Té de guion #36, una columna de Francisco Maldonado
Avatar: La leyenda de Aang (en inglés, Avatar: The Last Airbender) es una serie animada creada por Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko, con Aaron Ehasz como escritor principal. Se emitió en Nickelodeon durante tres temporadas, desde febrero de 2005 hasta julio de 2008. Avatar está ambientada en un mundo de estilo asiático en el que algunas personas pueden manipular uno de los cuatro elementos (agua, tierra, fuego o aire) con variantes telequinéticas de las artes marciales chinas conocidas como “bending” en inglés y “control” en español. El único individuo que puede controlar los cuatro elementos, el “Avatar“, es responsable de mantener la armonía entre las cuatro naciones del mundo y sirve como puente entre el mundo espiritual y el mundo físico. El show se presenta en un estilo que combina un estilo anime con dibujos animados estadounidenses y se basa en las imágenes de la cultura principalmente del Este de Asia, con algunas influencias de Asia del Sur, el Nuevo Mundo, Inuit y Sireniki.
La serie se centra en el viaje de Aang, de 12 años, el Avatar actual y último superviviente de su nación, los Nómadas del Aire, junto con sus amigos Sokka, Katara y más tarde Toph, mientras se esfuerzan por poner fin a la guerra de la Nación del Fuego contra las otras naciones del mundo. También sigue la historia de Zuko, el príncipe exiliado de la Nación del Fuego, que busca restaurar su honor perdido capturando a Aang, acompañado por su sabio tío Iroh, y más tarde, la de su ambiciosa hermana Azula.
Cuando somos niños, tenemos la costumbre de dar por sentadas las cosas, habrá obras que se queden con nosotros por mucho tiempo por enseñarnos cosas de una naturaleza que desconocíamos, una conformada por un amplio espectro de blancos, negros y grises. Una naturaleza que se moviliza por el odio, el dolor, la alegría y la esperanza por igual, seguramente en ese momento no lo veremos, pero es un hecho que dejaran importantes marcas en nuestra memoria.
Sin lugar a duda, Avatar, es una de esas historias. Es cierto que a nivel personal, no fue consciente de muchas de sus virtudes sino hasta que la vi de nuevo trece años después. Me sorprendió en primer lugar, que me encontré riéndome de los mismos chistes y con la misma intensidad que lo hacía en esas mañanas de sábado, pero, lo más importante, fue que me hizo recordar emociones muy concretas. Tal vez a los nueve años no se puede hacer una lectura de personajes y comprender lo que está detrás del arco de redención de Zuko y la presión psicológica que convierte en trágica su relación con Azula (hermana de Zuko) y su padre; o el conflicto de Aang (protagonista) por haber abandonado al mundo, como tampoco el peso de Sokka de defender tanto a su hermana como a su tribu y convertirse en aquello que idolatra de su propio padre.
Es decir, tal vez no podías descifrar todas las emociones y situaciones que le dan profundidad al mundo de Avatar, pero si eras capaz de sentirlas con todas sus letras. Y eso era suficiente para que ese mundo se percibiera tan real como el tuyo. Avatar es eso que ahora veo y me transporta cual Ratatouille a Antón Ego a momentos precisos, a las emociones de la niñez y adolescencia. De hecho, recuerdo el momento exacto en que esta serie quedó grabada en mi memoria, ahora ya por más de diecisiete años y seguramente para siempre.
El momento en que el Reino Tierra cae, Aang es derrotado sin discusión alguna y queda gravemente herido. Los héroes perdieron, lo malos ganaron, fueron más listos, mejores y más fuertes. La única esperanza y real oposición contra la Nación del Fuego, yace en la palma de la mano del enemigo. Claro que hay episodios con momentos más duros y que tal vez motivan más a la reflexión, pero fue ese giro de guion que culminaba una muy estresante temporada, fue lo que hizo que ese niño se enfrentara a un momento no solo extraordinario y nuevo, sino que también, real y honesto. Era la culminación de una serie de lecciones y reflejos dentro de la serie de nuestra realidad, que nos dicen “el mundo es así”. En ese momento, la rabia, impotencia, decepción y ansiedad por el futuro, es una realidad con la que convivimos a diario. Y es ahí a dónde quiero llegar con esta introducción, por más universal que sea La Leyenda de Aang, es un show para niños.
Partiendo de esa premisa, podemos tomar esta serie como un producto sumamente valioso por la gran lección de esta épica epopeya, una que condensa muy bien la enormidad salvaje que es la naturaleza de la vida humana, sin llegar a saturarse de crudeza y violencia, compensándolo con tragedias, injusticias y conflictos emocionales; pero, que concluyen la narración con una redondez positiva y una constante curva de crecimiento en sus personajes que refuerzan valores y principios. Y me parece que, aunque la primera temporada explora un poco este matiz, es la segunda y muy pegada a ella, la tercera, las que de verdad se aferran a representar un mundo que se siente vivo y profundo, no por su diversidad ni por su precisión política o fantástica naturaleza, sino por su impredecibilidad, sus subversiones morales, su exploración de perspectivas y su constante sensación de cambio y madurez en sus personajes. Contradictoriamente, mientras más adulta y madura se vuelve la serie, abandonando los pequeños arroyos de aventura ligera, para entrar grandes mares emocionales, aporta mucho más a los espectadores a quienes se dirige.
De hecho, cualquier narración es por cuestiones lógicas, un reflejo de la realidad que comprende el autor. Cuando se reflexiona acerca de una historia, hay varias cosas a tomar en cuenta para determinar si es buena; la confección lógica de los eventos, el orden y calidad narrativa, la visión del escritor y cómo la plasma en su historia. Esto incluye, por supuesto, sus concepciones morales, de humanidad, de bien, de mal, de amor, sus principios y códigos éticos, qué tanto separa las convenciones sociales de realidades dadas, sus cuestionamientos personales, su comprensión política y de naturalezas humanas, etc. Un buen escritor o director, tiene que ser un tanto buen lector como espectador, debe ser un ser humano despierto, analítico y reflexivo.
La Leyenda de Aang cumple todos estos puntos a la perfección al momento de querer transmitir una visión. Por ejemplo, el guion tiene la clara de intención de ser inclusivo en cuanto a géneros, pero es lo suficientemente maduro para entender que la negación artificial de problemas no funciona, por lo que no pretende quitarles a los personajes femeninos sus convenciones femeninas, y a los personajes masculinos sus convenciones masculinas, porque eso eliminaría el conflicto de en medio. Si, hay inclusión, pero esta se gana a base de decisiones y con la humanización y desarrollo de personajes, es decir, estos muestran su valor. Al principio Sokka es condescendiente con su hermana por ser mujer, pero ella le demuestra lo contrario con sus acciones, valentía y determinación de mejorar en el agua control y de apoyar a Aang, dándole así al espectador, una lección orgánica del sexismo y de por qué está mal caer en él. Trayendo un problema cotidiano de la realidad y mostrando por qué está mal en lugar de caricaturizarlo o simplemente negar que exista. Convierto en el proceso a Katara en un personaje del cual aprender y aspirar por su evolución, dejando de lado de qué sexo sea.
Siguiendo este hilo con más detalle, el desarrollo de todos los personajes es, en sí mismo, una constante sacudida de perspectivas. Como la serie pretende hacer una gran apología del mundo real, los personajes, al igual que espectador, van descubriendo una complejidad en su mundo que nunca imaginaron, y al mismo tiempo, van construyendo el mundo per se. Veámoslo así, al principio, Katara, Sokka y Aang son muy idealistas con la situación del mundo, creen en un cambio solamente por la aparición del Avatar, pero pronto descubren que su lucha no es tan sencilla como solamente detener al Señor del Fuego, descubren en cada pueblo y aventura nueva un sufrimiento ajeno provocado por la guerra, para el que no están preparados. La empatía detiene su viaje constantemente, transformándose en una responsabilidad autoimpuesta pro ayudar, y esto, al mismo tiempo que los hace poco a poco mejores personas, ya que ellos mismos tienen errores que pulir y mentes que madurar. Y es mediante esos pequeños episodios que de a poco van formando la vida y complejidad del mundo en el que se desarrolla la serie. Lo cual es una gran virtud, porque su world building base es sumamente sencillo, de hecho, es tan simple que se construye en menos de un minuto, y esto se puede evidenciar cada vez que miras la serie.
Realmente eso encierra muy bien el contexto que necesita entender para que la historia se pueda contar. Literalmente en un intro nos explican cómo se rige políticamente este mundo, cómo funcionan las fuerzas físicas del universo y el contexto social e histórico en el que se encuentran. Yo creo que es de los mundos fantásticos más simples y pequeños que hay, pero es que es justamente el hecho de que lo desarrollan mediante conflictos en los que los personajes amplían su visión de su mundo y que estos influyen directamente tanto en su curva emocional como de desarrollo, lo que dota a este mundo de profundidad, en lugar de desarrollarlo con un lore de mucha complejidad. Cada nueva construcción pequeña de world building está relacionada a un nuevo desarrollo o introspección en sus personajes, como ocurre con Zuko.
El resultado, en términos narrativos, se puede explicar así. Por un lado, y como ya hemos dicho, todo lo que mueve a la serie conforme avanza, parece irse por la dirección de character driven story, es decir, que todo lo que ocurre es movido por la emoción, intereses y conflictos, tanto internos como externos, entre personajes. Por ejemplo, así se rige el mundo de Game of Thrones. Pero por otro lado, hay otra fuerza principal que es conducida hacia el plot driven story, que es cuando la historia se mueve más por fines de resolver un conflicto externo general que envuelve a toda la historia. Es muy claro que, por ejemplo, el mundo de Tolkien en el Señor de los Anillos se asemeja más a este tipo de narración de todos contra el mal. Los intereses de cada personaje y los conflictos que puedan generar terminan quedando en segundo plano.
La leyenda de Aang es una combinación de ambas. Existe la trama general que presenta al Señor del Fuego –incluso muy parecida a la figura de Sauron– como la maldad absoluta de este mundo y el objetivo inequívoco de los héroes. Y por otro lado, la serie se desarrolla –sobre todo en sus temporadas 2 y 3– como un character driven story, una narración conducida por los intereses de los personajes y su desarrollo moral, que refuerza la visión más realista del mundo que quieren conseguir. Y así, nos dará personajes complejos y con muchas capas como Zuko y Azula. En esencia, el world building de Avatar se presenta mejor con personajes que con un lore muy definido. Esto hace todo mucho más personal, controlado, redondo y homogéneo.
Dicho todo lo anterior, centrémonos en analizar a los personajes y las lecciones de vida que se imprimen en ellos. Porque es eso lo que también contribuye a la gran satisfacción que tiene el arco evolutivo general de la serie. Los personajes, como humanos que son, son imperfectos, y los recursos que en ellos se emplean son bastante efectivos.
¿Por qué no empezamos por Zuko y su maravilloso arco de redención? Pero, para hablar de Zuko, tenemos que si o si hablar de Azula, y para hablar de estos dos tenemos traer a la conversación a Osai, el Señor del Fuego y padre de Zuko y Azula. Lo hago de esta forma porque a mi parecer, estos personajes son los más dramáticos de la serie, incluso el hecho de mencionar un arco de redención en Zuko, aunque es correcto, resulta que también es otra de las injusticias de este mundo, porque Zuko nunca es malo, más bien, está determinado por su padrea a hacer lo que hace; es un personaje confundido que al principio busca lo que cree que quiere y termina encontrando después de mucho sufrimiento lo que su personaje realmente necesita. Es un antagonista involuntario porque sus fines personales se contraponen a los fines de Aang, los cuales si son más altruistas, pero Zuko, no deja de ser un niño que se ve obligado a recobrar el amor de su familia y el supuesto honor que perdió.
Si en esta serie hay un mal absoluto, ese sería el de Osai. Quien está tan corrompido por su hambre de poder y dominio, que termina envenenando a su propia familia, y de paso, al mundo entero. De hecho, es una metáfora interesante, así como el mundo se torna gris debido a la invasión de la Nación del Fuego y personas que no eran malas se corrompen por la guerra, dentro de la misma familia podemos ver la misma corrosión debido al mismo mal. Azula y Zuko no son malos, sino que fueron envenenados por las competencias internas para ser merecedores del amor de su padre. Especialmente Azula, quien desarrolla una personalidad sociópata para compensar esa falta de aprecio, una personalidad donde nada parece afectarle y da la impresión de carecer de emociones. Todo lo contrario a Zuko, quien al inicio no era más que un niño enfadado con el mundo y que hacía constantes pataletas.
Este desarrollo lleva a ambos personajes a extremos opuestos, de hecho, los recursos que involucran a Zuko, ya sea retórica o poéticamente hablando, son de contradicción y dualidad, como por ejemplo, la búsqueda del honor. Para Zuko el honor era su máxima necesidad dramática, sin embargo a manera de contradicción, él es el personaje más honorable que vemos de la nación del fuego y él ni siquiera se da cuenta. Su naturaleza es bondadosa, y durante las tres temporadas nos damos de que él y Aang comparten más cosas de lo que parece. Es tal la dualidad, que incluso pasan por los mismos dilemas, como cuando se acercaba la invasión del sol negro y ambos sufrían de ansiedad por enfrentarse a la misma persona, al Señor del Fuego.
Poéticamente, la primera persona en toda la serie que debe enfrentar a esta diabólica entidad sin rostro y presentárnosla ya como un personaje vivo, es el mismo Zuko, que enfrenta al Señor del Fuego, su padre, antes que el mismísimo Avatar. Y el cierre de su arco, sigue lleno de contradicciones, ya que, uno de los diálogos más tristes de la serie es este:
–Azula: “Siento mucho que todo deba terminar de esta manera, hermano”
–Zuko: “No, no lo sientes”.
Los dos hermanos, ahora dualmente opuestos a como empezaron, se enfrentan en una irremediable lucha a muerte. Y esa respuesta tan sencilla de Zuko, es a la vez muy clara, dejando totalmente claro que ya no hay vuelta atrás para su hermana, puesto que sus intenciones ya son mortales. El viaje de Zuko inicia con un Akni Kai (técnica de ataque del fuego control) contra su padre, donde ante los ojos de la Nación del Fuego se le arrebata su honor, y termina usando la misma técnica contra su hermana, en este caso para reivindicar el honor de toda su nación. Esta escena de la lucha entre hermanos, no se tonalmente como épica, sino más bien, como una profundamente triste. Y una contradicción o ironía más importante es que es un acto de deshonor ajeno, lo que cierra con total poesía la redención de Zuko, a través del máximo acto de honor, el sacrificio.
Mientras que Azula, la villana por excelencia, una sociópata fría y calculadora, es derrotada no con la muerte, sino con la exposición de su frágil humanidad. Es una conclusión agridulce para la familia real que representaba a la Nación del Fuego. Esto es parte de la satisfactoria narrativa de la serie, son promesas que se acumulan durante su desarrollo y en su épico final, se resuelven, se cumplen. No es coincidencia que Zuko se sacrifique específicamente por Katara, dado su desarrollo durante la serie, destinado a trágico enfrentamiento contra su hermana, mientras que Aang es destinado a enfrentarse al Señor del Fuego. Y entonces, vuelvo a lo mismo, la serie es trágica, el desarrollo ocurre con dolor, con injusticias y con resultados agridulces. Pero esa es la intención, porque su resolución no es simplemente desaparecer lo malo para darle paso a lo bueno, sino que desde ambos lados de la moneda los personajes crecen, los errores y las malas decisiones siempre están latentes para bien o para mal.
Katara es otro personaje que representa esto durante la trama de Hama, otro personaje trágico y muy inteligente por parte de los escritores que matiza la guerra y sus consecuencias en la vida de una persona. Esta es una Maestra del Agua que usa el Agua Control con fines muy sádicos y mortales, esto, debido a las torturas y traumas causados por la Nación del Fuego. Vemos como la maldad se contagia y se aprende a través de la naturaleza humana y convierten a Hama con rencor hacia todos quienes sean parte de la Nación del Fuego, sin importar que fuesen inocentes. Ese personaje, obliga a Katara a aprender la Sangre Control, una técnica muy despiadada, naciente de la desesperación de la guerra, que la hace sentir sucia y culpable. Pero, es pocos episodios adelante, que un arrebato de odio por haber encontrado al asesino de su madre sirva cono gatillo para que Katara la use sin dudarlo para torturar a un hombre. Y no es hasta que descubre la existencia de su lado más oscuro y cruel, que decide mantener sus principios y no caer en la oscuridad moral que repudiaba de sus enemigos.
Es el hecho de aprender lecciones a través del dolor, sin negar la existencia de la maldad en nuestra naturaleza. Esa es la verdadera fortaleza y madurez de serie, es por cosas como estas, por esta visión que nos enseña, que La Leyenda de Aang es y será atemporal. Es la mejor inversión de tiempo que le puedes dar a un niño o a ti mismo, porque mientras es divertida, tampoco es condescendiente con el espectador y le muestra verdades de su propio mundo con las que se tiene que enfrentar. En la actualidad, existe una muy mala corriente de pensamiento moderna que pretende cancelar ocultarles a los niños la existencia de todos los vicios y conflictos de la humanidad, como si se pudieran quitar cual gripa. Hay una clara intención por decirles que no puedes perder, no puedes odiar, donde se culpabilizan todas las emociones negativas naturales, donde eres especial por derecho. Esta serie se mantiene honesta a la verdadera naturaleza conflictiva de nuestra raza, una donde existen odio, venganza, envidia, desgracia, muerte, desesperanza y derrota; pero también amor, esperanza, amistad, redención, perdón, éxito y felicidad. Una historia donde puedes encontrar la importancia de tener tus propios principios, descubrir lo que es correcto aunque vaya en contra de las convenciones, transformarte para bien a causa de tu dolor, enfrentar tus propios miedos ante la enormidad que representa una responsabilidad, la enormidad de crecer, de enfrentarte a ti mismo y decidir perdonar antes de envenenar tu consciencia. Esta obra nos enseña a aceptar nuestras virtudes pese a nuestras propias inseguridades y a pesar de ser fuerte, de estar en tu actual mejor versión. Nos habla de la madurez, de la sabiduría y de las lecciones que cargas para ayudar a otros, porque, no hay nada que nos recuerde la imperfección de nuestra humanidad que seguir llorando nuestro pasado.
Más historias
La Risa: Desmitificando el Poder y Aligerando las Cargas Sociales | F es de Fantástico #33
La filosofía detrás de Full Metal Alchemist: Brotherhood | Té de guion #37
Europa como pesadilla | Después de la pantalla #09