Ojos abiertos #27, una columna de María del Rosario Acevedo Carrasco
Ayer vi por primera vez “El efecto mariposa” y quedé impactada, fue tal la impresión que estoy aquí, escribiendo al respecto. A grandes rasgos, la película trata sobre un estudiante que descubre que puede volver al pasado para modificarlo, sin embargo, descubre también que cada cambio por más mínimo que sea desencadena una serie consecuencias inesperadas para él y las personas a su alrededor.
Esta historia con tintes de ciencia ficción tiene un origen real, pues este concepto ha sido estudiado desde los 60’s gracias a Edward Lorenz, un matemático y meteorólogo que planteó los primeros bosquejos de la Teoría del Caos. Mientras realizaba predicciones meteorológicas, descubrió que existen sistemas dinámicos que son muy susceptibles a pequeñas variaciones, tanto que es imposible predecir su comportamiento más allá de unos minutos. Su artículo publicado en 1972 al respecto dio lugar a la célebre frase “El aleteo de una mariposa en Brasil puede originar un tornado en Texas.”
Aquí entra un concepto distinto y mucho más complejo, el destino. ¿Qué tan absurdo es pensar que todo lo que nos sucede ya estaba escrito? Independientemente de nuestras creencias espirituales, la idea de que hay algo más grande que nosotros controlando lo que sucede resulta reconfortante, nos hace sentir que no estamos solos y quita parte de la carga que implicaría pensar que dependemos por completo de nuestras decisiones; y más aún, sabiendo que esas decisiones desencadenarán una serie de sucesos impredecibles que podrían cambiar lo que debía ser.
Resulta abrumador pensar en las posibilidades, volver atrás e intentar imaginar lo que pudo haber sido sabiendo que no fue ni será jamás. En este punto entra de nuevo la teoría del caos, pues es imposible predecir qué pudo haber pasado si hubiéramos hecho ese algo diferente, y para los creyentes en el destino, no importa cuántas modificaciones se hagan, al final el resultado será el mismo porque ya está escrito.
Y hablando del destino ¿Podemos nosotros, personajes de esta obra llamada vida, actuar contra los designios del autor? En este punto la situación se complica, pues según las teorías sobre viajes en el tiempo y las experiencias de supuestos crononautas, no podemos cambiar el destino, al menos no el nuestro; estos individuos sostienen que cuando alguien vuelve en el tiempo regresa a una línea distinta a la original, creando algo así como un universo paralelo sobre el que recaerán todas las consecuencias.
Más allá de la física, las matemáticas y un poco de filosofía, que claramente no son mi fuerte, no pude evitar preguntarme qué hubiera hecho yo en el lugar de Ashton Kutcher. A pesar de lo que dicen quienes supuestamente han viajado en el tiempo, la cultura popular está llena de referencias a esto y en su mayoría comparten la misma premisa: Todo cambio que hagas en el pasado tendrá una consecuencia en el futuro; yo lo sé, el papá de Ashton lo sabía y él tuvo que comprobarlo después de un par de fracasos en la línea temporal. Sin hablar sobre el final, puedo decir que resulta doloroso entender que no se puede arreglar el pasado sin descomponer algo más que eventualmente volverá a atormentarnos.
Claro que, para nuestra fortuna, la capacidad de ir al pasado y cambiar lo que no nos gusta sigue siendo exclusiva de las películas y los libros de ciencia ficción, puede que algún día sea posible, pero en secreto espero que la tecnología jamás avance tanto. Porque somos humanos, somos egoístas y el universo es impredecible, nada nos asegura que volver para salvar a un viejo amor no terminará desencadenando una catástrofe, pero si tuviéramos la oportunidad, la tomaríamos.
Hasta hace no mucho, yo sostenía que no cambiaría nada si pudiera volver en el tiempo, pero una pandemia más tarde ya no lo tengo tan claro. Si pudiera volver cambiaría todo, y sé que no soy la única con este deseo reprimido de redención, sé que tú también cambiarías algo. Sé que tomaría las decisiones correctas y no pospondría lo importante, aprovecharía el tiempo, los lugares y las personas que ya no podré tener de vuelta.
Aunque quizá, si pudiera volver, no estaría aquí escribiendo esto mientras en mi cabeza suena «Stop crying your heart out».
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