7 poemas de YERANDY PÉREZ AGUILAR. #Poesía Cubana
PR1MERA LÍNEA: Catálogo Curado de Poesía Internacional
Si yo me llamara Rea Galanaki
Si yo me llamara Rea Galanaki
nacida en 1947
ya no estaría aquí. Nunca tendré 74 años.
Mucho, y muy bueno sería
llegar a los 50 conteniendo los caldos de mi cuerpo.
Pero mal vamos él y yo
que a los 30 soy un surtidor de lágrimas.
Ojalá mi madre no compre estos versos en las ferias de Heraklion
ni en ninguna otra parte
ya lo ha perdido casi todo en la vida
como para sufrir la prematura orfandad de hijo.
Mejor margaritas, para la espera
tréboles, para la esperanza
mirra, para el alma extraviada…
En algunos casos es mejor no saber
el “desaparecido”
mantiene un cómodo romance con los que esperan
y es, además, tradición familiar
huir con el Secreto, de una isla
a otra isla.
De todas formas, es voluntad de los dioses
que una de esas mañanas, en que mi madre bruñe las cazuelas
junto a las cenizas del hogar
con los gatos maullando entre sus piernas varicosas
llegará un muchacho de sandalias doradas
con voz de oficio
a requerir los honorarios del barquero.
Los “desaparecidos”, tarde o temprano
navegan el Estigia.
Ego
Mi madre teñía túnicas al lado de las termas
mi padre juró: “con el escudo o sobre él”, y volvió
sobre el escudo.
Nací en una pobreza suave
donde no sobró nunca una golosina
ni faltaba un plato de legumbres de estación.
El país que recibí estaba roto
sembrado con la sal del enemigo.
Carecí con la fe de que era salvable
y mi generación trajo tierra fértil de ultramar.
Ahora estoy cansado
para Cruzadas oceánicas
y mis hermanos prefieren no cargar la tierra
sino habitarla.
Me faltaron esos extremos que te facilitan ser feliz
o ser genial
y sin embrago me obstino en poetizar estas vivencias
cuando el molino no muele
ni los lobos intentan mutilar el rebaño.
Por qué los sueños
por qué el insomnio
por qué los versos que niego haber escrito
mientras el Señor me exige abanicar su palanquín de nubes.
Yo
yo no necesito arcilla ni estilete
otro será el dueño de estas manos.
Hijo mío
Árboles, solo troncos chorreantes de sabia tibia
estaban predestinados para ti
el aplauso del público, el golpe suave de la fusta en tu patica
y la paliza en el establo.
Me he cuidado bien, no existe el mínimo riesgo de que conozcas
esta luna roja sobre el río, este aire gordo, este pasto mudo…
Para mí he dejado el sembradío, las alambradas, la estaca y la antorcha
la reducción de la manada, la reducción de la moral
la reducción de la memoria
la memoria prodigiosa de un elefante simbólico.
Hijo mío
el tábano, el calor
y el cementerio, serán mis experiencias.
Sean tus rodillas siempre blancas.
La marcha
De dos en dos
como las malas noticias
como los latigazos
como los parpadeos nerviosos de las mujeres de la aldea
cuando los pesados troncos superan nuestras fuerzas.
No hablamos
no nos miramos
el parpadear es lento, espaciado, como el calor del verano
y el paso del sol sobre nuestras vidas.
Pero yo si lo miro, retraso mi parpadear
dejo el ojo izquierdo muy abierto clavado en su parpado derecho
hasta que lo abre
lentamente, como la erosión de una piedra
y allí está mi ojo
mi lágrima de esperar su mirada contra viento y arena
yo, una masa gris y cóncava
distorsionado en su pupila árida.
Me ve, pero no me mira, mi compañero en la marcha
la otra punta del tronco.
Un espasmo estremece sus orejas, aparece una humedad en su retina
cuando pasamos por frente del cementerio
pero la marcha es recta, hacia el aserrío.
Hoy no, camarada
todavía no.
Samsara
En Potala
cien monjes barren
coloridos mandalas de arena
y los nenúfares de la esperanza
se recogen, lentamente
en capullos de resignación.
Ha muerto el niño perfecto
con todas las marcas en la planta del pie.
En La Habana, algo está naciendo
¡y viene de culo!
con los talones percudidos.
Un escarabajo empuja
una gigantesca bola de estiércol
de un lado a otro de la ciudad.
La “cosa” trae doble, triple
cuádruple circular al cuello…
El final de la historia:
el alumbramiento muta a suicidio
(nada extraordinario en La Habana).
Tenía el cráneo hendido
y los miembros contrahechos
no hubiese dado ni para tañer
las campana de Reina.
Se entiende el desastre:
hacía mucho que no nacía nada.
Se barre todo
y se prepara nuevamente el útero;
una orden es una orden:
si no es nuestro el nuevo Lama
de nadie será.
Ingenuidad
Ay, muchacho, te han tomado el pelo…
Allá, en aquel lugar donde las almas flotan sin asignación ni pedido
sin sexos ni colores.
Te han prometido el paraíso anticipado
y no está aquí. Busca, busca por toda la casa, por todo el jardín
sube a lo alto del molino de viento
y si puedes sube un poco más y mira los 360º del horizonte.
Verás que te han tomado el pelo
cuando veas humo en los cuatro puntos cardinales
una tierra renegrida
y mujeres calvas amamantando corderos ciegos.
Baja, ya es tarde, allá arriba aún se ve el sol pero aquí ya está oscuro y frío
como deben estar las bases de todas las cosas.
Baja, porque te han tomado el pelo y ya no puedes volar
ni yo puedo salvarte de esos bultos que se mueven
lentamente hacia nosotros.
En la penumbra parecen mujeres
aunque a veces cantan como sirenas y a veces balan como corderos.
Benditos los perros
-Soy Alejandro Magno.
-Y yo Diógenes el perro.
Benditos los perros, amigo
porque no pueden ver el mundo color de rosa
y porque son predecibles y muerden justificadamente.
Benditos los perros porque odian a los gatos injustificadamente
y matan a los gatos justificadamente.
Bendito el instinto visceral de los perros
ellos no se acercan jamás a nadie que no sea bueno
a veces reciben una patada en el hocico injustificadamente
pero siempre es la patada de una persona que ha olvidado que es buena
y se ha vuelto perro
y un perro muerde justificadamente.
Benditos los perros porque se lamen sus propias heridas
el lomo se les pone como un serrucho
la barriga como un odre lleno de gusanos
los codos arrugados y lampiños
las uñas gastadas, sin dientes, sin rabo
y van a buscar sin llamar la atención
como un fantasma anticipado
el mejor lugar donde pudrirse
sin fastidiar a nadie.
Yerandy Pérez Aguilar
Yerandy Pérez Aguilar (Pinar del Río, Cuba, 1990). Tiene publicado el poemario “bitácora de un paria” (Editorial Primigenios, 2021). Textos suyos aparecen reseñados en revistas cubanas y extranjeras, así como en las antologías La casa por la ventana (Proyecto Arte Cuba, 2012), Bicentenario de Gertrudis Gómez de Avellaneda (Sevilla, 2014), Catalejo II (Ediciones Loynaz, 2018) y Las piedras clamarán (Ediciones La Luz, 2021).
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