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Cuentos mexicanos de misterio y terror | El espejo enterrado #15

El espejo enterrado #15, una columna de Daniel Luna


La realidad es más compleja de lo que cualquiera puede imaginar. En ella existen historias extrañas cuya naturaleza sobrepasa la lógica con la cual se suele entender el universo. Sin embargo, gracias a la tradición latinoamericana es posible observar con mayor claridad por el cristal de lo imposible. El mexicano, como parte de esas costumbres, también entiende y manifiesta su interés por los productos de este fenómeno como lo son los relatos mágicos de misterio y terror.

El azar y el destino son los motores de esta literatura. Dichos recursos se potencializaron a partir del contexto experimentado por el Romanticismo a finales del siglo xviii. No obstante, este movimiento cultural no llegó intacto a la región, pues los antecedentes y prácticas locales lo transformaron en una versión de sí mismo de la cual surgieron obras que se sostienen en la resignificación de sus características originales.

Una de las modificaciones en la producción mexicana es la exaltación del yo. Mientras que los clásicos el individualismo enfocaba la atención al interior de las personas, en cuentos como La historia según Pao Cheng de Salvador Elizondo se percibe la influencia oriental para generar el pánico de formar parte de un todo inconmensurable e infinito. Otro ejemplo es el cuento Chac Mool de Carlos Fuentes donde la amenaza se origina de un ser divino.

El siguiente punto de inflexión es la naturaleza hostil, en textos como Luvina de Juan Rulfo se postula una visión integradora de lo humano con lo natural. Esa perspectiva no excluye el peligro, sino que lo acepta para entenderse como una extensión de lo salvaje. Incluso en El huésped de Amparo Dávila se lee al desafío indescriptible desde un entorno cotidiano y hogareño donde la protagonista renuncia al sentido común para sobrevivir.

Finalmente, la construcción de la muerte y el amor igualmente opera disímil en la literatura mexicana. Ejemplo de ello son Historia de Mariquita de Guadalupe Dueñas y El ramo azul de Octavio Paz en los cuales se conduce a la interpretación de los elementos mencionados como el principal motivo de la situación que se intenta compartir. Más allá de las descripciones comunes, estos se reestablecen a partir de los diálogos de los personajes formando un nuevo sentido.

Años después, algunos herederos de este género continúan alimentando a la quimera literaria con nuevos tópicos que se mezclan con los rasgos mencionados. Esta nueva variante se expresa desde herramientas modernas brindadas por la ciencia, la ficción, la fantasía y los clásicos de otros escritores a quienes se les reconoce a través de la reproducción de sus aportaciones más significativas.

Muestra de ello son las obras de José Luis Zarate, Raquel Castro, Lola Ancira y Bernardo Esquinca las cuales mantienen al suspenso y el terror dentro del panorama literario en el contexto mexicano actual. Estas historias retratan momentos de suma relevancia donde el temor va más lejos de lo conocido, pero contrasta con lo irreal de escenarios recurrentes en otros escritos.

Gracias a las valoraciones mencionadas se concluye que el objetivo final de esta literatura es conmover, estremecer y transformar los cimientos de la cultura en la cual se conciben, convenciendo a su lector de dudar sobre quién es y qué es lo que lo rodea. Revivir el impulso por lo desconocido en cada cuento es permitir al caos romper con el orden y sucumbir a sus intenciones. El resultado, un mundo cargado de sentido para quienes se acostumbran a su lectura.