Foro Verde #09, una columna de Julieta Pirez Rendon
El avance de la ciencia y la tecnología nos ha otorgado herramientas que hoy en día son imprescindibles como los teléfonos celulares inteligentes, computadoras y tabletas. Con la llegada de la pandemia de COVID-19, el uso dichos dispositivos y plataformas de comunicación simultánea para mantenernos en el trabajo y la escuela desde casa, es ahora parte de la cotidianidad de millones de personas en el mundo, pero… ¿qué tan sostenible es para el medio ambiente esta nueva normalidad, cada vez más dependiente de los medios digitales y la Internet? Algunos recientes estudios nos llevan a reflexionar al respecto.
Las universidades de Yale, de Purdue y el Instituto Tecnológico de Massachusetts realizaron un estudio titulado “The overlooked environmental footprint of increasing Internet use” sobre la cada vez mayor huella de carbono producida por el uso intensivo de Internet. Los investigadores explican que dicho uso tiene una huella de carbono que va de 28 a 63 g de CO2 equivalente por gigabyte (GB), mientras que su huella hídrica y terrestre varía de 0,1 a 35 L / GB y de 0,7 a 20 cm2/ GB, respectivamente.
De acuerdo a otro artículo del diario el País “¿Cuánto contamina enviar un tuit, hacer una búsqueda en Internet o ver un vídeo de Youtube?”, una búsqueda en Google supone al menos una emisión de entre 0,2 gramos de dióxido de carbono, así como visualizar unos diez minutos de vídeo en YouTube, un gramo; cada correo almacenado en la computadora genera unos diez gramos de CO2 al año y aunque esto parezca una minucia, como en dicho artículo se señala habría que recordar los millones de dispositivos puestos en marcha y que hacen millones de estas acciones por minuto.
Dejar este ritmo digital acelerado no es posible, ya que debemos continuar con las restricciones de movilidad y distanciamiento social, pero lo que se puede hacer es aminorar los efectos negativos con acciones tan sencillas como prescindir de la cámara cuando no es indispensable en las conferencias online, reducir el consumo de video de alta resolución y evitar acumular cientos de correos electrónicos; estas son pequeñas gestiones, pero si millones de personas en el mundo se unen a realizarlas, se hace una buena diferencia.
Por otro lado, es importante recordar que no toda la responsabilidad ambiental del uso creciente de Internet debe recaer en los usuarios, la parte más relevante la tienen las grandes compañías. En ese sentido Tesla había anunciado su intención de aceptar como forma de pago la Bitcoin, sin embargo, su director ejecutivo Elon Musk ha decidido que esta acción ya no se llevará acabo señalando que el uso de esta moneda virtual conlleva cantidades de energía considerables que podrían acarrear impactos ambientales negativos, lo que tiene sentido cuando consideramos que Tesla se vende como una empresa cuya misión es avanzar “hacia un futuro con cero emisiones”. Además, una publicación en la revista Nature Communications llamado “Policy assessments for the carbon emission flows and sustainability of Bitcoin blockchain operation in China” advierte que, la minería de Bitcoin en China genera emisiones que podrían contribuir al cambio climático, lo que se prevé es que este consumo energético alcance su punto máximo en 2024 con 130 millones de toneladas métricas de emisión de carbono.
La nueva normalidad altamente dependiente del uso de Internet es una realidad que ha llegado para quedarse, incluso después de concluida la actual pandemia la tendencia marca que podrían consolidarse modelos híbridos de actividades presenciales y virtuales, lo que vuelve necesario continuar con base en la sostenibilidad digital, pero apenas se está generando una conciencia al respecto.
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