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She wolf  I: Virginia Woolf como otredad | Deconstruyendo la otredad #26

Deconstruyendo la otredad #26, una columna de Beli Delgado


And this is where we were,
When I showed you the dark,
Inside of me, in spite of me
On a bench in the park
You said to me
This is not you

“Light House”, Future Islands

Virgina Woolf escribió cabalmente. Aunque no he terminado de leer toda su obra y debo reconocer que algunas veces, su narrativa casi pintada me llevó a tomar más descansos de los que esperaba, desde mi perspectiva, es admirable por la diversidad de sus aportaciones. En principio, debemos hablar del discurso formal literario dada su experimentación con el espacio, el tiempo y el flujo de la consciencia; por otro lado, está la luz arrojada sobre las cuestiones sociales, políticas, culturales e ideológicas que pone sobre la mesa, siempre desvelando como flujo de agua, a veces como marea alta y oscura, otras como remolino impasible y algunas veces más como flujo constante y cristalino.

Adeline Virginia Stephen nació el 25 de enero de 1882; su cuerpo fue hallado en 1941, tras su suicidio. Fue hija del segundo matrimonio de sus padres. Su madre Julia Stephen tuvo en su matrimonio previo tres hijos: George, Stella y Gerald Duckworth; y su padre, Leslie Stephen tuvo una hija: Laura Makepeace Stephen. De su matrimonio juntos nacieron Vanessa, Thoby, Adrián y Virginia Stephen.

El seno de la casa de Leslie Stephen —como historiador, ensayista y editor—, logró que Virginia y Vanessa contaran con una educación completa, gracias a su extensa biblioteca; pese a que no fueron enviadas a la Universidad como sus hermanos, debido a que era más conveniente su educación en casa, ya que estaban destinadas al cuidado de sus padres en la vejez. No obstante, en virtud de las características académicas de su padre, se podría decir que desde antes del Círculo de Bloomsbury, Virginia sabía cómo funcionaban los intercambios de pensamiento en sociedades literarias.

El Círculo de Bloomsbury es bien conocido por ser el cobijo de personas importantes en el mundo de las letras y de las humanidades en los momentos tempestuosos de entreguerras, que van desde John Maynard Keynes, Bertrand Russell, Ludwig Wittgenstein hasta T. S. Eliot y Emmeline Pankhurst, entre otros. 

Ahora bien, me gustaría hablar de Virginia de una manera más informal y por supuesto como variante: una otredad. Por ello parto desde su postura como mujer escritora y de su condición de trastorno bipolar con fases de depresión severa. Parece que uno de sus primeros momentos de depresión surgió tras la muerte de su madre —cuando Virginia tenía 13 años—, seguida de la muerte de su media hermana Stella, dos años después. Todo implica inestabilidad.

Su infancia fue borrascosa, su media hermana Laura fue ingresada a un psiquiátrico, aunando esta situación a las muertes de familiares directos, se crea un panorama difícil. Woolf tuvo que lidiar con la depresión bastante tiempo. Adrián, su hermano, en sus años de adultez como psiquiatra, la ayudó en sus temporadas críticas. No obstante, Virginia puso fin a su vida en un cuerpo de agua —elemento que permea no solo como paisaje, sino también símbolo e incluso como descripción de su estilo literario—.   

Virginia Woolf padeció un camino complicado sosteniendo su trastorno bipolar, me parece que se ha romantizado demasiado ese hecho, que además no basta para “justificar” la majestuosidad de su obra y que se nota agresivo y doloroso. La salud de Virginia tendría que significar más, en su calidad como persona. Pese a tener mucha crítica como supuesta antisemita —incluso pese a que Leonard Woolf era judío— y como clasista — con todo y su vuelta de rueda, posicionamiento y evidencia de las jerarquías sociales y económicas mostradas en sus novelas—; Virginia Woolf se esforzó en exponer sus ideas y en denunciar como mejor podía: con su escritura ensayística, narrativa y poética.

Woolf fue una escritora muy importante para la novela moderna y para el feminismo abierto a la deconstrucción de lo binario. Virginia no es su trastorno ni su sexo —aunque sí son matices que la componen— pero es bueno que hablemos de su obra con su contexto particular de creación. No obstante, considero que también se debe hablar más de Virginia sin tempestad, de la mujer que podía, sabía y quería amar, de la que escribió “Orlando” (1928), un libro divertido que dinamiza entre carisma y reflexión densa, título maravilloso por su gracia.

Me parece que en su natalicio es importante recordarla por su fortaleza, pluralidad, alegría e inteligencia; es probable que acercándonos de esta manera, su escritura sea capaz de comunicarnos otras cosas. Virginia Woolf es una forma de ver la otredad como una pluralidad humana por naturaleza.

Virginia, gracias por el consuelo. ¡Feliz cumpleaños!