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Nimic, o los autómatas de la modernidad | Después de la pantalla #01

Después de la pantalla #01, una columna de Diego Maenza


Luego de que Lars von Trier logró hacer descender a Matt Dillon hasta las profundidades del infierno en La casa de Jack, Lanthimos lo condena al purgatorio de la apatía.

Se ha dicho que Nimic es una película sobre el aburrimiento y sobre la fractura de la identidad. Yo la veo como la épica perdida de las individualidades zombificadas ante el absurdo cotidiano.

Nimic en rumano significa nada.

La repetición del diario vivir como un Doppelgänger a nuestro acecho. La suplantación de esas aparentes individualidades que siempre implosionan de manera igual, sin resistirse ante el absurdo existencial.

El Doppelgänger de la modernidad no necesita parecerse en físico, ni siquiera ser del mismo sexo: requiere únicamente consolidar la actuación mecánica del día a día.

Y eso no es un escollo. Incluso en los gestos y roces mecanizados de la intimidad. La sonrisa autómata y desconcertante de Patakia ante los aplausos del público es una genuina representación de la nada. La realización personal como parte de esa invocación al desperdicio consuetudinario.

La desesperada imploración del personaje al ir perdiendo su propia identidad:

Niños, díganle a su madre quién es su verdadero padre.
¿Cómo lo vamos a saber? Solo somos unos niños, responden con sabiduría.

Una sombra de Canino asomando es esas mentes infantiles condenadas a forjarse en la misma repetición.

Con tomas cerradas y claustrofóbicas (el metro, la casa, la habitación, el teatro), los sobresaltos del violonchelo, la absorbente actuación de Daphne Patakia, Lanthimos perfila una historia sin nombre ni apellido, que puede ocurrir en cualquier parte del mundo. Guion coescrito con Efthymis Filippou (responsable también de Canino, Alpes, Langosta, El sacrificio del ciervo sagrado). Corrijo: Una historia que efectivamente ocurre en todas las partes del mundo.

Después de La favorita, Yorgos Lanthimos se redime con Nimic y logra exhibirse en su máximo esplendor.