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Poesía y Humanidades

Características de los monstruos en leyendas y rumores #02 | de la sección Cosas que encuentro

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Entrega de la sección Cosas que encuentro, de Sebastián Rivera


El segundo tipo de monstruo corresponde a aquellos que generan miedo por su aspecto debido a malformaciones, mutaciones o transformaciones. Se trata de personas como nosotros que, por norma, son víctimas de la maldición de uno de sus progenitores a quienes ayuda la intervención de un ente sobrenatural, son transformados en animales o adquieren algún rasgo animal. “La maldición suele durar un tiempo, o prolongarse hasta que alguien ponga en práctica la fórmula que libera a la víctima de la condena; el monstruo deja de serlo para recuperar tanto la figura como el comportamiento humano normal”.

Aquí pertenecen las narraciones que sobre cuentan mujeres y hombres que se transforman en lobos, perros, vacas, peces, ciervos…, o en “peeiros” y “peeiras”. El ejemplo que recoge Reigosa tiene lugar en Vlilarello de Donís Cervantes:

El lobishome de Vilarello de Donís.

«Antiguamente existía la costumbre de tener criados en las casas para ayudar en las labores. Un señor de Vilarello de Donís, ayuntamiento de Cervantes (Lugo) ordenó de buscar un criado y anduvo buscando hasta que encontró uno que le valía para lo que él quería. El que luego había de ser su criado le dijo al señor que sí, que él iba a trabajar a su casa pero que le tenía que dejar la noche libre. Lo acordaron los dos así. El criado trabajaba todo el día y por las noches desaparecía de la casa. El amo se preguntaba:

–Pero ¿qué va a hacer éste por la noche? ¿Dónde va?

Una noche lo siguió y observó cómo su criado se acercaba a un charco y se revolcaba, y luego se volvió lobo y comenzó a aullar. En esto el amo y el criado se descubrieron, pero el amo no dijo nada y se fue.

A la noche siguiente el amo le dijo a su criado:

–¡Ya sé a que vas! ¿Qué es lo que te pasa para andar por las noches de esa manera?
–¡No se te ocurra volver a vigilarme! ¡Si vuelves, te cometeremos, y el primero en hacerlo seré yo! —le dijo el criado.
–Pero, ¿no hay forma de que salgas de esa situación? ¡No vas a estar así toda la vida!
–Yo estoy encantado.
–Y, ¿no hay forma de desencantarte?
–Hay, pero no tengo valor para eso.
–¡Dime, a ver qué se puede hacer!
–Mira, cuando me revuelco y…, pero no lo vas a hacer…, y me enlodo en el barro, tendrías que tener una hoz y pegarme con ella en el lomo, con todo tus fuerzas, fuerte hasta hacerme una herida. Es la única manera… ¡Pero no vas a tener valor!

A la noche siguiente volvió el señor junto al criado. Parece que el hombre no era miedoso, y fue y se lo hizo. El criado, una vez recuperado, no volvió a marchar más. Se deshizo el encantamiento».

Fuente: Reigosa, A. (2008). Geografías del miedo: de la Galicia mágica en que habitan los monstruos. En G.F. Fernandez y J.M. Pedrosa (Eds.), Antropologías del miedo: vampiros, sacamantecas, locos, enterrados vivos y otras pesadillas de la razón (pp. 221-241).*Aporte de Sebastián Rivera.