Entrega de la sección ENCUENTRO CHALADO, de Jasmin Carmina
A George Rouault le gustaba recalcar que nació en un sótano durante el bombardeo Prusiano de París en 1871. Era llamada “La semana de la sangre” de la comuna, para Rouault y para mí era el síntoma de un destino (representado en sus obras de 1902 a 1914). Aquella oscuridad, pobreza y caos se vieron plasmadas en sus pinturas, donde payasos prostitutas enanos freaks iban desfilando, una tristeza general que entre paréntesis pedía piedad. Al mismo tiempo se dejaba ver ese desprecio por la clase burguesa, donde eran figurados como criaturas vengativas, casi criminales, que andaban en pareja siendo asesinos de barrio; decía “No les reprocho su crueldad ni su egoísmo, inconsciente a veces bajo una bondad fingida, sino más bien el cuidado pedante que ponen en creer que son ellos quienes hacen girar la tierra y aseguran nuestra felicidad al pensar en la suya propia. Cómicos y grotescos si no pretendieran, además, bajo una especie de bonhomía sacerdotal, convertirse en justicieros.”
Sin embargo esa calidez compasiva se veían en sus frescos de los hijos del sufrimiento las víctimas de las injusticias. Se trataba de una piedad realista, donde los payasos y prostitutas seguían palpitantes conservando un tono elevado. En “El espejo” vemos a la tristeza latente, una mujer que reflejaba su cuerpo desnudo pero que miraba con clara tristeza al espectador ¿La sientes? Aún palpita.
“Sueña que en este triste barrio
Todo es bello, todo es luminoso
De una a otra punta del año
Y que las ratas y los ratones
Son solo antiguas hadas
Que mañana recobrarán
Su brillante librea.
Duerme, mi amor.
Solo la miseria te hará
De padre y de madre.
Pero tú sigue soñando que la miseria no existe.” (1914)
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