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La ironía en “El crimen de lord Arthur Saville”, de Óscar Wilde | Tren de papagayos #09

Tren de papagayos #09, una columna de Saúl Munevar


Encontrar una clasificación más o menos acertada sobre los tipos de ironía puede ser una empresa de disertación entre la narratología, la lingüística, la semiótica, la filosofía y entre otros tipos de discurso. Opté por una clasificación sencilla encontrada en un blog, www.nadiaorenes.es, que a mi parecer, parece acertado y aplicativo al cuento a tratar. Las clasificaciones que propone la dueña del blog son las siguientes: La ironía verbal, la ironía situacional y la ironía dramática. A) La ironía verbal la explica como la definición tradicional, cuando se dice lo contrario de lo que se quiere decir. B) La ironía situacional, es el resultado de cierta situación es opuesta a lo esperado. C) La ironía dramática es inherente a la historia, y sólo la percibe el lector. La ejemplificación utilizada es sencilla, pero para este texto usaré algunos ejemplos extraídos del cuento de Oscar Wilde. Otra forma de sintetizar las anteriores propuestas de clasificación se dan a través del nivel de incongruencia o de contradicción. A) contradicción o incongruencia entre lo dicho y la intencionalidad. B) Incongruencia o contradicción entre el contexto y la situación o acción que se presenta. C) Incongruencia o contradicción entre lo que sabe y desconoce el o los personajes. Es importante anotar que estos niveles de incongruencia pueden moverse entre lo cómico o lo dramático, ya que la ironía no necesariamente atiende a un hecho de humor o que produzca la carcajada, también puede ser tomada como un acto de desconcierto para el receptor.   

Hay dos temas que resaltaré del texto: La quiromancia y el destino a través de la predicción. Trayendo a colación el discurso de don Francisco de Quevedo, en el Libro de todas las cosas, hace un apunte respecto a este significante:

QUIROMANCIA o ARTE DE ADIVINAR POR LAS MANOS. Todas las rayas que vieres, oh curioso lector, significan que la mano se dobla por la palma y no por arriba, y que se dobla por las junturas; y por eso las rayas están en las coyunturas. Y para ver que esto es así, mira que en el pezcuezo, frente, caderas, corvas, codos, sangraduras y nalgas, por donde se arruga el pellejo, y en las plantas de los pies, hay rayas. Por ello había de haber, como hay quirománticos, nalguimánticos, frontimánticos, codimánticos, pescuecimánticos y piedimánticos.  

Al destino que me refiero a aquel que es dictado o previsto por un ente adivinatorio, llámese brujo, sabio, mago, pitonisa, esfinge, chamán, oráculo, etc. Un ejemplo son las palabas que le dice Apolo en el oráculo de Delfos a Edipo Rey, asesinará a su padre y se casará con su madre. Su sino ya está trazado y por lo tanto el desarrollo de la obra lo mantendrá siempre en ese camino. Uno de los ejemplos claros en nuestro cuento es la predestinación señalada por Mr. Podgers diagnosticada a Lord Arthur. Él cometerá un crimen, pero contrario a todas las lecturas tan precisamente detalladas a los demás comensales, Mr. Podgers no precisa, el cómo, el cuándo, el dónde ni a quién. Es la lectura menos precisa, pero será hacia el final la más acertada de lo desconocido. Aquí actúan varias variantes a tener en cuenta. Una, es el condicionamiento mental a que somete la psiquis de Lord Arhur el quiromántico. Dos, Lord Arthur se afana por cumplir rápido ese supuesto destino porque no concibe un obstáculo entre él y su prometida. Tres, el escritor usa como recurso narrativo el dato escondido; el lector nunca se entera de qué más le dijo el quiromántico a lord Arthur. Pero aquel destino que busca el personaje es la muerte de su predestinador. Esta forma de ironía puede considerarse dramática. Lord Arhur nunca supo hasta ese momento que Mr. Podgers era a quien iba a asesinar.

Para la ironía verbal sobran los ejemplos. Traeré a colación dos de estos, los más representativos, la ironía con la que abre y con la que cierra el cuento basado en los diálogos entre Mr. Podgers y las distintas lecturas que hace a los distinguidos comensales. No dice más de lo que saben todos los demás, y entre líneas deja ver que es  Lady Windermere quien lo ha enterado de todo, pues, si recordamos, Lady Windermere es una especie de celebridad entre todos los invitados a la recepción, los conoce por su nombre y sabe gran parte de su vida. En tal contexto de burócratas y aristócratas la vida ajena, la hipocresía, el chisme, son actos comunes. En las primeras palabras que dice Lady Windermere exalta la presencia y el oficio del quiromántico:

«— ¿Dónde está mi quiromántico?
(…)
—  Mi quiromántico, duquesa, no puedo vivir sin él ahora.
(…)
— Viene a leerme la mano dos veces por semana regularmente (…) y es sumamente interesante en sus resultados»

Esta información tan condescendiente sólo la puede dar alguien que sabe manejar a sus leones:

Todos mis leones, lord Arthur, son leones domados y saltan por el aro siempre que se los ordeno. Pero debo advertirle de antemano que se lo contaré todo a Sybil.

Es inevitable no inferir que este tipo de información se dará a conocer. Y si Mr. Podgers hubiera dado su diagnóstico delante de todos los asistentes a la recepción esta información andaría de boca en boca agravando la situación psicológica de Lord Arthur. Aquí sobresale esta la incongruencia o contradicción dramática. El lector conoce todo el drama psicológico por su sino diagnosticado por el quiromántico. Drama que desconocen todos los demás personajes, pero que de lleno sabe el lector.  Al final, el lector podrá leer la mayor incongruencia verbal con la anterior cita en el siguiente dialogo del capítulo cinco, que a la vez deja ver entre líneas la relación secreta entre Lady Windermere y Mr. Podgers:

— ¿Eres feliz, Sybil?
— Querida Lady Windermere, ¡claro que soy feliz! ¿Acaso usted no lo es?
— No tengo tiempo de ser feliz, Sybil. Me gusta siempre la última persona que me presentan; pero por regla general, en cuanto conozco a la gente me canso de ella.
— No las satisfacen sus leones, Lady Windermere?
— ¡Oh, no, querida! , los leones sólo sirven para una temporada. Tan pronto como se les corta la melena se vuelven las criaturas más aburridas. Además se portan muy mal si uno es de verdad amable con ellos. ¿Te acuerdas de aquel horrible míster Podgers? Era un terrible impostor. Desde luego no es que me importara eso en absoluto, e incluso cuando quiso pedirme prestado dinero le perdoné, pero no podía soportar que me cortejara. Realmente me ha hecho odiar la quiromancia.

La ironía situacional, también referida en este cuento, puede demostrarse con la más evidente, y puede explicase de una manera sencilla. Sucede como cuando una estación de bomberos se incendia o la casa del herrero la cuchara es de palo. Un quiromántico le pronostica  un hombre que ve en su futuro un asesinato cometido por él. Pero antes, en público le ha dicho que hará un viaje y que un pariente lejano morirá. Predicciones que se cumplen, pero Lord Arthur no relaciona tales detalles con lo que le han dicho en la recepción. Lo que en verdad le preocupa es ir en búsqueda de cometer un crimen, no huye ni evita cometerlo, por el contrario siente que debe lograrlo para poder casarse. Al final termina asesinando al quiromántico arrojándolo al Támesis.

El genio de Wilde se ha puesto del lado de los científicos con este relato, al igual que don Francisco de Quevedo da una definición sarcástica de dicho oficio, con tantos adeptos como practicantes en las variantes del cuerpo.  La ciencia considera a la quiromancia como una pseudociencia. Todo destino de un hombre está en sus manos, pero no en las  líneas de la piel, sino en las consecuencias de sus actos. No hay una relación directa entre el fenotipo de las manos y el proceder y desarrollo social, económico y psicológico de un individuo. Nunca ha habido una demostración. Y tal vez, la única persona que podría tener dicha respuesta pudo haber sido míster Podgers, pero irónicamente se ahogó en el Támesis y la prensa del momento dio a conocer su muerte como un suicidio.