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Brevísimos apuntes sobre ecología de las máquinas y Yuk Hui | Fragmentos de líneas fantasmagóricas #18

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Fragmentos de líneas fantasmagóricas #18, una columna de Juan García Hernández


El principal objetivo del presente texto descansa en reflexionar sobre la posibilidad de vincular la ecología de las máquinas como una vía para examinar el arte hecho por software. Conviene señalar nuestra pregunta guía es: ¿resulta oportuno pensar el concepto de tecnodiversidad propuesto por Yuk Hui, para aproximarnos a las producciones artísticas de nuestro presente construido por un imaginario cibernético? Para responder a dicha pregunta fraccionaremos nuestra exposición bajo dos instancias. En primer lugar, nuestro esfuerzo se basará en delimitar la propuesta del filósofo chino Yuk Hui, en base a dos libros de publicación reciente, Cosmotechnics y Art and Cosmotechnics, fijando nuestra atención en el modo en que la noción ecología de las máquinas, provee estrategias conceptuales para superar la aparente autoridad de la cibernética respecto a las formas de interpretar nuestra época. En el segundo momento de nuestro texto, expondremos una obra artística para aseverar hasta que punto el pensamiento de Yuk Hui resulta oportuno para repensar el vínculo entre tecnología, arte y seres humanos en nuestro insostenible siglo XXI.

De entrada, no está de más mencionar una breve semblanza de Yuk Hui. Nació en China. Estudió ingeniería informática y filosofía en la Universidad de Hong Kong y en Goldsmiths College en Londres, con un enfoque en filosofía de la tecnología. Actualmente enseña en la Universidad Bauhaus en Weimar y en la Escuela de Medios Creativos de la Universidad de Hong Kong. Es el iniciador de la Red de Investigación en Filosofía y Tecnología, una red internacional de intercambio de investigaciones y colaboraciones. Publicó los libros 30 Years after Les Immatériaux: Art, Science and Theory (2015), con Andreas Broeckmann), On the Existence of Digital Objects (2016), The Question Concerning Technology in China -An Essay in Cosmotechnics (2016) y Recursivity and Contingency (2019). Próximamente publicará Art and Cosmotechnics. [1]

Justamente en base al último título basaremos nuestra argumentación, cabe subrayar la importancia de tal libro en la medida en que se trata de una obra que no solo amplifica las reflexiones que Yuk Hui ha emprendido a lo largo de los últimos años, sino que también ofrece un marco conceptual bastante riguroso para explicar la necesidad de meditar sobre la tecnodiversidad y su relación con el arte. Aunque, también nos serviremos de un ensayo publicado en la antología Cosmotechnics en mayo del 2021, titulado “Machine and ecology”, de este último trabajo complementaremos nuestra exposición a través de varios conceptos que nos servirán para comprender cuál es el sentido de tecnodiversidad que sugiere el filósofo chino.

En el artículo referido, el autor busca problematizar la relación entre máquina y ecología. Para ello comienza advirtiendo que ambos términos poseen una ambigüedad que complica la posibilidad de establecer un vínculo esencial, como bien podemos intuir una manera de asociar el significado de ambos términos radica precisamente a partir de opuestos tales como artificial y natural o también orgánico e inorgánico. Sin embargo, para Hui, tales definiciones opuestas son herederas de un marco epistemológico influenciado por un mecanicismo que resulta insuficiente para interpretar los fenómenos tecnológicos de nuestro presente. O como él mismo escribirá:

la visión mecánica de las máquinas fue completamente superada y vuelta obsoleta por la cibernética de mitad de sigo XX; de hecho, hemos sido testigos de una emergencia de un mecano-organicismo. Hoy la cibernética se vuelve el modus operandi en máquinas que van desde smartphones a robots y naves espaciales. Diferente del mecanicismo, el cual está basado en una causalidad lineal, e.g., A-B-C, (la cibernética) descansa en una causalidad circular, e.g., A-B-C-A, lo que significa que es reflexivo en el sentido básico de una estructura recursiva. Por recursión nos referimos a un movimiento reflexivo no lineal que progresivamente se mueve hacia su telos, sea pre-definido o autoposicionado. [2]

En virtud del último fragmento podemos divisar por un lado el modo en que es superada la visión mecánica respecto a las máquinas, por el auge de la cibernética, y por otro atisbamos el carácter recursivo de las máquinas. En particular, conviene llamar la atención sobre dicho carácter recursivo en la medida en que nos permite caracterizar el desarrollo de las máquinas que aparecen a partir de la mitad del siglo pasado, y tal desarrollo bien puede ligarse con el crecimiento de la inteligencia artificial, porque la gran apuesta de la IA, es lograr que la máquina pueda alcanzar una singularidad, y que de cierto modo reconozca su propio fin, es decir que la autoconciencia no este determinada por un agente externo. Tal búsqueda nos lleva a la asociación entre máquinas y humanidad, en tanto la máquina intenta no solo reflejar ciertos caracteres de lo humano, sino que en el transcurso de semejante búsqueda la máquina se convierte en un organismo dotado de vitalidad. Tal resultado, es prueba del modo en que la cibernética se sirve de dos conceptos claves que superan la visión mecanicista propia del siglo XIX. Retroalimentación e Información, ambos conceptos operan como dos elementos que buscan crear una conexión entre diferentes ordenes de magnitud, macro y micro, pero también entre mente y cuerpo, que a la postre favorecen la organización y cuantificación de un determinado acontecimiento. No es casual que Weiner, principal teórico de la cibernética escriba: “la retroalimentación presupone la existencia de sentidos que actúan mediante miembros motrices y que funcionan como elementos que registran una actividad. Esos mecanismos deben frenar la tendencia mecánica hacia la desorganización”.[3] 

No obstante, aún no hemos señalado cómo se relaciona información y ecología a través de la cibernética. El pensador chino destaca en el artículo un fragmento que Marshall McLuhan, enunció en 1973:

Quizá la mayor revolución imaginable en materia de información se produjo el 17 de octubre de 1957, cuando el Sputnik creó un nuevo entorno para el planeta. Por primera vez el mundo natural estaba completamente encerrado en un contenedor hecho por el hombre. En el momento en que la Tierra entró en este nuevo artefacto, la naturaleza terminó y nació la ecología. El pensamiento “ecológico” se hizo inevitable en cuanto el planeta pasó a ser una obra de arte. [4]

A través del comentario hecho por McLuhan se puede resaltar que aquella definición tradicional de ecología entendida como el estudio de la totalidad de relaciones entre un ser vivo y su medio ambiente queda trastocada en favor de la introducción de categorías provenientes de la cibernética, es decir, el lanzamiento del Sputnik permite determinar a la tierra como un sistema cibernético y que los fenómenos que acontecen en dicho sistema pueden cuantificarse y organizarse. Sin embargo, McLuhan de algún modo reintroduce en su comentario los avances de un ecólogo pionero de mitad de siglo XX, Howard Odum, quien publica Fundamentos de la ecología, en dicha obra encontramos una metodología para estudiar la naturaleza a través de una estructura de sistemas, lo que más adelante significará el ascenso de la teoría de los ecosistemas, y que básicamente plantearía el hecho de que un ecosistema yace en constante equilibrio y auto regulación, lo que resulta en la oportunidad de estudiar los fenómenos naturales a partir de cierta ley de equilibrio universal, es decir la ecología introduce como metodología la reducción de la complejidad de la naturaleza a leyes cibernéticas. Para comprobar las implicaciones de esta metodología, basta con mirar las predicciones de Jay Forrester sobre la insostenibilidad del planeta tierra, a partir de variables como población, contaminación, economía, entre otras, todas ellas entretejidas a partir de procesos de retroalimentación, o sea se estudia el mundo como sistema.[5]

A partir de la sospecha de Yuk Hui sobre el riesgo de limitar el mundo como un sistema, y a su vez dejarnos llevar por el pensamiento cibernético el cual es una posición totalizante, diagnostica con amplia validez:

La generalización de los algoritmos recursivos y su implementación en ordenadores digitales concretiza el pensamiento cibernético y sus aplicaciones en casi todos los dominios social, económico y político. […] Uno de los mayores fracasos del siglo XXI es la incapacidad de articular la relación entre localidad y tecnología, por la dependencia de un pensamiento ecológico estandarizado. [6]

Es decir, se trata justamente de superar la estandarización de un pensamiento ecologista mediado por una metodología basada en los fundamentos de la cibernética, para poner en duda tal proceder es necesario pensar a la naturaleza ya no como un sistema, por que la naturaleza no es un sistema estable sino que se trata de una suma incontable de cambios y desplazamientos radicales e inconmensurables, como demuestran los estudios de Daniel Botkin o Steward Pickett en la década de los setenta y ochenta. En consonancia a esta idea, el filósofo chino escribe en Art and Cosmotechnics, en el capítulo titulado “The status of machine intelligence today”:

El ser humano y el mundo pasan a entenderse como una unidad mantenida por bucles de retroalimentación. Sin embargo, este bucle de retroalimentación también crea un mundo cerrado de entrada y salida, demanda y oferta, realizado por y en el mundo industrial. Un mundo así, basado en una cibernética reduccionista, está condenado a ser un mundo cerrado. [7]

En base al último extracto asistimos a la imposibilidad de aproximarnos al mundo a partir de la noción de sistema, y también corroboramos que el sueño de la cibernética de generar una red autoorganizada por sí misma a partir de ordenadores resulta una aspiración totalizante que más allá de abarcar la realidad en su justa dimensión, la simplifica y, por tanto, deja de lado una infinidad de fenómenos. Sin embargo, la demora en despojarnos de la idea que fija a la naturaleza a partir del equilibrio y lo sistemático, en gran medida sigue presente en tanto que el estudio del mundo natural parte de un marco científico y técnico que neutraliza la posibilidad de imaginar otras formas de sentir y habitar el mundo, dicha incapacidad de poner en marcha otras narrativas impide reconocer que existen  y conviven con nosotros singularidades que a su vez moldean nuestra subjetividad, un caso de estas singularidades son las máquinas. “En este sentido, debemos preguntarnos constantemente qué pasa con nuestra sensibilidad cuando el cielo se cubre con drones y la tierra con coches sin conductor, y las exposiciones son comisariadas por la inteligencia artificial y el software de aprendizaje automático. ¿Es este futurismo algo que realmente nos habla?” [8]

Responder la interrogante que abre Hui, nos lleva a nuestra última parada. La relación entre arte y ecología de las máquinas. Avanzaremos en virtud de un ejemplo.

La pintura se titula Edmond de Belamy, creado por una red generativa adversarial (GAN) y firmado como “min G max D ×[log (D(x))] + z [log(1 – D (G(z))]” y se vendió por 432.500 dólares en la casa de subastas Christie’s en 2018. Dicha pintura refleja el modo en que las máquinas del siglo XXI son capaces de pintar como un ser humano, e incluso de manera mucho más amplia porque las máquinas pueden almacenar información e infinidad de patrones que más tarde pueden ocupar para sus pinturas, es decir que tienen a la mano una multiplicidad de variables. Este hecho lo atisba Hui, advirtiéndonos que en el fondo el cuadro hecho por una IA de cierto modo ya está terminado antes de ser pintado porque ha sido calculado y medido como un conjunto finito de acciones. He aquí aplicada la noción que al principio de nuestro texto advertíamos, a saber, la recursividad, la máquina opera desde la singularidad, en tanto que reconoce su fin, en este caso la generación de pinturas. “Pero no subestimemos el poder de la inteligencia y el cálculo de las máquinas. Tenemos que agotar tanto el límite orgánico de lo humano como el límite del cálculo de las máquinas para reflexionar sobre sus posibilidades.”[9]

Tal como sugiere Yuk Hui, para pensar las posibilidades que se abren al momento de examinar las máquinas de nuestro presente, resulta imprescindible preguntarnos por los límites, asumiendo tales límites como una alternativa para abrir paso al reconocimiento de una diversidad ya no solo de máquinas sino de sensibilidades singulares, ancladas a fronteras desde las cuales podemos visualizar, sentir y con-vivir otras maneras de lidiar con nuestro mundo circundante. Tal apertura queda bien resumida en la proposición que hace Yuk Hui: “Debemos avanzar a través de une ecología de las máquinas…necesitamos una noción diferente en paralelo a la biodiversidad, la cual llamo tecnodiversidad”[10]. Sea el presente texto un artefacto que nos invite a generar preguntas ya no solo alrededor del pensamiento de Yuk Hui, sino también nos interpele al momento de interactuar con aquellos dispositivos y máquinas que también forman parte de una búsqueda incesante por develar lo invisible y misterioso que atraviesa el instante. Nuestro instante.

 

Referencias

  • Hui, Y. (2021). Art and Cosmotechnics. Minneapolis: E-flux.
  • Hui, Y. (2021). Machine and Ecology. En Y. Hui, & L. Pieter, Cosmotechnics. NY: Routledge.
  • McLuhan, M. (1974). At the moment of Sputnik the planet became a global theater in which there are no spectators but only actors. Journal of Communication, 48–58. doi:10.1111/j.1460-2466.1974.tb00354.x 
  • Wiener, N. (1981). Cibernética y sociedad. Buenos Aires: Sudamericana.

[1] Semblanza recuperada de https://cajanegraeditora.com.ar/autores/yuk-hui/
[2] (Hui, 2021)
[3] (Wiener, 1981, pág. 25)
[4] (McLuhan, 1974, pág. 49)
[5] Cfr. Los límites del crecimiento. Informe del MIT y publicado en 1972 por el Club de Roma.
[6] (Hui, 2021)
[7] (Hui, 2021, pág. 213)
[8] Ibidem, p. 214.
[9] Ibidem. p. 215.
[10] (Hui, 2021)