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Sobre los intelectuales SIMPS que no mojan a nadie | Hola! Ciudad-Ano #03

Hola! Ciudad-Ano #03, una columna de José Natsuhara


Estos últimos años he presenciado – con curiosidad y asco – cómo en las redes sociales los artistas y lectores hombres (incluso varios que ya echan canas) se han convertido en lo que la Internet ha dado bien en llamar simps. El adjetivo simp, aún proveniendo del territorio del meme y sobretodo de las dinámicas de los servicios de streaming, me parece más que adecuado para describir a hordas de «caballeros» y «seductores» aplaudiendo en el ámbito del arte cualquier cosa que digan o hagan las mujeres, simplemente por el hecho de ser mujeres. Evidentemente esta conducta busca obtener el favor de las féminas mediante la hipocresía y la repetición de una cierta corrección carente de todo pensamiento (corrección que, contra lo que algunos digan, es precisamente la que menosprecia e infantiliza al sexo opuesto). Leyendo al filósofo coreano Byung Chul-Han, he encontrado una suerte de explicación al fenómeno; en «La expulsión de lo distinto», este señala: «De la sociedad actual es característica la eliminación de toda negatividad. Todo se pulimenta y satina. Incluso la comunicación se satina hasta convertirla en un intercambio de complacencias.» Y es que en efecto, en la actualidad las redes sociales han distorsionado toda dinámica interpersonal; ahora es impensable exponer un diálogo donde se expresen ideas opuestas o haya una narrativa rica en perspectivas (incluso ello en el terreno de la coquetería). Se ha reemplazado la discusión inteligente para la conquista amorosa, por meros slogans repartidos a modo de comentarios ramplones.

He preguntado a varias amigas lo que realmente piensan sobre estos hombres, más allá del cómo suelen reaccionar a sus comentarios en redes (muchas son diplomáticas, entendiendo aquí la diplomacia como la reacción aprobatoria al halago). Algunas afirman sentirse verdaderamente halagadas y apoyadas; pero la mayoría me ha confesado que si bien les parece gracioso que haya un interés tan vacuo en sus quehaceres, sí restan toda posibilidad de contacto sexual o pasional con aquellos caballeros. Es decir, que no los toman en cuenta, precisamente para un intercabio erótico serio. A propósito de ello Byung Chul-Han también menciona más adelante en el mismo texto, que con esta manera de relacionarse, no hay posibilidad alguna de erotismo y de seducción. «Los tiempos en los que existía el otro se han ido. El otro como misterio, el otro como seducción, el otro como eros, el otro como deseo, el otro como infierno, el otro como dolor va desapareciendo.» Esto porque lo que atrae es «lo otro», y la seducción es justamente el choque maduro, el juego verdaderamente vivo y ardiente, de las ideas e imágenes (a veces contradictorias) que bailan a la par de la pareja. Lo que sucede, es que ahora muchas mujeres no entran en contacto con un «otro» con su propio caracter y color mental, entran en contacto con un eco, a lo mucho con un loro. No encuentran mayor diferencia entre ese sujeto, y una selfie.