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10 poemas de ARTURO HERNÁNDEZ GONZÁLEZ | PR1MERA LÍNEA: Catálogo Curado de Poesía Internacional

7 poemas de ARTURO HERNÁNDEZ GONZÁLEZ. #Poesía Colombiana
PR1MERA LÍNEA: Catálogo Curado de Poesía Internacional


Directiva ministerial 029 de 2005

Como en contrabando de miserias hartas
vuelve uno a pasar los ojos por la crónica:
La ropa, la suma de las inalteradas huellas,
el eco fragmentado de los huesos, la criba,
lo absurdo, la carroña material de las falacias,
el exhaustivo acomodo de la muerte, el drama.

Y entonces cae un digito que muela todo.
Reduce lo infinito del dolor y de la ausencia,
a un solo breviario de inciertas dimensiones
que consigna las masacres como algo lógico.
Pero el poema que dice lo que calla la palabra
recupera los perdidos rostros, de lo inaceptable.

Víctima

Intentó esconder
la pesada moneda de su sangre,
postrando su alma
ante las criaturas de su pensamiento.

Caminos de tierra, patios de escuela,
conventos y noches desnudas,
fueron lugar suficiente para casarlo con la muerte.

Sus asesinos hablaban una lengua
mal aprendida en libros, en plazas y deshecha después
en el barro y la montaña.

Le dispararon buscándole la boca.

Palabras no hubo más.
El roto corazón de la materia no abundó como los días.
La cruz que le debían, la olvidaron.
La tumba está perdida entre los himnos de la patria.
Solo la lluvia la visita para hacerla florecer.

Verdugo

Sabemos el porqué de la tristeza
que ensuciaba las campanas,
cuando por órdenes de arriba
no podían doblar.
De las víctimas
(más de 100.000 y todavía contando[1])
no se sabe aún su dónde, su cómo ni su hasta cuándo.
Concluimos que la enumeración
de los arrebatados trabajos de la muerte,
debería ser considerada un crimen
y no solo un testimonio.
Pero al desconcierto de los masacrados
de nada sirve la procrastinación.
Dejad hablar entonces al verdugo.
Quizá lleguemos a saber
sobre qué dolor incognito nos paseamos,
sobornados con el leteo sofisma
del cese de la horrible noche.

[1] Según el Centro Nacional de Memoria Histórica de Colombia, más de 80.000 personas fueron víctimas de desaparición forzada entre 1970 y 2018. Cálculos correspondientes al mismo periodo de tiempo, establecen una aproximación de más de 24.500 víctimas civiles, como producto de masacres en el país. La Jurisdicción Especial para la PAZ (JEP) estima que podrían censarse más 15.000 víctimas de ejecuciones extrajudiciales desde 1979 ya que no es infrecuente que se descubran nuevas fosas comunes relacionadas con este tipo de práctica cada año. 

Una palabra

Con la frente en el abismo sin saberlo.
María Mercedes Carranza

Una palabra te llevó
más allá del extravío.

Sólo el silencio te ha devuelto
al dulce dolor de tu presencia.

Una inútil palabra que podría,
como oxido de sílaba desnuda
como canto inexorable de la nada
como ahorro inexhausto de la vida

como tristeza malcriada y derruida
saber mejor que tú que no alcanza
el ruido de las letras solamente
para hacer del paraíso El Paraíso,

porque para el Poema somos poco
más que una embarcación de hueso.

Breviario

Nunca estoy a gusto en lo inmediato,
solo me seduce lo que me precede (…),

los innúmeros instantes en que yo no fui.

Cioran

Hay algo anterior a mí que no conozco:
Algo hondo que en mis orígenes se niega,
algo que ignora indiferente mi naturaleza.

Hay algo anterior a mí que no vislumbro,
algo que la contingencia de la muerte sabe
pues en el revés del ser guarda su nombre.

Hay algo anterior a mí que me hace daño:
Lo incierto; no es y es, lo que hubiese sido
si por nacer no hubiese sido aquí arrojado.

Hay algo anterior a mí (es un misterio):
Mis pensamientos fluyen hoy contra mí tiempo
y se varan en un límite en el que Dios ha escrito

Un infinito breviario de lo incierto
en el que se repite la memoria y el olvido
como algo atroz e inmerecido que no vivo.

Y Nadie ha comprendido

Los árboles mueren en pie
sobre su sombra,

y es un silente olvido
la palabra que no dicen

por respeto a los muertos
que a sus raíces lloran.

La Carta Robada

La vida es esto que muere.
María Mercedes Carranza

En la longitud siempre enferma de la noche
aposto mi mano en ruinas sobre un espejo leve.
El dolor es un eco del grito primigenio; nunca ausente,
que cifra la cuenta regresiva hacia mi íntimo desastre.

El recazo de la luz sangra mi herida
con un álgido dolor que nunca miente.

La esperanza de hallar mis huesos vivos en la carne
se pudre inútil en la ceniza paulatina quees el hombre

Escucho la voz del tiempo aullar mi nombre…
Repetir hasta el más hondo cansancio un verso breve:
Sucede entonces que la vida es esto que se muere,

Y que la música secreta de mi alma
es la más inexorable e infinita muerte.

Hibakusha[2] y el proyecto Manhattan

No son pocos los peligros
que sobre la piedra arguye
el profeta enceguecido.
Debe saber decir su enfado
y su tristeza pura, sin erratas.

Pero su voz está azul también
debido al sacrificio innecesario
que implican sus doctrinas…

Aplica entonces su garganta a la tarea
de remediar la luz, con fuego.

[2] Las víctimas supervivientes de Hiroshima y Nagasaki son llamadas hibakusha, palabra que traduce literalmente “persona bombardeada” y que comporta desprecio.

Lengua Franca

He intentado escribir el paraíso.
Ezra Pound.

Comparto el destino de la yesca:
Crezco a expensas del árbol de la vida.
Rasgo la piel marchita y hundo mis manos en su savia bruta
solo para besar después la humedad azul de su llaga infinita.

Habito este hogar entre la arena:
Mis pasos son el camino que pronuncian los desconocidos
y mi sombra es la patria de otros hombres ausentes de su vida.

Comparto el destino de las crepitaciones:
El fuego abraza los rincones de mi cuerpo como si fuese hambre
y hace crecer aves en mí, que escapan y llueven humo y cenizas.

Habito este manantial entre la roca:
Mis huellas son un mineral distinto de la metonimia de la sal
…Mi alma es como una gota de agua que cae sobre el mundo
                                                                            hasta romperlo.

Desaparecido

Eligió socorrer los colores de la tarde
con sus manos agujereadas por la sombra
y el testimonio de diez palmos de sangre
que aullaban sobre una tierra ajena y rota.

Lo llevaron hundiéndole promesas
en el mismo corazón que le quebraron
sin dejarle decir la verdad de sus palabras.

Junto a otros, no sabidos, lo arrojaron
encajándole un polvo pesado en las ideas
y una roída disculpa que jamás le dieron.

Pero llevó consigo colores a la muerte,
que solo conocía entre la noche y el alma
el pensamiento de su corazón y el leve
goce del atardecer: la misma hora cada día.


Arturo Hernández González

Poeta, docente, traductor y escritor colombiano. Su obra poética ha sido ampliamente difundida y publicada en reconocidos medios hispanoamericanos. Su trabajo literario ha sido incorporado en múltiples antologías de narrativa y poesía, mereciendo reconocimientos y premios en Colombia, México y España. Es autor de los libros Olor a Muerte publicado por la Red Distrital de Bibliotecas Públicas (BibloRed, 2011; 2012) y Breviario de lo Incierto (2017). Dirige desde 2013 la Revista internacional de cultura y artes Noche Laberinto.