Deconstruyendo la otredad #20, una columna de Beli Delgado
El sábado pasado, mi amado hermano se comprometió, me recordó que el amor es un tema inagotable. Personalmente, a veces pienso que no me detengo en él lo suficiente, algunas otras veces, considero que está, en cierta medida, sobrevalorado. Tiene mucho que ver con esta columna, si hablamos del amor por la idea regente que lo guía como romántico, como el centro de la vida, búsqueda insaciable. En este siglo, muchas y muchos intentamos evitar al amor romántico como núcleo, o al menos deconstruir esta imagen rígida.
Sin embargo, me parece que no siempre notamos que lo que más anhelamos no es el amor en sí, sino las cosas que lo matizan. Queremos el compromiso, el enamoramiento, la pasión, el cuidado, la compañía, el apoyo, la seguridad, la camadería, entre otras cuestiones. Y a la vez, existen otras que resistimos, como son el reorganizar las prioridades, la libertad compartida, el respeto individual, la responsabilidad, la vulnerabilidad, la confianza a salto de fe, las consecuencias cuando no sale como se “planeó”, y la temporalidad indeterminada. El amor es un asunto de cuidado, muy difuso. Incluso si nos enfocamos en el amor romántico, se presenta de muchas maneras y nos atraviesa en diferentes niveles.
Creo pues que, pese a que el amor es uno de los motivos literarios mayores desde el inicio de los tiempos, no se ha hablado aún lo suficiente de él. Sí, así como se lee. Y no lo digo solamente por los formatos, géneros y estructuras lingüísticas que dan cuenta de él, sino del amor en sí.
Conocemos al amor desde temprana edad, lo encontramos en algún lugar, pero luego nuestra mirada vira y se encierra en una noción específica. A veces, el amor se sufre, otras veces, se recibe sin más y todo fluye. Hay ocasiones en que un tipo de amor nos basta para soñar, para decir que lo conocemos a la perfección, en otras ocasiones es un camino muy largo el que se recorre y es frustrante mantenerse con la idea de sentir el desconocimiento.
En el amor no debería existir una idea céntrica, amar significa demasiadas cosas, por ello sus presentaciones y expresiones son múltiples —como sentimiento, sensación, emoción—, más lo enérgicamente explorado es la idea céntrica del amor romántico. No pienso que haya sido desfavorable, lo que digo es que aún hay mucho más, y que ello no supone una otredad o alguna noción periférica.
El amor es así, multiforme.
Una prueba de ello se encuentra en la columna como expresión muy humana del New York Times, Modern Love. Donde se descentraliza el amor, hasta que logramos concebirlo y reconocerlo a cada paso que damos, aún si no creemos haberlo experimentado, seguramente hemos estado cerca de él. Los amigos, la familia, las parejas y nuestras maneras de construir el amor son maduradas a cada paso de nuestra vida. Es importante creer en el amor, porque existe pero no siempre se presenta de la manera que exigimos.
Después de leer la antología de Modern Love en la edición y traducción en español de editorial Planeta, me di cuenta de que, aunque la amé con todo mi corazón, las semblanzas de los columnistas me dejaban dibujar personas muy diferentes a mí y a la vez, iguales en cuánto a lo que nos enterneció de la concepción del amor. Ellos escribieron, y a mí, sus experiencias me invadieron completamente y me dejaron aprender mucho.
Viendo diferencias insalvables y buscando mayores oportunidades de conexión, experiencia y narración, nació la columna de Huitziles y cosas peligrosas de la revista en línea mexicana e independiente: Collhibrí. Aprovecho este momento para invitar a todo aquel que tenga ganas, paciencia e interés en contar su historia de amor, a que colabore y ayude a descentralizar la idea del amor y que, de paso, nos ayude a ver cómo se vive el amor en Latinoamérica —particular pero no únicamente, debido a que cualquier persona puede participar—.
Se dice que el amar es una condición humana y eso, algunas veces es muy ideal y por ello, poco creíble, pero cuando sabemos que el amor es multiforme, nos percatamos de sus alcances. El amor propio, el fraternal, el romántico, el pasional, entre muchas formas de ser, siguen perteneciendo a la misma parcela de aprendizaje y es necesario iluminarlas para reconocerlas como núcleos del amor con el que cada individuo se siente pleno.
El amor familiar no tiene porque ser periférico para alguien que disfruta de él sin el amor romántico, éste último es bonito para quien lo valora de esa manera, pero el amor fraternal es igual de válido e importante, reconozcámoslo.
Hay que dar apertura a la descentralización de los sentimientos.
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