Fragmentos de líneas fantasmagóricas #09, una columna de Juan García Hernández
Esta vez, nuestro principal objetivo brota de la necesidad de aproximarnos a la siguiente pregunta; ¿es posible encontrar una escritura viva, heterogénea y multidimensional que permita acompañarnos pese a lo absurdo, adverso y caótico del mundo contemporáneo?, cabe delimitar la complicada pregunta anterior en virtud de dos temas que serán nuestros faros a lo largo de nuestra meditación. Por un lado, trataremos de examinar la práctica artística de Marcel Broodthaers, centrando nuestra atención en un proyecto cinematográfico realizado en 1969, dicha exploración se apoyará en algunas ideas de la artista mexicana Verónica Gerber. La segunda cuestión que trataremos nace a partir de un ensayo escrito por Olivia Teroba, quien propone redefinir el sentido de migración para vincular distintos lenguajes y escrituras. Finalmente, comprobaremos de qué modo la pregunta por el mundo implica ensanchar nuestra concepción de lectura y escritura.
Teñir nuestro mundo contemporáneo con los adjetivos: absurdo, adverso y caótico, sin duda puede garantizar una vía para acercarnos a los acontecimientos que constituyen nuestra época, no obstante, en la medida en que transitamos entre los distintos espacios que moldean nuestro entorno, nos encontramos con eventos que difícilmente podemos caracterizar, definir o simplemente nombrar, pues ahí donde somos testigos de tragedias, injusticias o de sacudidas que rompen la tierra, las palabras parecen no alcanzar para sostener nuestra pisada y justamente en la bisagra de este escenario desalentador y vacío encontramos la obra de Marcel Broodthaers, como intuye Verónica Gerber, “Imposible frenar la violencia y el absurdo, inevitable pensar que el gran tropiezo estaba en la palabra, en todo lo que escapa de ella. Justo entre el decir y el hacer. Ese espacio ininteligible […] era el lugar en el que él cifraba la transformación de su escritura”[1]
Por ahora no vamos a recorrer la obra de Marcel, pues nos llevaría por caminos tan diversos entre sí que fácilmente nos perderíamos en la singularidad de su producción, tan solo diremos que fue poeta, cineasta y artista plástico. En 1969, el artista belga pone en marcha, La Pluie (Projet pour un texte) que puede traducirse como La lluvia (Proyecto para un texto), en esta película se muestra a Marcel tratando de escribir pese a que la lluvia borra constantemente la tinta. Al final, el artista deja la inscripción que da nombre al film.[2]
Lo interesante de la obra no descansa en los objetos de los que se ocupa Marcel sino en registrar un determinado acto, que a juicio de cualquiera podría pasar como una acción irracional y sinsentido, aunque para Broodthaers escribir en medio de la lluvia implica un esfuerzo por arribar a la anulación del sentido, es decir, las palabras y el lenguaje pueden no tener sentido y aún así conservar su fuerza, a estas alturas podemos preguntarnos, si el objetivo del artista es la abolición del sentido, entonces, ¿cuál es el material con que trabaja?, podemos responder que su material es justamente la nulidad de la palabra, el vacío mismo, y como podemos sospechar bajo tal perspectiva la razón se doblega. Y como sugiere Verónica Gerber; “El secreto no yace en el fondo de lo visible o legible sino en la migración de su sentido, en el caos y la incongruencia, ahí donde van a dar las cosas con las que no sabemos qué hacer”[3] En función de la última cita, nos parece bastante propicio reflexionar sobre el lugar que ocupan aquellas cosas con las que decidimos no lidiar, debido al desorden que ocupan o simplemente porque no alcanzamos a verlas, es decir a volverlas legibles, pero ¿cómo leer un mundo que parece ya no sostenerse en palabras?. Si seguimos la propuesta de Marcel Broodthaers, comprobaremos que, si un mundo ya no se sostiene gracias al sentido que el lenguaje confiere, en consecuencia, debemos buscar alternativas que permitan leer las múltiples caras de una misma palabra, es decir abrirnos paso a múltiples dimensiones en donde la palabra no es únicamente una grafía, ni tampoco un elemento que conforma un alfabeto ya establecido, sino una imposibilidad que nos invita a lidiar con nuestro abismo. Sin embargo, este camino largo de algún modo estaría condenado a eclipsarse;
“[…] Broodthaers trató de establecerse en ese espacio que se evapora antes de conseguir que sea real. Cancelar su poesía fue una forma de desdibujarse […] ahí estaba la palabra, lo escrito, lo pintado, aunque era ilegible. La obra de Marcel es un ejercicio de no-lectura […] Aceptamos el mundo como admitimos los sentimientos más abstractos, que siempre son pero no están. El mensaje de Broodthaers disociado entre partes irreconciliables, corriendo el riesgo de esfumarse. Anclado en su propia efervescencia terminaría siempre por desaparecer”[4]
El caso del artista nacido en Bruselas en 1924, como hemos tratado de mostrar nos conduce rumbo a un lugar donde las palabras ya no pueden leerse, sin embargo, en este particular eclipse de las palabras vemos nacer un nuevo astro. O al menos este es el modo en que Olivia Teroba nos sugiere pensar cuando en su ensayo especulativo titulado, Personas mirando el cielo, anota; “Pienso en otras escrituras como astros, esa luz que ocurrió hace millones de años y ha atravesado el tiempo para llegar a nosotros. En las civilizaciones que han buscado mensajes en el cielo”[5]. En virtud de esta última cita, Olivia nos invita a repensar el modo en que podemos unir en constelaciones aquellos astros así como alguna vez alumbraron las noches más oscuras de las antiguas civilizaciones, pero claramente aquellos astros definidos ya no bajo una acepción astronómica, sino como escribiría Gerber al referirse al artista que examinamos previamente; “Marcel comenzó a hablar en una lengua distante, cada vez más y más holgada […] Broodthaers es un planeta distante cuya órbita aun nos pone en duda, su traslación es reflejo de una imposibilidad […]”[6]
Si la escritura de Broodthaers se suspende ante nuestra mirada como un cuerpo celeste distante que deja tras de sí un reflejo de imposibilidad, surge la pregunta, ¿cómo podemos ligar dicho astro con los otros astros que cada uno de nosotros identifica en su propio camino, quizá la respuesta más favorable la brinda Teroba cuando dice: “Quisiera poder, yo también, retomar lo que escribo de otras historias. Intento imaginar una literatura común, que salga del solipsismo. Pensar en resonancias, reflejos: una escritura viva […] Una escritura que te recuerde cada tanto mirar a tu alrededor, mover tu cuerpo, pensar en otros”[7]. La clave para establecer una literatura común, en un mundo que ya no puede sostenerse en las palabras radica justamente en sepultar la idea de una literatura única, solipsista y unilateral, como si Juarroz, Borges, Nietzsche, Broodthaers estuvieran separados por extremos irreconciliables, quién puede garantizar que a lo largo de mi proceso de lectura aquellos autores no yacen conectados entre sí por una constelación que he decidido volver un cuerpo, y este cuerpo no es otro más que el mío, y así como los demás cuerpos que conforman nuestro presente, sus desplazamientos, movimientos y centros ya no deberían quedarse en un solo lugar sino migrar, esto es; “enunciar desde centros múltiples. Desplazarse de uno a otro”[8]
Para concluir, nos queda subrayar nuestro fracaso al intentar responder nuestra pregunta inicial; ¿es posible encontrar una escritura viva, heterogénea y multidimensional que permita acompañarnos pese a lo absurdo, adverso y caótico del mundo contemporáneo?, pues más allá de brindar alternativas para agotarla, hemos descubierto que dicha escritura viva y multidimensional descansa en el cuerpo de cada uno, en usted estimado lector, es decir, que asumir nuestro mundo en compañía, implica esforzarnos en generar vínculos y líneas que permitan trazar nuevas constelaciones, sumarnos al reflejo de otros abismos, ya lo decía Juarroz en un poema de su Séptima poesía vertical: “[…] Dos palabras son ya el abismo / Una palabra puede abrir una puerta / Dos palabras la borran” Queda intentar conservar la huella entre dos palabras para acompañarnos en tiempos difíciles. Cierro con la siguiente reflexión de Olivia Teroba:
“Pienso que es posible imaginar lenguaje y prácticas que sean una suerte de compañía, que nos inviten a retroceder, respirar, a apreciar y por lo tanto a cuidar la memoria de lo vivo”[9]
Referencias
- Gerber, V. (2017). Mudanza. México: Almadía.
- Teroba, O. (2021). Personas mirando el cielo. En J. Cárdenas, D. Franco, & M. e. Fusco, En una orilla brumosa (Verónica Gerber Bicecci ed., págs. 125-135). México: Gris Tormenta.
[1] (Gerber, 2017, pág. 76)
[2] Para dirigirse al vídeo: https://youtu.be/EHhigM53ILw
[3] (Gerber, 2017, pág. 83)
[4] Ibidem, p.85
[5] (Teroba, 2021, pág. 132)
[6] (Gerber, 2017, págs. 81-82)
[7] (Teroba, 2021, págs. 128-129)
[8] Ibidem, p. 130
[9] Ibidem, p.135
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