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COP26: La última oportunidad para cambiar de rumbo | Foro Verde #15

Foro Verde #15, una columna de Julieta Pirez Rendon


En este mes de noviembre se llevará a cabo en Glasgow, Escocia, la vigésima sexta Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático -CMNUCC- mejor conocida como COP26. Esta reunión es una de las que mayores expectativas ha generado en la agenda política internacional, se considera la última oportunidad para cambiar el rumbo sobre el combate a la crisis climática. Como señalan desde la Organización de las Naciones Unidas: “Cada año se liberan en la atmósfera miles de millones de toneladas de CO2 como resultado de la producción de carbón, petróleo y gas. La actividad humana está produciendo emisiones de gases de efecto invernadero a niveles récord, sin visos de desaceleración”. Se han intentado concesos para reducir la cantidad de emisiones de los países pero casi siempre estos concensos se han dado al mínimo, el proceso de negociación multilateral ha resultado insuficiente.

Si bien el Convenio de Viena para la Protección de la Capa de Ozono y su respectivo Protocolo de Montreal para la eliminación y reducción del uso de sustancias que agotaban esta capa, se consideran un “éxito” dentro los acuerdos ambientales multilaterales: Se ha eliminado alrededor del 99 por ciento de estas sustancias de acuerdo a Naciones Unidas. Dicho éxito no se replicó en posteriores acuerdos como la misma CMNUCC y el Protocolo de Kyoto. Este último -aprobado en 1997 y que entró en vigor hasta 2005- tiene como objetivo limitar y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de conformidad con metas individuales acordadas, bajo el principio de las responsabilidades comunes pero diferenciadas el cual reconoce que, todos los países tienen responsabilidad de abordar el cambio climático pero la misma no es igual para todos, ya que países desarrollados y países en desarrollo tienen obligaciones distintas en concordancia con su nivel de industrialización. Desde el inicio, el Protocolo enfrentó resistencias como la de China, India y Estados Unidos que no participaron de él, posteriormente Canadá se retiró. Con la Cumbre de Doha en 2012 se buscó acordar las enmiendas necesarias para darle continuidad pero de nueva cuenta se volvió a tardar -ocho años- en ratificar el acuerdo alcanzado. Por su parte el Acuerdo de París -surgida de la COP21- busca -como indica su artículo segundo- lo siguiente:

“Mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 ºC con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 ºC con respecto a los niveles preindustriales, reconociendo que ello reduciría considerablemente los riesgos y los efectos del cambio climático”.

Este desplazó al desdeñado Protocolo de Kyoto; el segundo período de cumplimiento de compromisos de Doha finalizó en diciembre de 2020. De cara a la Cumbre de Glasgow se busca un tercer acuerdo de continuidad del Protocolo de Kyoto y que en conjunto con el Acuerdo de París se llegue a  un plan más ambicioso de combate a la crisis climática. Recordemos que, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático -IPCC- en su último informe “Cambio Climático 2021: Bases físicas”, no es alentador ya que advierte:

 “… sobre las probabilidades de sobrepasar el nivel de calentamiento global de 1,5 ºC en las próximas décadas, y se concluye que, a menos que las emisiones de gases de efecto invernadero se reduzcan de manera inmediata, rápida y a gran escala, limitar el calentamiento a cerca de 1,5 ºC o incluso a 2 ºC será un objetivo inalcanzable”.

Y con ello vendrían consecuencias catastróficas para la humanidad como la intensificación del ciclo hidrológico, aumento continúo del nivel del mar, acidificación del océano, derretimiento de los glaciares, solo por mencionar algunos de los efectos del cambio climático que derivan en una seria crisis a todos niveles. Los instrumentos jurídicos con los que contamos en la actualidad como el Acuerdo de París y un posible resurgimiento del Protocolo de Kyoto pueden ser la clave para que en conjunto se pueda mitigar esta crisis, si los niveles de ambición y compromiso de los Estados aumenta y se deja de apostar por el consenso mínimo asumiendo el reto de afrontarla en un tiempo clave de nuestra generación, para el legado que debemos heredar a las generaciones futuras, que no es otra cosa que, la construcción y no la destrucción. La construcción de verdaderos acuerdos que nos permitan seguir el curso de la humanidad de la mejor manera posible, en armonía con la naturaleza, de ello depende el futuro de nuestro planeta.