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Once poemas de JOSÉ BORIS ARRUNÁTEGUI | PR1MERA LÍNEA: Catálogo Curado de Poesía Internacional

11 poemas de JOSÉ BORIS ARRUNÁTEGUI. #Poesía Peruana
PR1MERA LÍNEA: Catálogo Curado de Poesía Internacional


Se dice de mí

Otro diciembre sin ti, mientras miro
como cae la hojarasca sobre mi rostro.
El viento corre, parece silbar su furia
en su espina dorsal
mientras se lleva al vuelo,
toda la fragilidad
en el lomo de su remolino.
Las tardes se humedecen
en su descomposición.
Y yo cuento las veces
en que he querido cortar
con todo esto.
Esta vida, está mirada sin brillos.
Este fantasma, este look.
Esta voz pastosa que a menudo revienta.
Y las noches en que cargo
este lomo de escriba,
hasta la feria de las palabras.
Aunque ahora se dice de mí:
…Que más que furia,
cargo angustia en los ojos.
Y que me resisto a morir en la hoguera
de los sueños inconclusos.
Dicen que hay días en que ven
bostezar a mi alma,
en los confines del universo.
Que camino con el rostro cansado.
Donde sólo soy,
un bulto oscuro entre las hojas secas.
Con una laxitud,
donde comienzo a desconocer
el equilibrio de las cosas.
Y otra vez esa sensación
de vacío etéreo e infinito.
Y nuevamente el viento y otra vez el recuerdo.
Como si volviese a tropezar, con la misma piedra.
Que me alumbra, que me ilumina.
Que me formatea y me desfila tu nombre,
como en una pasarela.
Gritándome,
para que no rompa con tu imagen.
O te sepulte en el baúl, de las cosas viejas.
Como si yo pudiera romper, con todo esto.
Pero no,
no puede escapar el hombre
del panteón de cruces, que carga en el pecho.
Y yo sin poder evadirme de sus coordenadas,
lucho con un enemigo que no encuentro.
Pero como no recordar, pequeña mía.
Yo que no creía en los Ángeles.
Dando un giro en los noventa grados.
Al escuchar el vuelo libre
de las campanas de tu voz.
Cuando entonabas
el materno de mis apellidos: “FER – NÁN – DEZ”.
Era como si saltaras la soga
en los tres pasos de tu lengua (a lo NABOKOV).
Como para no tropezar en tu silabario.
Y luego el júbilo…
Tu sonrisa de niña maliciosa.
Mientras horadaba mis sueños
en tus campanas de cristal.
Y yo te amaba sabes.
Con toda tu ironía y documentación.
Con toda esa belleza, de virgen pueblerina.
Y como no haberte amado mi Niña Veneno
si me enviudaste, el alma.
Niña que me subyugas, que me dogmas.
Que me adoctrinaste,
para el anclaje en esta curva.
Penado para permanecer,
calmado de impulso
Como en ley seca.
Y ahora se dice de mí,
que a menudo vago sólo.
Convertido en un domador de canas
en campos despoblados.
Buscador de reliquias o trampero vigente.
Cazador de aires,
cual olisquero de aromas.
En busca de la gloria,
bajo el vuelo de un vestido.
Amanzador implacable de esquinas, de bancas.
De parqueos al paso.
De bares y huariques, sin rezongar de mi suerte.
Otra cosa que se dice de mí,
es que me pierdo hasta el amanecer.
Como un indómito huaquero, escarbando entre sus propios restos.
Y que ya el tiempo me va ganando.
Mientras vago perdido
entre una lluvia de palabras
buscando que tu nombre, caiga entre mi paréntesis.
Que camino sólo. Tendido en la estupidez.
Tan blanco como la paz.
Acorralado en este cerco
de sombras del pasado.
Que me enajeno sin vida social.
Y que a menudo me despego del mundo y sus sucesos.
Mientras me abandonó,
blandamente en el Jardín de los recuerdos.
Tras este silencio
donde reclinó el cuerpo.
Que denota,la claridad de luz
que deseo obtener.
Que estoy, como en estado de coma.
Recostado en la vigilia.
Como guardián, en una esquina del hipocampo.
También se dice de mí,
que bebo y bebo, tazas de café.
Que escribo en blanco.
Que rompo papeles en la estancia
como si tuviera nueve manos.
Y que cuento mis pasos al andar
con ganas de fatigarme en el desamparo.
Y si algo se les escapara del contexto
para poder describirme un poco mas, pues digan:
…Que ya no califico para marcar el asterisco.
Y que sonámbulo cedo el paso
a mi propio fantasma.
Ya mañana será otro día.
Otro día más, para el adiós.
Y nuevamente el comienzo
y la ausencia de todo.
Yo seguiré en el timonel, destinado al suplicio.
Sin brujula, en este periplo.
Y sin poder cambiar el rumbo de éste velero.
Ni saber dónde
perpetuar mis restos.
Tan lejos y tan cerca
de todo esto que hoy,
se me viene de golpe.
Con el mismo sol
y el viento fresco de aquellos años.
La misma ruma de calladas imágenes.
Como una película de la Warner Bros.
El mismo soundtrak,
elegido para un lobo solitario como yo.
Que se aleja,de las malas compañías.
Con su soga al cuello y su lenguaje mudo.
A rumiar a solas con sus recuerdos.
De todo y nada,
de lo que hoy
se dice de mí.


Contracorriente

Ha llegado la hora
de no buscar un like.
Y por obra y gracia
de mi espíritu santo
cavaré,
un hoyo en el fondo
para despotricar
de la poesía.
Y romper con este estigma
de tantas noches en vela
que me comieron el cerebro.
De poner un alto
a estas buenas estupideces
y colgarme del palo más alto de la inercia
porque hoy,
voy a retorcer el verso.
Y dejar tendidas,
estas ganas locas de escribir
algo con sentido.
De ensañarme
con cada uno de mis versos
que se creen profundos.
De enpincharme conmigo mismo
y colgarme,
como un murciélago
las 24 horas de los testículos.
Y dejar mi diestra a ciegas
por las anchas carreteras, de la panamericana sur
caminando en sentido contrario.
Para que no me ladre
como sí fuese un perro
pidiendo que le tire una pluma
como si fuera un hueso.
Y acabar,
con esta bobalicona presunción
de escribir bonito.
Y poder irme a la mierda
por el otro carril,
de espaldas
en sentido contrario.

La cima del observador

Empantanado en su desgarro
más allá del nombre, del tiempo
y orbitando a solas.
Un hombre mira,
hacia el gusano del cadáver.
Lejos de los lienzos de las cortezas de los árboles
con pasos cansados
y entre salvajes gruñidos,
como al crujir el tiempo, lo rompe todo.
Y como los polluelos caminan
con aires de suficiencia.
Inflan el pecho como palomos machos
para luego confundirse,
con todo el vario pinto que se reúne
para su santa confirmación.
Bajo está plantación
de estatuas y bustos de invierno.
Mientras los vientos giran
sobre ese carnaval, de sombras anónimas.
Donde el hombre mira.
Desde la cima del observador.
Ya no se detiene en las esquinas
a la luz de los faroles.
Sólo se pierde entre las sombras
lejos del bullicio de las calles
y las odas a la palabra.
Cansado de todo,
pacta con la nostalgia y elude los recuerdos.
Con la corriente que fluye
entre lo barroco y lo bizarro.

Que difícil comenzar – se dice.
A desmenuzarse por dentro.
Y explicar,
que tanto pesan los olvidos.
Con esa sensación de asfixia
donde el hombre mira,
por el ojo de la conciencia.
Como se hace el reparto de las tierras
donde ha de ser, desheredado.
Mientras aluna en un llanto de lobo.
Preso de su salud mental
y observando,como las generaciones parlotean
en un choque de caudales
perdidas en su infinitud.

¡Oh bestia, que reinas éstas aguas! – Exclama.
Llevando el mensaje de los caídos, en esta batalla.
Que escoges como Noé,
sólo el rebaño que te llevas.
Y a él lo dejas,perdido en este páramo.
Con esa fracción de maldicismo
que lo despoja de la luz
de sus antepasados.
Llévate, al menos esta hoja
donde desnudos,
duermen sus lamentos.
Antes que el viento, cargue con ella.
Y sólo quede
el gusano del cadáver.

Ausencia

Tu ausencia me mira
con ojos de fuego
desde todos los rincones
donde te has ido quedando.
Dolida, callada,
dormida, e imperceptible a otros ojos.
En tanto yo,
puedo ver tu imagen, (dulce consuelo a la melancolía)
dibujando los silencios
a las ansías de mis ojos.
Oigo tu voz
elevarse como el verso.
El susurro y el detalle
cuando callas
para luego izar los hombros
con ese mohín perverso que ahora extraño.
En éste silencio acústico
que ha congelado tu sonrisa
como queriendo castigarme.
Ahora tengo que soñar tu risa,
ahora tengo que soñar ternura,
ahora tengo que soñarte toda.
Soñarte niña,
soñarte mujer,
soñarte… Amor.
La misma mesa,
las tazas del café.
También han callado.
Parecen mostrarme filosos cuchillos
diciéndome: ¡ CRETINO ! … No te sientes ante mí.
Y hasta el mismo gato,
maúlla tristezas.

A menudo te recuerdo
en mis días ausentes.
Ocultos bajo las faldas de alguna tarde.
En mis noches solas
sin aromas de café,
cortadas. Sin adioses
en agitadas manos ni besos volados.
Mientras caminas
eterna y ausente
llevando tus pasos.
Dulce, tierna,
callada,
flotando en el silencio
en cada palabra,
en cada sonrisa,
en cada lágrima.
Encendida en la nostalgia de algún rostro.

Trigal que te quedaste
en el pan de mis suspiros
durmiendo en los espacios
que me hablan de ti,
que me huelen a ti,
que me piensan en ti.
En esta soledad
que hoy, se abraza a tu ausencia
mientras la lluvia
enjuaga tus caricias.

Escribiendo frente al mar

Nuevamente te vas,
evaporando entre los signos,
como una fábula entre las cuerdas
de tu callado corcel, que se lleva,
hasta las sílabas de tu nombre.
Mientras yo,
vuelvo entre el crepúsculo, al lugar de siempre.
A sentir, el aire caliente que me envuelve
con sus olas viscosas.
Oigo las olas del mar
rumorosas, burbujeantes
naufragar, al borde de la eternidad.
Mientras un largo silencio se desgrana
de la quietud, de mis pasos.
A este silencio he venido
entre el silbar de gaviotas
que apenas notan mi presencia.
Ahora que no hay vida
en estos ojos de hombre.
Sólo una luz quemante,
un relámpago herido,
un peso bestial,
un sudor de agonía que -ahoga.
A escribirte,
estos últimos versos.
Éste poema que no es más que
un puñado de palabras desmenuzadas
que se han de perder, entre el polvo y el viento
para regresar a mis noches, como flores negras.
En ésta ceguera que me arrastra,
al no poder contemplarte.

Ahora, que no volveré a ver
el arco iris en tus ojos, miro al mar
y en cada brillo, en cada gota de sal
le sonrió, a tu rostro inolvidable.
Que no vendrá, a inquietarme por las noches
bajo éste disco, inmóvil de la luna.

Sé, que debería olvidarte
pero ésta furiosa tozudez de hombre
ni siquiera siente la necesidad,
de luchar contra éste sentimiento.
Ay de mí y éste coyote que me arpa
y me arde, en el núcleo del dolor.
Que te quiere
niña, estrella, luz
pequeña mía. Que se inmola
cargando el mundo por ti.
Que ama la felicidad,
graciosa de tu cuerpo.
Que despierto como centinela
día a día, ve rodar las agujas del reloj
que tejen, el suicidio de mis noches.
Mientras escucho una canción, de EDITH PIAF
esperando me lleve, hasta el último verso
y de mi manga, caiga tu nombre
sin mayúscula, que pueda sostener
entre las sílabas,
de mis dedos.

Mis guerras internas

Ya todo, lo encuentro roído
al igual, que estas asperozas líneas
en noches de narices frías
y degolladas figuras que se pierden
entre el claro, que atropella la noche
sin saber que rumbo se toma
para ir, hacía la nada.
Y yo troto, de café en café.
De cigarro en cigarro
y el delicado humo, que romántico sube
trepando las paredes y cortinas
de está habitación
en la que hoy me teatro,
cuando la ciudad, duerme.
Y entre las últimas migajas, de ésta noche
serenas, deambulan las horas
antes de caer,
al ciego sepulcro como piedras al acantilado.
Donde el fleco de mi sombra, se desliza.
Curiosa, mirada de piedra es la que me contempla
y exagera, con su gesto en las muecas.
Mientras impávido fraileo, vestido de monje.
Ocultándome del sol y sus amaneceres.
Demasiada luz, me digo yo
no es buena para éste espíritu
acostumbrado a cabalgar las noches
sin un farol, que lo acompañe.
Nunca el neón, empatizó conmigo.
Que gracioso me muevo, como un chango
a los acordes de las sombras.
Como si el viento me moviera
en la horca de esta cuerda.
Donde se apaga mi voz.
Pero todavía,
puedo olerte muchacha
en el aroma, de algunas flores.
Mi niña consentida color de las mariposas,
que pareces perfilarte donde te pincelan mis ojos.
En tanto yo,
sólo me deshabito de este cuerpo
soñoliento y cansado.
Al igual que mis dedos
que no se engarrotan más a la baranda.
Que me han dicho en esta soledad,
que me orillo al silencio.
Donde semejo un páramo.
Más yo odio las comparaciones
donde chocan,mi olor a cigarro
y tu olor a confitería.
Ah, esta furiosa hermandad
que siento, por todo lo desconocido.
Me permite ver,en el moho de su vientre
como me habréis llorado en estos campos un día.
Cuando se despoje la luz de mis atardeceres.
Y se dirá de mí, que no existo
cuando al crepitar las horas
mis campanas no asomen.
Y en la mudez, mi lengua se envolviera
hacía otros menesteres.
Y ya no escucharas muchacha
mi voz junto a tu cuerpo,
ni el nombre sobre el hombre
en su loco desasosiego.
Y se dieran las cosas
como se da el pan
o se brinda el vino,
sin preocuparnos su destino.
Y así poder seguir
con esta locura constante
que me golpea a diario.
De escribir, ya casi sin sentido.
Con este tsunami,
de emociones encontradas
que viajan a destiempo.
Y yo, sentado allí,
como un niño sobre sus recuerdos.
Como que no soy yo, el que escribe ahora.
Es la fuente de todo lo vivido
que se enmaraña sobre uno.
Pactando aquí,
en esta opacidad. Solo.
Como un sobreviviente
de mis guerras internas.

Retrato

Definitivamente, hay algo más profundo
en ese rostro esquivo, como una confusión
como éstas ganas que vienen, fructuosas
destejiéndose desde las sombras.
Donde vuelvo a hacer inventarios
y no te veo descender,
desde algún canto
ni de alguna tristeza eterna.
Pero tenía que entrar,
de cara en la batalla.
Sobre esa acuarela tuya
que se insinúa
para mi segunda muerte,
ahora que padezco,
detrás de esos ojos.
Y esa rebeldía tuya que me trastoca.
Como un mural de viernes
donde puedo morir por la mañana,
sin mirarme en un espejo
pálido y horizontal.
Ahora que estoy ido
y apenas, bosteza mi alma
el poco aliento que le queda.

Sí, definitivamente,
hay algo más profundo que me ata,
a ésta contemplación.
A ésta, vigilia por las noches
donde me convierto,
en marioneta de tu propiedad.
Mientras corretea tu imagen
sobre ésta nostalgia que me toma por el cuello,
ahora que ando fóbico.
Como si hubiese venido a esconderme
de ésta trilogía.
De la vida, del mundo y de la muerte.
Sin ese flash de luces
con que cegábamos, nuestras miradas,
ni esa boca de cántaro
donde aliviaba la sed,
que ahora tengo.
No sé, adonde dar un giro sin tu sonrisa,
ni adonde abrazas tú, sin mis caricias.
¿Acaso como espectros nos cruzamos
quizá, sin reconocernos?
No sé, adonde va, solariego el corazón
para cavar en sus cenizas
éste poema, éste recuerdo, éste amor.

Sí, definitivamente hay algo más profundo
que me ata, a ese eco sordo y sin prisas
que se desprende de ti,
que inevitable y silencioso,
me rasga los párpados.
¿Porqué … No sólo emerges espontánea?
Aunque yo, no sea el diablo perfecto,
para tus noches de consagración.
Y explotas,
toda tu maldita belleza ante mis ojos.
Aunque me de un infarto,
abrazado a tu retrato
porque después, que importa.
sí pueda o no
contarlo.

Quién me dará la bienvenida

Los dos somos,
Un mismo yo, de un alma confundida.
Dos gemidos en un mismo sobre.
Dos tallas para un solo abrigo.
Uno disonante, perdiendo el interés
por las dos hormas del zapato.
El otro, no saluda al espectro andante.
Los dos, tomados por las sombras
en un solo músculo
que se mueve en desorden.
Bajo las alas de los cuervos que me rondan
vestidos de deudos
para darme a picotazos
el último adiós.
Y ya es demasiado oscuro
para identificarse.
En dos rostros
sin muletas, para llegar a Cristo.
De dos marchantes,
en el abismo de las soledades.
En esta noche asesina
de cualquier estereotipo.
Se denota, como enluta la tristeza
y el dolor, toma como consumista los pesares.

¿Espinas de mi carne, a dónde me lleváis
para maldecir esta mañana
que impuro y descalzo
de mis tobillos he muerto?…
¿Y quién de los dos, del otro lado ha de venir, a esperarme?
No quisiera tener que gritar
que nadie,
vino hoy a recogerme.

Palabras guardadas

Se había plantado aquella noche
ante su imagen. Para decirle, todo lo que había callado.
Para gritarle toda su rabia.
Aquella que se había guardado en los bolsillos
por tanto tiempo.
Con los puños crispados.
Con la sangre encendida.
Cuando mordian sus labios
las mudas palabras.
Habiase tomado el tiempo necesario
para hacer sonar su trompeta.
Para limpiar, el cielo en su cabeza.
Ahora podía mirarlo
fijamente a la cara.
Sin ese sudor frío
que antes recorría su cuerpo.
Ella, la modosita.
La muchachita frágil.
Era la primera vez, que ponía
el gatillo en sus palabras.
Y empezó
a disparar contra el cadáver.

Soledad

Soledad,
es un suelo místico
donde moran,
los lobos solitarios, como yo.
Que escogí esta tribuna
para contemplarme.
Y poder viajar sin salvoconducto.
Tomando por asalto las reglas
que como estacas
quisieran limitarme.
Para verme nacer y morir
el día en que pueda
sepultar las ganas,
de seguir escribiendo.
Y no ver, como me amputarían las manos
como si mi diabetes, estuviera avanzando.
Como si mi enfermedad por escribir
fuese, extremadamente contagiosa.
Ah, pero se olvidarían,
de amputarme la cabeza.
Que es la raíz, de éste mal.
Que aun camina en círculos
sin despegar, dos pasos de su sombra.
Pues no necesita más luz
que le empañe los ojos.
Porque le basta con la chispa
que guarda bajo sus cenizas.
Que sólo necesita la distancia de sus ojos,
que se clavan en el hoyo
más profundo del eco.
Y se elevan, hasta rozar las estrellas.
Que tampoco necesita ensartar las cosas
que solas se atrapan
en el mutismo de su laberinto.
Que caza, sólo lo que necesita
y se arropa del frío,
con el sueño cálido
de sus estepas.
Que bebe en el vaso de su mano la sed,
de no ver caer a los de su especie
como hijos bastardos de esta sociedad.
Donde los palcos están enumerados
sin espacio, para ilusos soñadores,
porque somos signos de sustracción
para sus intereses.
Que a ratos se confunde
en este suelo de lobos.
Creyendo estar, más solo que nunca.
Cuando de pronto,
la palabra soledad,
se alinea en cada una
de sus letras
        S – O – L – E – D – A – D.
Y ya …
Y ya no estoy tan solo.

Antes de las doce

¿Y qué dirás ahora, querida mía
que no subo sobre tus espinas.
Ni enfrento con rabia
la ausencia de tus besos?…
Ahora, que no aullaré como un lobo
en el baldío cemento,
ni sobre la rigurosa, cresta de las olas.
Que no tendré, más días enfermos
ni esa sed, de sueños de opio
contagiado de tu mal.
Porque he muerto,
a cada paso que di contigo
cuando buscaba tus pechos, para pasar la noche.
Como si yo,
hubiese hecho votos
para aquel, vinagre en el alma.
Y ahora, que no te respiro
después, de poseerte toda
y ser dueño de nada,
haces, como que no me ves
pero toda tú me miras
con esa sordera en los ojos.
Mientras observas el adverbio
que se cuece para adentro,
y escondes los juegos verbales.
Los pro, los contra,
tú que cuelgas, de las extensiones.
Porque sabes,
que ya no seré más el intruso
que meta las manos, por debajo de tu falda.
Ni escribiré sobre el reverso,
de cada beso que me diste.
Inventando frases,
para decirte al oído.
Ahora, querida mía,
es hora de seguir mi camino.
Mientras tú,
pálida entre la luz del mundo
aromarás,
cada arista de tu infierno.
Viendo como pasa el tiempo
mientras caen, una a una
las nubes sobre tu rostro.
Con cada noche de anónimos
que merodean, bajo los faroles.
Y rompiendo las reglas
por debajo de tus zapatos.
Con los ojos cansados
y el quiebre pálido, de una sonrisa
envolverás tus besos como pergaminos
con el polvo para los recuerdos.
Y volverás a casa,
un poco antes … De las doce.


José Boris Arrunátegui Fernández.

Edad : Jurásico. Natural de Chiclayo (DPTO. Lambayeque). Autodidacta de formación libre. Estudio Novel con el auspicio de la calle y en bares de mala muerte se graduó de escribidor. Proclamando la independencia de su lengua. Es un declamador (recitador) de sus textos. A recitado en casi todos los espacios culturales de Lima. También en el Museo de la Nación, Ministerio de Cultura y El Gran Teatro de Lima. Grandes Festivales de Lima y Festivales del interior del País. Lo mismo que en bares culturales y otros espacios donde es invitado. Nunca ha publicado ningún libro de su antología poética. Pero textos suyos se han publicado en libros de Antologías de algunos Festivales. Y otros (10 libros), algunas plaquetas etc, etc, etc, … Blogspot de revistas literarias. Y otros blogspot como el de Poetas del siglo XXI. No se considera poeta, aunque sus textos reflejen lo contrario. Eso lo deja a criterio de la gente. Es prefiere que lo consideren un simple y humilde escribidor.