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Poesía y Humanidades

Death Note, J. G. Ballard y la originalidad | F es de Fantástico #06

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F es de Fantástico #06, una columna de J. R. Spinoza


Vivimos en un mundo de referencias. Las mismas letras que usamos para escribir alguna vez fueron dibujos. De pictogramas a un sistema lineal, al alfabeto que conocemos hoy en día. No es coincidencia que los memes y la literatura referencial resuenen tanto en las personas. Otro gran ejemplo de la concepción tan errónea y sobrevalorada que tenemos de la originalidad es: La forma del agua, película de 2017, dirigida por el mexicano Guillermo Del Toro. Este filme ganó el Óscar a mejor película contando la mil veces narrada historia de La Bella y la Bestia.

Como preámbulo me parece suficiente. Todo esto ha sido para traer a la mesa a Death Note, el famoso manga de la década del dos miles, que tuvo tanto eco en el mundo que no sólo consiguió un anime y su doblaje a más de ocho idiomas; también logró que lo prohibieran en varios países, esto a raíz de un asesinato en Bélgica y numerosos casos de alumnos en escuelas de todo el mundo que escribían nombres de personas en mercancía (libretas) del anime.

La idea que en su momento me pareció muy original, y debió de parecerle a miles de adolescentes en aquella época, bebe de un cuento de J. G. Ballard.

Quiero ser muy claro con esto: uno puede tener una idea y creer que es única, pero lo cierto es que este mundo, el de las ideas, el de lo abstracto, ya existía antes de nosotros. No hay nada nuevo bajo del sol, reza Salomón en Eclesiastés. Aun si Tsugumi Ōba (que por cierto, es un seudónimo, el escritor de Death Note es un misterio para el público) no hubiese leído a Ballard, la referencia está ahí, flotando en el imaginario colectivo.

No quiero con esto desmerecer la gran obra de arte que es Death Note, tampoco busco engrandecer el cuento Ahora: Cero de J. G. Ballard, el texto es una joya y no necesita de mi ayuda para brillar con luz propia. Lo que busco es reflexionar acerca de la banal, pedante, presuntuosa e ignorante relevancia que le damos a lo original. No hay que vivir en el pasado, pero recomiendo mucho echarle un vistazo de tanto en tanto para recordar que nosotros no inventamos el hilo negro.

Esta vez no quise desglosar el cuento porque no quiero negarles el efecto de leerlo por vez primera. Yo lo leí en un taller literario (¡Gracias, Doctor Adán)  y me impresionó mucho. Los invito a acercarse a los talleres literarios, aun si no desean ser escritores, las lecturas que se llevan a la mesa son muy enriquecedoras. Sin más, les dejo el enlace del texto para que lo lean por ustedes mismos: http://www.alconet.com.ar/varios/libros/e-book_a/Ahora_cero.pdf