Por una senda oscura y solitaria #09, una columna de Ernesto Moreno
Robert William Chambers, fue un escritor estadounidense que en 1895, publicó su libro de relatos extraños titulado The King in yellow, en donde expone su propuesta estética, que tiene que ver con un mundo conformado por lo fantástico, lo extraño y lo oscuro. En esta ocasión, proponemos su relato El signo amarillo, que es tal vez, el más famoso, de entre su vasta obra, y que ha tenido gran influencia en la literatura de horror moderna y de manera exquisita y sutil, a autores como Lovecraft y Ligotti, influencia en éste último, que cristalizaría en la serie True detective de Nic Pizzolatto.
El relato cuenta la historia de un artista llamado Mr. Scott, que se dedica a pintar modelos en su estudio, por el que a través del alféizar, gusta de observar lo que sucede en Washington square, en Manhattan. Su mirada se encuentra de repente, con la del vigilante de una iglesia que está al otro lado de la calle, provocándole un asco y un miedo sobrenatural: “No podría precisar que era lo que me repelía de él, pero la imagen de un grueso gusano necrófago blanco se hizo tan intensa y nauseabunda que probablemente me cambió la expresión de la cara”.
Tessie, su joven modelo, con la que a través del relato, va surgiendo una situación de romance, le cuenta un terrible sueño en donde el pintor es llevado por una carroza fúnebre, en una noche negra e inhóspita, manejada nada más ni nada menos, que por el misterioso vigilante de la iglesia, ese ser blando y blanco. El extraño sueño pasa a segundo plano cuando Mr. Scott se da cuenta que su lienzo ha sido atacado por una extraña “infección” de mugre, perdiéndolo por completo.
Thomas, el botones de los departamentos Hamilton, donde tiene su estudio el artista, le comenta que vendieron la iglesia y que tuvo un altercado con el vigilante, ya que lo miraba de manera descarada y grosera, así que lo golpeó, “Ugh, su cabeza está tan fría y blanda que vomitaría sólo con tocarla”. Aun así, Thomas reconoce con vergüenza que salió corriendo, “no puedo entender porque corrí… cuando le retorcí su blando y viscoso puño, uno de sus dedos cayó en mi mano”, le relata mientras suda y se pone enfermo solo de recordarlo. Después, Mr Scott comprobaría que al vigilante le hace falta un dedo de la mano.
Después de confesarle a Tessie que tuvo la misma pesadilla, en donde lo llevaban en un ataúd de cristal, por donde podía distinguir, entre la oscuridad, una ventana iluminada por donde ella lo observaba, ella le confiesa y su amor y él la besa. En esta parte, debemos tener paciencia ante una anacrónica divagación sobre los cánones morales de la época.
Se nota la influencia de Edgar Allan Poe, que como sabemos, uno de sus temas principales era la muerte de una mujer bella y joven, pues en el relato, Mr. Scott asegura que “La única pasión de mi vida permanecía enterrada en los soleados bosques de Bretaña”, refiriéndose a su amor perdido: Sylvia. Sigue divagando sobre su nuevo romance y se entera de una invitación al Metropolitan Theatre.
Después de acompañar a Edith Carmichel, regresa en la noche y se encuentra con el vigilante, que lo mira con descaro y le dice algo ininteligible, que bastará para encender la furia de nuestro personaje. Ya de vuelta en el edificio Hamilton, reflexiona largamente sobre lo que el vigilante le dijo: “invadía mi cabeza con aquel sonido furfullante, como un aceitoso y pesado humo que manara de una freidora o el hedor de una fétida putrefacción”. Por fin recuerda las palabras del ominoso hombre:”¿Ha encontrado el signo amarillo?”.
Tessi le regala un broche de ónice que tiene un extraño símbolo, que no es ni chino, ni hindu, ni humano, pero es amarillo. Ella le cuenta que lo encontró en el acuario, y que desde entonces tiene esas pesadillas espantosas. Mr. Scott se ha caído y se ha torcido la muñeca, no puede pintar, lo que lo lanza a la búsqueda de una buena lectura. Entre su biblioteca, encuentra el infame El rey de amarillo, mismo que Tessie toma con curiosidad, y ante los angustiosos ruegos de Mr. Scott, para que lo abandone, se esconde y le da lectura. Él reflexiona con preocupación, “mis ojos se quedaron clavados en un libro encuadernado en amarillo… no lo recordaba… ¿Cómo había llegado aquí?… Mucho tiempo atrás decidí no abrir jamás ese libro, por la tragedia del joven Castaigne, me impedía explorar sus páginas malignas…”
Para cuando la encuentra, Tessie ya ha terminado de leer, y el daño es irreversible, pues “nadie jamás osó discutir en voz alta la segunda parte”. Mr. Scott decide leer de principio a fin el ominoso volumen, para compartir el dolor de Tessie, a la cual ha descubierto “agazapada, pálida y silenciosa, había sido castigada por su insensatez… ya era tarde, había abierto El rey de amarillo”. Juntos, pasaran una noche eterna discutiendo el libro maldito, descubriendo que “la perversidad, la condena sin esperanza, palabras más preciosas que joyas, más terrible que la propia muerte”. Tessie le suplica que se deshaga del signo amarillo, pero Mr. Scott se niega.
Al discutir la lectura terrible que hicieron, se dan cuenta del velo que esconde la realidad, que es espantosa e inexorable, “continuamos susurrando el uno al otro sobre el rey y la máscara pálida… hablamos de Hastur y Cassilda, mientras en el exterior la bruma se agolpaba… como las turbias olas se agolpan y rompen contra las orillas de Hali… habíamos entendido el misterio”.
La última parte del relato nos cuenta como la carroza, y el vigilante extraño han llegado por ellos, Tessie fallece de terror, y Mr. Scott forcejea con el vigilante, el cual lo golpea y le arrebata el signo amarillo. Llega la policía y el doctor, y encuentran a Tessie muerta, a Mr. Scott en agonía y a un cadáver que, “señalando al horrible montón de restos descompuestos… el cadáver lívido del vigilante de la iglesia; -No tengo explicación o teoría a esto; ¡ese hombre debe llevar meses muerto!”
Robert W. Chambers vivió muchos años en el París de fin de siglo, así que tuvo grandes influencias de movimientos artísticos como los simbolistas y lo decadentistas (Baudelaire, Schwob, Verlaine, Mallarmé y otros). Su relato es un claro ejemplo de esa prosa de entre siglos. La antología de cuentos El rey de amarillo, es fácil de conseguir en la red, además, es una magnífica introducción para otros autores, como Arthur Machen, Algernon Blackwood y el propio Lovecraft.
Citas:
- Ilustración: Samuel Araya
- Chambers. Robert William, El rey de amarillo, 1895, varias ediciones.
- Lovecraft, H.P. El horror sobrenatural en la literatura, 1927, varias ediciones.
- Pizzolatto, Nic, True detective, serie de HBO, 2014.
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