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Patria: tu superficie es el maíz | El espejo enterrado #12

El espejo enterrado #12, una columna de Daniel Luna


Diré con una épica sordina:
la Patria es impecable y diamantina.

Ramón López Velarde

Este mes se cumplieron cien años de la muerte de Ramón López Velarde y de la publicación de Suave Patria. Ambos, escritor y poema, son parte esencial de la cultura escrita en México desde el siglo xx hasta la actualidad. Primero, es pertinente comenzar con una revisión histórica al autor para profundizar en los detalles de su obra. Ramón López Velarde nació en Jerez, Zacatecas el 15 de junio de 1888. Cursó sus primeros estudios en los seminarios de Zacatecas y Aguascalientes y se matriculó en la Universidad de San Luis Potosí para estudiar la carrera de leyes. En 1914 viajó a Ciudad de México donde se instaló como abogado en las secretarías de Gobernación y Relaciones Exteriores; mientras construía una carrera como profesor de literatura y cronista político de 1909 a 1917.  

En 1916 apareció La sangre devota, su primer libro de poesía en el cual se describen con solidez los temas más recurrentes de toda su obra: el amor, el dolor y el patriotismo. Gracias a esta publicación reaparece en la lírica mexicana un acento casi olvidado. El tono de la provincia que arribó a la literatura desde la segunda mitad del siglo XIX. Tres años después, salió a la luz Zozobra, su segunda colección poética, donde aborda dramáticamente el erotismo, la religión y la muerte. Finalmente, en 1921, al celebrarse el primer centenario de la Independencia escribió Suave patria cuyos versos épicos exaltan los sentimientos nacionalistas propios de su generación, partiendo de características melancólicas en la mayoría de sus estrofas.

Este poema de largo aliento fue adoptado inmediatamente por una ideología triunfante la cual nació de forma simbólica en México a partir de la segunda década del siglo xx. Años de instituciones y pacificación. De optimismo y paz. Por dicha razón, este escrito es un monumento libertario que obliga a ver al país con los ojos de la Revolución. Este redescubrimiento de México no se limita al reflejo inmediato de una ideología, sino a años de lucha por la identidad de nuestro país.

La importancia de López Velarde y la influencia que ha ejercido en la poesía son indiscutibles. En sus versos se exalta un acento característico que refleja el “alma nacional” de toda una generación. Algunos autores, como Pedro Henríquez Ureña y Díez-Canedo, llaman a esta cualidad “el sentimiento discreto”; “el tono velado, el color crepuscular”. Sin embargo, su obra no pretende expresar el alma entera de México pues el énfasis reside en ciertos aspectos de su fondo salvaje. De la realidad cotidiana.

Desde el punto de vista técnico, en su obra se advierten elementos postrománticos, casi modernistas, pese a ser uno de los primeros literatos en revelarse contra este último movimiento. Sus esfuerzos fueron resultado permanente de la búsqueda de una voz propia y original. Categóricamente se sitúa en el sabio tratamiento del paisaje, el planteamiento del contraste radical que existe entre el campo y la ciudad y la lucha entre los anhelos estéticos y religiosos.

A causa de un infortunio, murió a la edad de treinta y tres años el 19 de junio de 1921 en la Ciudad de México. Su partida dejó un profundo vacío en las letras mexicanas. Tiempo después, aparecieron sus demás obras que en unos casos habían sido preparadas por el propio autor y en otros, se rescataron de periódicos y revistas. Se editó el tercer volumen de su producción poética El son del corazón, El minutero, El don de febrero. Poesía, cartas y documentosProsas políticas.

Ramón López Velarde es el poeta de la época moderna con mayor arraigo por lo mexicano. De espíritu renovador tanto en el lenguaje como en el estilo de sus versos. Su voz se presenta una serenidad clásica y un carácter religioso que lo vinculan a la tradición mexicana incluso posterior a un siglo de su prematura muerte. Volver a este poema tan reconocido es conectar con los elementos tradicionales de México y su historia. Leer su obra poética nutre la visión general de la poesía modernista con sus recursos legados a otras grandes plumas a del siglo anterior.