OXIB NOJ #13, una columna de Eleázar Adolfo Molina
¿Un sueño de libertad? El 2 de febrero se conmemora un aniversario más del “Acta de pronunciamiento de Quetzaltenango”, documento que daba vida al Estado de Los Altos.
La historia nacional de Guatemala tiene un gran velo de misterio, de preguntas sin respuestas y sobre todo de censura. Desde el mismo 15 de septiembre de 1821, pasando por la Federación Centroamericana, los gobiernos liberales, Estrada Cabrera y Ubico, la Revolución y Contra Revolución, añadiendo el conflicto armado interno y nuestro día a día.
1838 era un año convulso para la Federación Centroamericana, disputas de las clases dominantes para poder controlar todo, una guerra civil en el Estado de Guatemala que desangraba el oriente y el centro. Anarquía, debilidad. Gálvez contra Carrera. Carrera contra Morazán.
En medio de este tornado de sucesos y sangre, un 2 de febrero de 1838, se enarbolaba la bandera de la libertad por parte de la elite que controlaba la ciudad de Quetzaltenango.
La ciudad en los primeros días estuvo sola ante esta aventura estatal. Fue hasta el 5 de febrero que las alcaldías de San Miguel Totonicapán y Sololá se unieron formalmente al Estado de Los Altos.
La villa de Suchitepéquez, que en la división geográfica de aquella época formaba parte del Departamento de Sololá se unió a la causa altense, al prometérseles convertirlos en departamento, situación que traería beneficio a Mazatenango, Cuyotenango y Retalhuleu.
Para Arturo Taracena Arriola, “Queda claro que la ciudad de Quetzaltenango fue la que se pronunció en favor de convertirse en Estado aparte del de Guatemala y que su propósito inicial consistió en convencer a los otros departamentos altenses (Totonicapán y Sololá, incluido en este el partido de Suchitepéquez) de seguir su ejemplo”.
Los primeros dos puntos de aquella acta mencionan: “1°. Los habitantes de esta ciudad, se segregan del Estado de Guatemala, hasta que el congreso federal decrete la formación de un Sexto Estado”.
Sin embargo al segregarse la ciudad quedaba indefensa, por lo que en el punto dos del acta reza que “Entretanto que esto se verifica, el pueblo se somete a la protección de las autoridades supremas federales de la Republica y será regido por un gobierno provisorio”.
El naciente Estado se ponía bajo la protección de Morazán que en aquel momento había negado apoyo a Gálvez para controlar a los montañeses, permitiendo el ascenso de Rafael Carrera, situación que lamentaría después.
El día 5 de febrero se forma un ejecutivo compuesto por cuatro miembros, Marcelo Molina Mata por Quetzaltenango, Félix Juárez por Sololá, Joaquín Mont Prats por Totonicapán y José Tomás Sacasa por Suchitepéquez.
Para el historiador altense Oscar Soto “la creación del Estado de Los Altos, fue un hecho histórico, político, económico y social dentro de la Federación Centroamericana; que pese a su importancia no se le ha dado un lugar dentro de los programas de estudio de nuestra educación nacional”.
Arturo Taracena Arriola menciona que la historia del Estado de Los Altos “es principalmente la historia de una élite, porque los promotores y actores de esa gesta histórica fueron en gran medida los miembros de las élites departamentales de la región de Los Altos, compuestas por una minoría de criollos y ladinos”.
El 2 de febrero se conmemora el pronunciamiento de una ciudad contra una anarquía y un sistema que no era acorde a sus deseos. El inicio de un sueño de libertad que intentó dos veces más levantarse.
No es correcto decir que Quetzaltenango fue un país. Quizás si los acontecimientos históricos que sucedieron después de aquella memorable fecha, hubiesen sido distintos, que aquel Estado de Los Altos se hubiese mantenido, hoy probablemente seriamos una nación de las que componen el istmo centroamericano. Fue un trámite administrativo, equivalente en nuestros días al que se realiza para la creación de un departamento.
Sin embargo la importancia de aquel acontecimiento histórico es incuestionable. Por primera vez se debatió la idea de suprimir el monopolio político, económico y administrativo que ha tenido la capital. Al no tener solución se opta por la creación de un nuevo Estado.
Ese acto de segregación, de tomar en manos propias los destinos de una región fue suficiente para que quedará una herencia en la psiquis de la sociedad altense. El orgullo viene desde se momento, de las batallas posteriores y de los martirios que se sufrieron por la causa del Estado de Los Altos.
Dicho sueño de libertad debe ir más allá en nuestros días y no quedarse a ser el nombre de una barra que cada semana apoya a nuestro equipo de futbol. Al ser la segunda ciudad del país, en la coyuntura en que vivimos hoy en día, le debemos el coraje de luchar por nuestros ideales, por mejorar nuestra ciudad a los altenses que enarbolaron las ideas de la libertad.
Nostálgicamente vemos como la ciudad sucumbe ante la indiferencia y el olvido, no solo de las autoridades en turno, también del quetzalteco. Desconocemos nuestra historia, somos indiferentes ante problemas que nos atañen a todos como sociedad.
Una muestra de gratitud al legado del Estado de Los Altos, debe ser retomar el liderazgo a nivel nacional, con líderes políticos, con artistas plásticos, músicos y poetas. Vivir realmente la cuna de la cultura y dejar de vivir en el pasado. Independizarnos de toda indiferencia y levantar de nuevo un nuevo teatro, un nuevo palacio municipal, una nueva torre a Centroamérica.
Los altenses somos románticos por excelencia, pero ese romanticismo no debe traducirse en el letargo en el que nos encontramos. ¿Qué dirán de nosotros en 183 años? ¿Hablaran de nosotros o seguirán hablando de aquellos valientes que sí hicieron historia?
Los sueños de libertad, desarrollo y justicia, vienen de la mano con la palabra trabajo. El orgullo debe traducirse en acción. Los Altos no es el pasado que quedó sepultado por las balas del ejercito de Carrera, Los Altos somos nosotros, luchando día a día por ser mejores.
Más historias
La Risa: Desmitificando el Poder y Aligerando las Cargas Sociales | F es de Fantástico #33
La filosofía detrás de Full Metal Alchemist: Brotherhood | Té de guion #37
Europa como pesadilla | Después de la pantalla #09