evadirse huyendo del presente. Pero ¿y si en vez de concebir el presente como una serie de instantes, lo redescubriésemos como un momento o situación que requiere respuesta? Entonces también se vería que la mejor manera de vivir el presente no es correr tras el tiempo que huye, sino ver y vivir la oportunidad que se presenta. (p. 12)
Si es el afán el que agobia y esclaviza, la forma de superarlo estaría dada desde su contrario, su opuesto. Pero ¿Qué es el afán? ¿Cómo opera el afán en las sociedades contemporáneas? Según la Real Academia de la Lengua (2020) el afán es un esfuerzo o empeño grande o un deseo intenso o aspiración de algo, entendido así, el afán no compele a los individuos, se convierte en una necesidad inherente que tienen los seres humanos, una necesidad de realización y consecución de metas u objetivos; sin embargo, el afán si es una obligación impuesta, el tiempo se agota y se malgasta si no se usa según lo dicho por el mercado, el afán es una necesidad inherente para lograr la realización de objetivos y opera como aliciente en los individuos. Entonces el opuesto al afán no puede ser el opuesto que propone la lógica del mercado, ya que este sería la desgana o la desidia. El contrario, el adversario del afán es entonces la espera, para enfrentar y capotear la dinámica acelerada del afán la espera aparece como punto de anclaje, si se vive acelerado y esclavizado, entonces se tiene que parar y esperar. Esquirol (2009) afirma que para detener el tiempo es meritorio esperar:
Nos es provechoso y saludable experimentar, aunque sea sólo a ratos, un tiempo lento. ¿Cómo? Sobre todo, parándonos un poco nosotros mismos: si nos detenemos, también el tiempo se detiene un poco; si nos serenamos, el tiempo nos imita. Hasta con sólo pensarlo… aunque, para pensarlo, primero se ha de parar –por eso se dice lo de «pararse a pensar». Por extraño que parezca, el tiempo, al pensarlo, se lentifica. Podría formularse así: «El tiempo, si lo piensas, se hace lento». (p. 13)
Hacer frente al ataque constante del afán desde la trinchera de la espera, con el parque vacío y la retaguardia comprometida se convierte en una tarea titánica. El mercado ha minado todas las esferas posibles relacionadas con el tiempo, el ciclo circadiano ya no significa nada para el individuo, el día y la noche están trastocadas y entenderlas como labor y receso implica ir contracorriente, para el capital no existe el descanso solo existe el trabajo y la plusvalía; la adaptabilidad del individuo a los ritmos impuestos por el mercado es natural, en una lucha por la supervivencia y el bienestar perder el ritmo sería desastroso, quedar relegado en el frente de batalla se traduce en la muerte. Los individuos han perdido el ritmo natural que los debería acompañar desde el nacimiento, las funciones biológicas y el relacionamiento social han sido transformadas por el mercado, es por esto por lo que el afán encuentra las líneas de resistencia débiles, el parque del cual se suministran los individuos ha estado vacío desde el nacimiento y la retaguardia sostenida por los otros está comprometida por el afán de llegar al frente, así sea pasando sobre sus propios camaradas.
El afán y la espera
El afán viene de la mano con el miedo a quedar rezagado, ya que el mercado dice que el tiempo pasa y el individuo solo tiene una oportunidad para aprovecharlo. El individuo ha malinterpretado el concepto del tiempo, ha introyectado la directriz del capital y entiende el paso del tiempo de las cosas como el paso del tiempo que ha de ser aplicable a él; las cosas, los objetos, los bienes se deterioran con el paso del tiempo, la obsolescencia ya sea programada o no, es aplicada tanto a objetos como a personas, el tiempo se acaba y es por esto por lo que el individuo debe afanarse en usar el tiempo de la mejor manera, es decir, la manera del capital. El paso del tiempo como deterioro es una máxima impajaritable, en los objetos el deterioro es sinónimo de fin, en los seres humanos el deterioro es sinónimo de cambio. Los objetos adquieren un velo y se pierden en el flujo del tiempo, los seres humanos van rompiendo el velo y ganan navegabilidad en el flujo del tiempo. Esquirol (2009) lo define de la siguiente manera:
Así pues, por un lado, el paso del tiempo es el paso de la vida (siendo la vida sujeto-protagonista) y, por otro lado, el paso del tiempo es desgaste de las cosas (que lo soportan pasivamente). Hoy se habla, en las escuelas de ingeniería y arquitectura, de la «vida de los materiales». Según lo que venimos diciendo, sería mejor hablar de su duración (o sea, del tiempo que mantienen su consistencia y sus propiedades: las piedras calcáreas duran menos que los diamantes), y no de «vida». (p. 38)
La espera no puede darse, está siempre latente el miedo en el individuo a perderse en el río del tiempo que arrastra a todo lo que no lleva afán. Los individuos han adquirido una pasividad, la acción que debería llevarlos a confrontar su paso en el tiempo está detenida por la asunción del tiempo como deterioro inexorable y no como deterioro transformador; el individuo pierde capacidad de acción y no atiende a lo que el tiempo le muestra, es el tiempo un factor permanente para los objetos y los sujetos, pero los individuos tienen la oportunidad de hacer frente al paso del tiempo desde la acción. El tiempo pasa, sucede, acontece, sigue su curso; los individuos deben hacerle frente al paso incólume del tiempo no desde ese transcurrir innegable sino desde la acción traducida en el paso de la vida. Para Josep María Esquirol (2009) el paso de la vida es la confrontación del paso del tiempo mediante la acción del individuo desde y hacia los otros.
El transcurrir del tiempo y el afán impregnado en él por el mercado resuenan constantemente en el individuo. El reconocimiento de que el tiempo nunca vuelve, que su oportunidad de uso es única e irrepetible convierte al afán en el mecanismo idóneo para aprovecharlo, por qué esperar si el tiempo no da espera, el miedo a perderlo todo hace que los individuos no quieran detenerse; las lógicas de mercado dictan que si un bien no es aprovechado otro usuario lo aprovechará, el tiempo se transforma en un bien privado, es excluyente esto debido a que el usuario que no paga el tributo al mercado mediante el trabajo no puede usarlo y es rival ya que si el usuario no usa el tiempo el mercado encontrará otro quien haga las veces de usuario y expulsará al usuario que se encuentra en la espera. El afán por usar el tiempo lleva a que los individuos no sopesen la calidad sobre cantidad. Para Esquirol (2009) el error está en entender el tiempo y su irreversibilidad como un defecto, lo irrepetible del tiempo debería ser el sostén principal para entender que calidad está sobre cantidad.
El individuo debe romper la relación que existe entre uso mercantil y uso del tiempo, esto debido a que el bien que pretende intercambiar el mercado tiene valor cero. El paso de la vida adquiere su rol protagónico, principal actor de la tragedia del afán, el tiempo es acción permanente de un individuo desde y hacia otros, no puede tener valor porque la acción de un individuo no puede intercambiarse o negociarse por la de otro; el tiempo asociado al paso de la vida tiene su núcleo en la unicidad, tanto personal como temporal, lo que ocurre pasa solo una vez y esa acción no tiene vuelta atrás, el mercado sostiene que la irreversibilidad hace pertinente el aprovechamiento con afán del tiempo, pero a lo que apunta la irreversibilidad es a actuar en el tiempo buscando la calidad del individuo y de los otros. Es por esto por lo que Josep María Esquirol (2009) afirma que “nos hallamos irremisiblemente emplazados en este sino maravilloso y a la vez trágico. Abismo de fascinación y de tragedia. Quizá sea ésta la única cosa importante que sabemos: todo es una vez y luego nunca más” (p. 53).
El tiempo se agota, es esa una máxima irrevocable a la que deben responder los individuos quiéranlo o no. Dos actitudes son reflejo de esa llamada que realiza el tiempo mediante su agotamiento, una es la llamada del remordimiento, el individuo es inquirido por las acciones del pasado y este responde con negación y rechazo hacia lo pasado; la otra es la llamada de la nostalgia, en esta el individuo responde con aceptación y añoranza hacia lo pasado. El azote constante del afán pone de manifiesto las llamadas del agotamiento del tiempo, el individuo solo puede responder con el remordimiento, el mercado le recuerda que el tiempo pasado fue mejor y que el tiempo del ahora está siendo malgastado. El individuo es oficiante de la ceremonia del afán, el mercado le recuerda que antes usó el tiempo de mejor manera y también le hace manifiesto que el presente está siendo subutilizado, lo único que no le dice es que el movimiento del pasado al presente fue trastocado no por la acción del individuo sino por la acción del mercado. El individuo inicia la salmodia y el mercado le responde con los salmos del afán.
Pasa la vida y con ella el tiempo que todo lo borra, lo único que puede contrarrestar la irreversibilidad del tiempo es la acción del tiempo sobre el individuo. El tiempo entrega un sinnúmero de posibilidades de actuación al individuo, es evidente que lo que fue no puede cambiarse, pero la particularidad del tiempo permite establecer un punto de referencia desde el cual actuar y cambiar desde lo que ya pasó; pasa la vida y los individuos actúan en ella por y para otros, en el pasado lejano quedan los remordimientos y la nostalgia, es irreversible el paso, pero previsible su continuidad. El afán que se contrapone a la espera ahoga a los individuos en las aguas de la noción de que el pasado no perdona, pasado irrevocable e inexorable; la espera no es un salvavidas, es una barca que transita por el río del tiempo, barca que tiene por remos el paso de la vida y la nostalgia, se mueve por el flujo constante de lo que fue, de lo que es y de lo que será. Para Esquirol (2009), aunque el tiempo cura lentamente es necesario parar y posterior a ello reparar en lo que hace el paso del tiempo con los individuos, no hay que perder el rumbo ni la identidad por adoptar un afán de olvido, el olvido debe ir acompañado de la espera, saber qué se debe olvidar.
Ahora bien, pueden los individuos olvidar y esperar en una sociedad altamente tecnificada que sostiene todo su andamiaje sobre el uso del tiempo y la inmediatez. El tiempo como recurso lleva a que los individuos valoren la sobre utilización del tiempo desde el afán, entre más tiempo usen en actividades relacionadas con la multiplicación del capital menos será el impacto en su capacidad adquisitiva; la gestión y priorización del uso del tiempo está supeditada a la lógica del mercado, el tiempo puede ser un recurso en el escenario de la economía, pero en el escenario de los individuos debe ser visto como una oportunidad de hacer y ser. El tiempo como concepto debe ir más allá de la concepción clásica económica, la propuesta desde Esquirol no pretende crear una sociedad de apáticos hacia el tiempo, pretende crear una sociedad donde el tiempo tenga un matiz más próximo al individuo.
La espera se ve truncada por el exceso de información, la inmediatez está presente en lo que hacen, ven y sienten los individuos. El parámetro de medición del paso del tiempo dejó de ser la relación entre el día y la noche, la emergencia de información actualizada hace que los individuos se vean conminados a trabajar y a estar con los otros respecto a la inmediatez de la información; no es posible en el mercado realizar un trabajo si este no está conectado con la red global de información y a su vez se hace imposible entablar una relación con otros si esta no está mediada por la mensajería instantánea. La espera no tiene cabida en la sociedad de la información instantánea, detenerse significa salir del circuito de la información, el trabajo no espera al sujeto que no está en línea, el amigo o la pareja no habla con el sujeto que no está conectado o disponible. Conocerlo todo de primera mano no supone estar atento al paso de la vida.
Olvidar la oportunidad de espera inmersa en el tiempo lleva a los individuos a aceptar la inmediatez y la sumisión laboral. Los ritmos de temporalidad están variando por la acción del mercado, la velocidad impuesta a los individuos hace que esperar sea una pérdida, en este caso una pérdida de tiempo; no hay momento en el ahora para detenerse o darse un respiro, si un individuo quiere salir del afán debe sopesar las posibilidades que le permite el mercado, un respiro o una espera en el mercado significa perder capacidad adquisitiva, por esto los individuos deciden darle un respiro a los otros, esto significa encerrar el yo y pasar el tiempo como lo ordena el capital. El paso de la vida, actuar para y por los otros significa dar un salto cualitativo, el tiempo no se pierde porque no es un bien, el tiempo se regala y se ofrece porque es un don.
Dar y ofrecer
El obsequio del tiempo libera del afán al que lo regala y al que lo recibe, es un ejercicio de liberación. El paso de la vida solo es evidente cuando el individuo actúa por y para otros, es por esto por lo que el regalo del tiempo se traduce en la forma básica de afirmar y hacer evidente la espera; la reciprocidad no emerge como un condicionante de la entrega del don del tiempo, si existiera una ley de intercambio el individuo caería en la lógica del capital, el tiempo se da sin más, sin esperar algo a cambio. La espera surge del don del tiempo, cuando el individuo da u ofrece el tiempo lo hace desde la serenidad y la lentitud. Para Esquirol (2009), el regalo del tiempo es entregado por el individuo desde la espera, el afán ocupa un segundo plano, el tiempo que es ofrecido a los otros solo puede ser entregado si se rompe el ciclo de la inmediatez, el ciclo del afán. El tiempo dado se convierte en un tiempo desde el cual se afirma la espera tanto del individuo que ofrece y del individuo que recibe.
El individuo debe afirmar su espera, debe vivir en el presente sin el afán por el mañana y debe olvidar el yugo del pasado malgastado. La espera en el presente significa estar atento a lo que el tiempo muestra, estar abierto a las posibilidades del ahora; el pasado forma al individuo que se encuentra en el presente y el futuro es un puerto que aún no se vislumbra, esperar en el presente no significa encierro, significa cuidado y cautela del paso de la vida. La barrera contra el afán no es alargar el paso del presente por el individuo, detenerse significa esperar con cuidado y atender a la situación, solo así el individuo comprenderá que debe ir más allá del presente y que debe quedarse en el pasado solo si lo hace desde la nostalgia que construye. Es por esto por lo que el tiempo del ahora es el tiempo de la espera, el tiempo del atender con cuidado mientras pasa la vida. Esquirol (2009) afirma que el individuo debe esperar para que con esto logre atender al presente, ahora es un instante que pasa de largo si el sujeto no actúa en la espera. La espera es afirmar el presente actuando de la mejor manera cuando el tiempo así lo indica.
El ofrecimiento del tiempo viene acompañado de la responsabilidad, es un regalo que supone conciencia de uso. El tiempo se agota, el tiempo debe aprovecharse mediante la acción por y para otros, el tiempo se debe dar y ofrecer son máximas que se han repetido hasta la saciedad en este escrito, en ninguna se evidencia la relación con la conciencia de su uso; los individuos tienen un fin establecido del cual no pueden desprenderse y si lo hicieran el tiempo ya no sería un regalo encomiable, la muerte pone en evidencia que el tiempo tiene un límite y su aprovechamiento debe ir acompañado de la responsabilidad. La muerte puede ser el fin de la espera, puede ser la espera final del individuo, saca a luz la finitud del ser humano, es una oportunidad de las muchas que entrega el paso de la vida. El individuo que se reconoce como finito aprovecha y actúa en el ahora sin temer a la muerte, la muerte es un garante de la calidad del ahora. Afrontar la muerte le entrega responsabilidad al individuo, la espera adquiere seriedad, se convierte en un ejercicio de valorar lo que debe acompañar o dejar de lado el individuo en el paso de la vida.
Promesa y resistencia
Entregar y ofrecer el tiempo se convierte en un ejercicio de esperanza, la espera es una promesa que se hace por y para los otros. El pasado, el presente y el futuro están íntimamente ligados por la acción o aprovechamiento de las oportunidades que entrega el paso de la vida; esperar como manifestación del individuo que aprovecha y proyecta el tiempo se traduce en una labor de planificar el futuro, el individuo espera y sale del círculo del afán no para detenerse y vivir en la apatía, se detiene para atender a lo que le anuncia el paso de la vida y con esto planificar y construir un futuro con otros. El afán moldea las percepciones y motivaciones de los individuos, al no existir espera se hace imposible fabricar un porvenir sensato, ya que planificar y construir requiere un tiempo que el mercado no admite. La espera es la válvula de escape cuando el afán agobia al individuo, al carecer de un momento de reflexión el individuo no puede planificar ni construir un futuro, el porvenir es incierto, ya que el vivir desde el afán solo garantiza el hoy pero no el mañana. Esquirol (2009) afirma que la existencia del futuro está dada por el presente, es por esto por lo que la promesa del porvenir solo se puede construir desde un presente donde el individuo realizó el acto de la espera.
El catalizador de la espera es la paciencia, el individuo debe resistir y hacer frente a los embates del mercado. En un mundo gobernado por el afán es indispensable la espera soportada en la paciencia, entendida esta como fortalecimiento de una postura y defensa sobre el presupuesto del porvenir; la acción del individuo expresada en el paso de la vida se une a la paciencia, el individuo actúa en el momento indicado cuando la vida así lo pide, no se afana por actuar ya que espera con paciencia el momento propicio para salir al encuentro de los otros. El regalo del tiempo que el individuo hace a los otros, lo hace con la esperanza de un porvenir que se cimenta en la espera con paciencia. El encuentro con los otros se da en el momento del regalo de la espera, prometer el tiempo significa que el individuo le endosa su futuro al otro, el otro individuo al reparar en el regalo ya está en la espera y con ello está endosando su tiempo en forma de promesa. Es por esto por lo que Esquirol (2009) dice lo siguiente:
Un presente sin promesa, sin palabra, es -paradójicamente- un presente sin presencia. Hacer del presente el presente de la palabra es dotar el tiempo -a la vida- de enjundia ética. Y, vista así, quizá sea ésta nuestra capacidad más sublime. (p. 165)
Es aquí donde aparece la idea de cultivar el huerto, un arte que se caracteriza por la acción y la paciencia constantes. La espera significa acción constante con el propósito de hacer notable el paso de los individuos por la vida, es un ejercicio de planificación del porvenir y por último supone un acercamiento a los otros; cultivar la huerta sintetiza los planteamientos de Esquirol; el cuidado de la huerta supone acción constante sobre lo cultivado, paciencia para esperar la época de cosecha, resistencia hacia las adversidades del tiempo o de la mano del hombre y supone un acercamiento al presente, reafirmar el ahora mediante el trabajo y la acción orientada.
Referencias
- Esquirol, J. (2009). El respirar de los días Una reflexión filosófica sobre el tiempo y la vida. Barcelona: Paidós.
- Esquirol, J. (2018). La resistencia íntima. Ensayo sobre una filosofía de la proximidad. Barcelona: Acantilado.
- Padilla, M. (2020). Josep María Esquirol. “El movimiento más radical y más humano es el de cuidarnos”. El País. https://elpais.com/ideas/2020-07-18/josep-maria-esquirol-el-movimiento-mas-radical-y-mas-humano-es-el-de-cuidarnos.html
- Prada Londoño, M. (2015). Esquirol, J. La resistencia íntima. Ensayo sobre una filosofía de la proximidad. Franciscanum. Revista de las Ciencias del espíritu 58(165) 383-389. Universidad de San Buenaventura, Bogotá, Colombia.
- Vila-Matas, E. (2010). Perder teorías. España: Seix Barral.
Más historias
La tragicidad como estrategia de resistencia | ENSAYO PIRATA de Ángel / Alexandra de García
Iconografía del espejo: límites y posibilidades de los marcos de reconocimiento en la Venus de Francisco de Quevedo y Diego Velázquez | ENSAYO PIRATA de Víctor González Astudillo
Poéticas espectrales/fantasmáticas: a propósito de la violencia y el silencio en Julián del Casal y José Asunción Silva | ENSAYO PIRATA de Víctor González Astudillo