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Poesía y Humanidades

Alejandra Pizarnik | Surf Literario #16

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Surf Literario #16, una columna de Estefanía Barrientos


Sus inquietudes obsesivas, su interés por el silencio y su temprano suicidio son solo algunas descripciones a esta maravillosa poeta. Alejandra Pizarnik nació un 29 de abril de 1936 en Avellaneda-Argentina, y desde entonces tuvo una vida llena de complejos y baja autoestima pues no se sentía cómoda con los problemas de asma, tartamudez, y con su peso físico. Todo ello conllevó a que Pizarnik no se estimara a sí misma y no superara esas inseguridades a lo largo de su vida. 

Alejandra publicó trece obras en vida, entre las cuales destacan; Árbol de Diana (1962), libro para el que Octavio Paz escribiría el prólogo. La última inocencia (1956), Los trabajos y las noches (1965), Extracción de la piedra de locura (1968), Nombres y figuras (1969), entre otras. Entre algunas publicaciones póstumas destacan; Diarios (2003), Correspondencia Pizarnik (1998) y Textos de Sombra y últimos poemas (1982).

La imagen de un universo cerrado, plegado sobre sí mismo, nos convoca a una textualidad hermética e intransitiva de Pizarnik. Por un lado, su poesía ha tendido a interpretarse como una autobiografía, por otra parte, su originalidad se fundamenta como un proceso gradual en la comunicación. Quizás esta sea la razón principal por la que sus versos hasta el presente nos siguen conmoviendo y la lleven a ser la poeta favorita de muchos lectores, amantes de la poesía. Dentro de su personalidad poética se refleja un reconocimiento objetivado en las cosas cotidianas, los escritores a los que admiraba como James Joyce o Arthur Rimbaud, también se hace presente un amor que se cumple en la soledad y que se realiza en el silencio, en los artefactos irónicos; es decir, como transcribe el mundo exterior y engloba su realidad, así intentando ganar la complicidad de sus lectores.

Fue una gran amiga de Julio Cortázar, éste la introdujo en los círculos intelectuales de París e incluso en su casa, donde Pizarnik conocería a Aurora, la pareja sentimental de Cortázar. Existen muchas teorías en cuanto a la relación de Pizarnik – Cortázar, se dice que el personaje de la Maga en el libro Rayuela tenía un gran parecido a Pizarnik, algo que nunca negó Cortázar, aunque la novela se publicará antes de que ellos se conocieran.  

Su obra poética puede catalogarse dentro de la corriente Neosurrealista porque manifiesta un espíritu de rebeldía que termina con el autoaniquilamiento. Su poesía era catalogada como lúdica y visionaria.

En una columna anterior, mencionaba a los “Poetas Malditos”, y podríamos afirmar que Alejandra Pizarnik era una poeta maldita. Ella misma escribió: “Mis contenidos imaginarios son tan fragmentarios, tan divorciados de lo real, que temo, en suma, dar a luz nada más que monstruos”.

La inestabilidad emocional de la cual era presa, la llevó al intento de quitarse la vida en varias ocasiones, hasta que finalmente en septiembre de 1972 y a los 36 años de edad cumplió con su fatídico propósito suicidándose ingiriendo 50 pastillas de un barbitúrico.

Pizarnik tenía la intención de escribir una novela. En junio de 1955 expresó: “Quiero escribir una novela, pero siento que me falta el instrumento necesario: conocimiento del idioma. Creo que editarla sería lo de menos ¡mi problema esencial es escribir, escribir y escribir!”. Al igual que otras escritoras del siglo XX expresaba en sus páginas esa situación extranjera de la cual de alguna manera formaba parte y quizás por ello dudaba de la relación con la lengua, por ende encontró una especie de refugio en la poesía. Cabe mencionar que escribió una obra de teatro titulada Poseídos entre lilas (1969).

Patricia Espinosa crítica literaria y académica, expresa sobre Pizarnik: “La poesía de Pizarnik concita el vínculo entre poesía y vida. En tal sentido, veo su obra literaria como una suerte de autoficción que posee como centro la muerte”. En términos generales me parece una concepción completa y general de lo que en buena parte Alejandra manifiesta en su poesía, inclusive ella misma lo dice en las siguientes palabras: “Sucede que me es imposible acceder a la realidad doméstica. No sé hablar más que de la vida, de la poesía y de la muerte. Todo lo demás me inhibe, o, lo que es lo mismo, es objeto de mi humor”.

El leer a Alejandra Pizarnik es surfear en el romanticismo, el surrealismo, el universo de lo gótico y también en el psicoanálisis. Un universo singular que no deja a nadie fuera de su mundo.

Les dejo con uno de mis poemas favoritos:

Cenizas

La noche se astilló de estrellas
mirándome alucinada
el aire arroja odio
embellecido su rostro
con música.

Pronto nos iremos

Arcano sueño
antepasado de mi sonrisa
el mundo está demacrado
y hay candado pero no llaves
y hay pavor pero no lágrimas.

¿Qué haré conmigo?

Porque a Ti te debo lo que soy

Pero no tengo mañana

Porque a Ti te…

La noche sufre.