Un ensayo de Christian A. Pedroza-Beltrán
Introducción
Las sociedades actuales se han construido como un conjunto de ideologías e identidades particulares que se amalgaman sobre la distinción de deberes y la adquisición de derechos. La constitución de una identidad y pertenencia a una comunidad es un carácter fundamental en las sociedades contemporáneas, son los cimientos que sostienen a la sociedad actual; la identificación y posterior reconocimiento de un grupo le permite a este ser partícipe de los beneficios representados en derechos, pero también hace que el grupo sea imputable de unos deberes para con la sociedad. La cohesión de las sociedades actuales se ha soportado sobre el reconocimiento de la identidad y la garantía de los derechos adquiridos al ser parte del conjunto societal. La garantía de cohesión solo puede ser garantizada por el imperio de ley y desde este se sostiene la distinción del individuo en la sociedad, pero este presupuesto es desvirtuado cuando un elemento ajeno entra al conjunto ya previamente formado; el elemento extraño pretende adquirir las distinciones inherentes por ser parte del conjunto, pero se generan choques, no en el fundamento legal sino en el fundamento empático del conjunto.
La incursión de elementos nuevos a un grupo constituido puede alterar el orden y las directrices sobre las que descansa la cohesión, se presenta un choque entre propios antiguos y propios nuevos. En el contexto de las sociedades actuales se puede evidenciar este choque de elementos del conjunto societal representado en el rechazo a los inmigrantes, a los pobres, a las personas de orientación sexual diversa, solo por mencionar los más relevantes; se podría señalar sobre la base de las afirmaciones anteriores que el rechazo se presenta por el desconocimiento de la pertenencia a la sociedad de dichos grupos. El sentimiento de rechazo viene acompañado con la búsqueda selectiva de razones para separar al grupo rechazado del entorno inmediato del grupo rechazante o restringir la garantía de los derechos adquiridos al ser parte de la sociedad. El rechazo es el sentimiento que predomina en las sociedades actuales, donde la garantía de la individualidad y la pertenencia a un grupo son el deber ser, pero donde reina el imperio del desconocimiento del otro y su identidad.
El presente escrito tiene como objeto exponer una fenomenología del rechazo y su posible aplicación al plano ético. La delimitación del rechazo como objeto de un estudio fenomenológico surge con el afán de entender si este acto de conciencia en una empatía negativa o si se configura como un acto particular con características específicas. Para elaborar el estudio se iniciará con la delimitación del concepto de rechazo, con esto se busca delimitar el campo de intervención del rechazo y cómo este afecta al individuo; el rechazo será estudiado en clave fenomenológica con resonancias éticas, se buscará exponer el fenómeno y mostrar la relevancia en el campo ético. El presente escrito tomará de referencias los planteamientos desarrollados en fenomenología sobre la cuestión de las emociones y la empatía y los planteamientos sobre las emociones y su carácter ético.
Para definir el rechazo se tomará el concepto trabajado por la teoría de la motivación (Maslow, 1991) y la relación directa del rechazo con la consecución de las necesidades básicas del ser humano. Las necesidades básicas del ser humano están directamente relacionadas con el mantenimiento de una vida estable, tanto fisiológica como socialmente, son requerimientos insalvables a la hora de desarrollar actividades vitales; la necesidad de sentido de pertenencia se configura como la categoría esencial de la constitución de la vida en comunidad del ser humano, desde ella se explica la necesidad inherente a ser parte de un grupo, una familia o una comunidad que guarde una relación de origen común con todos los miembros. Existe una necesidad básica de sentido de pertenencia que es inherente a todos los sujetos que conforman una sociedad, necesidad que no puede suplirse en las sociedades actuales por el desconocimiento sistemático del individuo, desconocimiento traducido en el rechazo. El rechazo expuesto en términos de relación entre un yo que rechaza y un yo que es rechazado admite un estudio fenomenológico que permita entender cómo es el proceso de aprehensión de este acto de conciencia.
Sobre la empatía y el rechazo
El estudio en clave fenomenológica del rechazo debe partir de los postulados formulados sobre la fenomenología de la empatía. El estudio fenomenológico de la empatía (Stein, 2004) expone la aprehensión de las vivencias ajenas, apercibimiento del vivenciar ajeno, configurándose como la capacidad de notar en el otro; la empatía vista en clave fenomenológica sienta sus postulados en la distinción del yo originario de la vivencia y el yo no-originario de la vivencia, existe una relación de duplicación del yo. La distinción realizada en el campo de lo trascendental muestra el carácter esencial de la fenomenología de la empatía, el otro no está incorporado al mundo fenomenal del sujeto que realiza el acto empático, existe una distinción marcada entre el yo sujeto de la empatía y el yo sujeto que realiza la empatía. La duplicación del yo en la empatía se da por el hecho de que el acto originario que genera el proceso de aprehensión se forja en un yo independiente al yo que busca empatizar, ese acto originario automáticamente se vuelve no-originario.
Al realizar la distinción entre un yo de la vivencia originaria y un yo de la vivencia no-originaria, aparece el carácter de presencia de los yoes inmersos en el proceso empático. El experimentar la vida psíquica ajena plantea un problema de contenido en lo referente al cómo se percibe ese vivenciar, es decir, la forma en la cuál es dado; se hace necesario mencionar que la empatía no es percepción externa, guarda con la percepción el carácter de presentación, pero se deslinda de ella todo esto debido a que lo que empatiza el yo con la vivencia no-originaria no es algo que le sea dado en sí, algo que tenga frente a él, no empatiza al yo con la vivencia originaria. Lo empatizado es la vivencia originaria que en el proceso de empatizar se convierte en no-originaria. La similitud guardada entre percepción externa y empatía hace visible el carácter de presencia de los yoes, el yo empatizado debe estar en el mismo lugar y tiempo que el yo que empatiza. La empatía es la vivencia del vivenciar ajeno y ese vivenciar lo ajeno supone la ruptura de la mismidad del yo presente en otras aprehensiones.
Aprehender la vida anímica del otro equivale a aprehender el sentir del otro, sentir diferente en cada individualidad. El sentimiento empatizado guarda una relación de similitud en su carácter identitario con el vivenciar originario, lo empatizado en ambos casos, en el yo de la vivencia originaria y en el yo de la vivencia no-originaria, se traduce en un sentimiento constituido; la empatía no debe entenderse como un medio para igualar o imitar los sentimientos de otro, la empatía tiene su fin al experimentar el vivenciar ajeno, un vivenciar que nunca podrá ser idéntico en los yoes inmersos en el proceso empático, el sentimiento que se trae a empatizar es un sentimiento diferente al sentimiento ya empatizado. La particularidad del paso de un vivenciar originario a un vivenciar no-originario supone una ruptura en la unidad del sentimiento. Notar algo en el otro no admite un comportamiento de imitación o una relación de suposición, admite una relación de aprehensión del vivenciar ajeno desde mi vivencia, el yo sabe lo que siente otro yo, pero no es capaz de sentir con la misma intensidad.
Reflexionando sobre las particularidades presentes en el modo de darse del fenómeno se puede inferir una relación entre empatía y rechazo. En los estudios realizados por Stein (2004) en lo referente al problema de la empatía se exponen dos conceptos que permiten encontrar una relación entre el concepto de empatía y rechazo. El primer concepto expuesto es el de la empatía negativa, en esta se da el paso de un cogito que suprime el sentimiento empatizado, existe una inclinación hacia un sentimiento previo que no permite el surgimiento de un sentimiento empatizado. La reiterabilidad de la empatía es el segundo concepto trabajado, así como se puede empatizar un sentimiento también se pueden empatizar empatías, el yo que aprehende empáticamente puede aprehender los actos empáticos del yo originario del acto empático. Tomando de punto de referencia los planteamientos expuestos sobre la empatía se puede decir que esta guarda relación con el rechazo en: la duplicidad del yo en el proceso, el carácter de actualidad y representación, la discrepancia a la hora de experimentar el vivenciar ajeno y en la intensidad del sentimiento de rechazo.
El rechazo y su forma de darse
La necesidad de sentido de pertenencia presente en los seres humanos los predispone para establecer contacto con sus iguales, el rechazo aparece cuando la búsqueda por suplir esta necesidad es alterada. Al poner el mundo entre paréntesis (Husserl, 1986) se obtiene la cualidad pura de la vivencia y se expone el proceso de aprehensión con mayor rigurosidad. La descripción del fenómeno debe seguir una rigurosidad que no solo permita entenderlo en su totalidad, sino que también evite los posibles reparos que se hagan a la descripción del fenómeno. El rechazo entendido como barrera para suplir la necesidad de sentido de pertenencia se configura como una relación entre dos sujetos, la existencia del rechazo se configura como una relación entre un sujeto que busca suplir la necesidad de sentido de pertenencia y un sujeto que impide suplir la necesidad. El entendimiento del rechazo como una barrera para suplir la necesidad de sentido de pertenencia se traduce en la negación de ingreso a un determinado grupo. Las relaciones entre sujetos están en su gran mayoría mediadas por la pertenencia a grupos, esto se hace visible en la variedad de grupos que componen una sociedad, existen grupos de sujetos con lazos sanguíneos, grupos de sujetos con un sentimiento de amor común o grupos de sujetos con un objeto afín.
En el rechazo se desarrolla un proceso que guarda similitud con el proceso de la empatía, el yo que busca ser aceptado es diferente al yo que niega la aceptación. La duplicación del yo llevada a cabo en el rechazo guarda con la empatía la relación de vivencia originaria y vivencia no-originaria, la vivencia del yo que rechaza es no originaria y la vivencia del yo rechazado es originaria; el yo que rechaza lo hace sobre la percepción de la vivencia del yo que es rechazado, existe el paso de una vivencia originaria del que es rechazado a una vivencia no-originaria del que rechaza. En el plano de los grupos que guardan un rasgo de similitud sanguínea se puede evidenciar la relación de rechazo, un niño que pierde a su padre en la guerra ejerce el rechazo hacia su padrastro, la percepción del sentimiento de amor expresado por el padrastro no es empatizada por el huérfano, es evidente que el huérfano aprehende el sentimiento de amor que se refleja en el nuevo padre, pero no realiza el cogito del sentimiento del amor.
Ahora bien, puede argumentarse que la aprehensión empática del sentimiento del padrastro por parte del huérfano no fue completa, pero al hacer dicha aseveración se obvia el carácter particular del rechazo, el cual es reemplazar el cogito que se busca empatizar por el cogito del rechazo. El carácter definitorio de la empatía es el vivenciar ajeno, eso quiere decir, vivenciar cualquier sentimiento del otro; en el rechazo se percibe el vivenciar del otro, pero ese vivenciar es reemplazado por el vivenciar propio explicitado como rechazo. La duplicidad del yo en el rechazo también se hace evidente en el yo rechazado, al ser rechazado por el yo que rechaza, el yo rechazado desarrolla el mismo proceso de aprehensión de vivencia realizado por el yo que rechaza. La aprehensión del vivenciar del yo que rechazó le entrega los contenidos necesarios al yo que fue rechazado para evidenciar el rechazo. El padrastro que busca con amor y que aprehende la reacción del huérfano asume que fue rechazado, en el vivenciar originario del huérfano el padrastro quisiera encontrar amor, pero encuentra el rechazo.
Se puede afirmar entonces que en el rechazo se dan dos condiciones particulares que lo diferencian de los demás actos de conciencia. La primera condición demuestra que el rechazo no puede ser traducido mediante otro sentimiento, el sentimiento es aprehendido y reemplazado por el rechazo, el rechazo hacia un amor no puede ser expresado como una tristeza, el amor rechazado no es como el amor empatizado, el rechazo solo es traducible en rechazo. La segunda condición pone de relieve una segunda fase o etapa del rechazo, el yo rechazado si realiza un proceso empático, para entender que fue rechazado el yo objeto del rechazo debe experimentar el vivenciar ajeno y este vivenciar solo es aprehendido mediante el sentimiento de rechazo. Existe una diferencia sustancial entre el proceso de rechazar y el proceso de enterarse del rechazo, en el rechazar el yo que rechaza aprehende el sentimiento de rechazo, es lo único que puede ser aprehensible; en el enterarse del rechazo se realiza la empatización del vivenciar ajeno, aprehendido como rechazo.
Con anterioridad se mencionó que la empatía negativa puede guardar una relación con el rechazo, esto por el carácter de negación del vivenciar ajeno que no es empatizado sino reemplazado por un sentimiento previo; en el rechazo existe un proceso similar de reemplazamiento del vivenciar ajeno, pero no por un vivenciar similar, se reemplaza el vivenciar ajeno con el sentimiento del rechazo. En lo referente a la reiterabilidad de la empatía y la reiterabilidad del rechazo se puede decir que, en la empatía el carácter reiterativo se sostiene desde el vivenciar ajeno, esto quiere decir que lo reiterado está directamente relacionado con el vivenciar originario, pero en el rechazo la reiteración solo puede ser traducida en rechazo, no puede ser equiparada a otro vivenciar. El rechazo entendido como sentimiento negativo es el rechazo que puede ser empatizado, es decir, cuando el yo rechazado empatiza el rechazo del yo rechazante; el rechazo entendido como un negarse a experimentar el vivenciar ajeno no puede ser empático, ya que en este se desarrolla un proceso disímil al empático y se aprehende solamente el rechazo.
El rechazo como emoción y su carácter ético
El rechazo puede entenderse como una emoción (Sartre, 2015) ya que posee el carácter de transformar el mundo del que lo expresa y lo padece. La emoción del rechazo crea un mundo diferente, trastoca la relación de ser-en-el-mundo, una emoción de rechazo padecida convierte el mundo en un mundo de rechazo; la transformación del mundo en un mundo del rechazo no modifica el mundo de manera efectiva, lo único que hace es cambiar la forma en la que es percibido el mundo. La alteración del mundo previo por un mundo nuevo afectado por la emoción conlleva a establecer nuevas formas de entender el ser-en-el-mundo, se presenta la caída en el mundo mágico, en este caso el mundo del rechazo. El mundo del rechazo en las sociedades actuales no se configura como el mundo mágico en el que se cae por el padecimiento de la emoción, un mundo que se agota a medida que se padece la emoción, este se ha configurado como un mundo permanente y por esto se evidencia la predominancia del rechazo en las sociedades actuales.
Así como para Scheler (1957) la simpatía no distingue valores, el rechazo también deja de lado lo ético. En el acto de la simpatía los juicios éticos están suspendidos, se puede realizar ejercicios simpáticos que no sean moralmente valiosos pero que igual entran en la esfera de la simpatía; el rechazo también se configura como un ejercicio que no sostiene su acto en lo moralmente valioso, en el acto del rechazo no se evalúan las condiciones de valor moral de lo rechazado. Existe un trasfondo en el actuar de la simpatía, se demuestra que ya presupone lo que debe ser simpatizado, el simpatizar requiere que lo simpatizado sea moralmente correcto (Scheler, 1957), existe una relación causal entre lo correcto y lo simpatizado. En el rechazo se da una situación similar, lo rechazado está sostenido sobre un presupuesto que determina a lo rechazado como posible objeto de rechazo, si se rechaza se da por sentado que lo rechazado guarda una cualidad inherente que lo hace susceptible al rechazo. Esto puede traducirse en las sociedades actuales cuando se rechaza y esto no es visto como algo moralmente incorrecto, sino que guarda una relación de causalidad con lo moralmente correcto.
Encontrar el matiz ético del rechazo servirá para lograr entender los procesos de desintegración de los núcleos sociales y la hiperindividualización del ser humano. Los planteamientos desarrollados por Camps (2011) permiten entender ese carácter potenciador de las emociones para mejorar la relación con los otros en el mundo. Las emociones son entendidas por la conciencia, se les asigna un valor y modifican la relación de ser-en-el-mundo, esto quiere decir que son el sustrato principal del relacionamiento con los otros; el proceso que lleva a cabo la conciencia sobre las emociones es irreflexivo pero consciente, desde las emociones se configura el modo de entender el mundo. Camps (2011) propone que la reflexión sobre el mundo abierto por las emociones permite entablar una relación efectiva desde el mismo, el mundo mágico abierto por las emociones puede ser cambiado y asumido desde una posición crítica desde y hacia él.
El rechazo y el gobierno de las emociones van de la mano, ya que un conocimiento reflexivo permitirá darle un matiz más claro al rechazar. La hiperindividualización de los sujetos ha generado un olvido del carácter de vulnerabilidad de los seres humanos, el afán de los sujetos actuales por pertenecer a un grupo y el sentimiento de invulnerabilidad del sujeto es traducido en el rompimiento de los lazos de comunidad; la individualidad de los sujetos, la pertenencia a grupos y el carácter de invulnerabilidad (Camps, 2011) están soportados sobre la idea errónea de autosuficiencia garantizada por la desconexión. El individuo, para las sociedades actuales, se configura no como un sujeto con autonomía sino como un sujeto autosuficiente e invulnerable. El rechazo entra como emoción primordial en esta nueva lógica de la autosuficiencia, el sujeto no necesita de otros y si esos otros llegan a solicitar su ayuda son rechazados, se presenta lo que Camps (2011) denomina la falta de confianza.
Entender el carácter ético del rechazo supone el entendimiento de la emoción como un modo de ser dinámico y con resonancias personales (Villamil Pineda, 2017). La postura defendida por Villamil (2017) sobre las emociones como experiencias personales erráticas permite entrever el carácter de movilidad y adaptabilidad presente en cualquier emoción; lo errático supone que las emociones se juegan un mundo determinado por el sustrato esencial de la emoción, sustrato que puede ser interpretado y adaptado por el sujeto para con esto encaminar su proyecto de la vida buena. Las emociones al poseer un carácter errático le entregan al sujeto una inteligencia emocional que le permite realizar un proceso de interpretación responsivo que le ayuda a encaminar su vida en pro del bienestar común. En el rechazo se debe exponer ese carácter errático de las emociones, ganar la inteligencia emocional y con ello decidir qué es lo mejor para el proyecto de vida en comunidad. Así como Depraz (2012) señala al corazón como el centro de las vivencias emocionales, aquí el rechazo se entiende como el centro de las vivencias emocionales que guían la vida en comunidad.
Referencias
- Camps, V. (2011). El gobierno de las emociones. Barcelona: Herder.
- Depraz, N. (2012). Delimitación de la emoción. acercamiento a una fenomenología del corazón. Investigaciones Fenomenológicas, 7(9), 39–68.
- Husserl, E. (1986). Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica (Tercera ed; J. Gaos, ed.). México D.F: FCE.
- Maslow, A. H. (1991). Motivación y personalidad (Tercera ed; C. Clemente, ed.). Madrid: Ediciones Díaz de Santos S.A.
- Sartre, J. (2015). Bosquejo de una teoría de las emociones (M. Acheroff, ed.). Madrid: Alianza Editorial.
- Scheler, M. (1957). Esencia y formas de la simpatía (Tercera ed; J. Gaos, ed.). Buenos Aires: Editorial Losada S.A.
- Stein, E. (2004). Sobre el problema de la empatía (J. Bono, ed.). Madrid: Editorial Trotta.
- Villamil Pineda, M. Á. (2017). Emociones humanas y ética para una fenomenología de las experiencias personales erráticas. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana
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