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Apuntes sobre la escritura asémica a partir de Rosaire Appel | Fragmentos de líneas fantasmagóricas #10

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Fragmentos de líneas fantasmagóricas #10, una columna de Juan García Hernández


En esta ocasión, nuestra meta descansa en aproximarnos a la obra de la escritora y artista multidisciplinaria Rosaire Appel, en aras de fijar una potencial contestación ante la interrogante; ¿cuál es la relación que podemos establecer entre la escritura asémica y el mundo circundante?, para delimitar nuestra interpretación fraccionaremos nuestro aporte en tres instancias. En primer lugar, trataremos de esbozar una definición preliminar respecto a la noción de escritura asémica, posteriormente examinaremos la producción artística de Appel, en donde analizaremos dos obras que dan cuenta del particular vínculo entre líneas, agua y vivencias. Por último, valoraremos la necesidad de asumir la escritura asémica como una herramienta para leer la realidad desde otra posición.

En el reciente libro de Peter Schwenger publicado en 2019 y que lleva por título, Asemic. The art of writing, el autor se esfuerza por abordar el problema de la escritura asémica en virtud de un análisis histórico sobre el modo en que dicha escritura se ha insertado en la tradición de las artes plásticas, filosofía, lingüística y otras áreas a lo largo del siglo XX y XXI, para ello el trabajo se divide en cinco capítulos, dentro de los cuales dialoga con varios pensadores y artistas, tan solo por mencionar algunos nombres; Vilém Flusser, Henri Michaux, Roland Barthes, Cy Twombly, entre otros. Sin embargo, en el presente texto tan solo extraeremos un par de ideas fundamentales para apuntar una definición preliminar de lo que podemos comprender como escritura asémica, esta delimitación nos brindará un camino más seguro para no perdernos ante la extraordinaria obra de la artista neoyorkina Rosaire Appel.

De entrada, cabe advertir que la escritura asémica no es un invento reciente pues de cierta forma, este tipo de escritura existe mucho antes de que recibiera un nombre, a partir de esta advertencia, podemos asistir a una serie de preguntas que asaltan a nuestro juicio, tales como; ¿cuál es la diferencia entre dicha escritura y la alfabética? ¿puedo leer escrituras asémicas como pictogramas? o ¿aquella escritura representa la realidad? Claramente todas estas preguntas presuponen un marco teórico más amplio, en consecuencia, conviene decir que una escritura asémica es una forma o modo de escribir que no tiene una dimensión semántica fija, esta negación del sentido o del significado implica revertir la actitud natural ante lo que habitualmente comprendemos como escritura. Pues cuando lidiamos con letras, como las que ahora mismo yacen frente a su pantalla las reconocemos como signos que nos resultan familiares, pero en el caso de la escritura asémica se ve desplazada aquella seguridad o certeza. Al respecto Schwenger apunta: “Los signos que tenemos ante nuestros ojos no pertenecen a ningún sistema conocido. Al mismo tiempo, se presentan en forma de un sistema de signos, reconocibles como marcas dispuestas en una página según ciertas convenciones.”[1]

En función de la última cita, resulta plausible destacar que toda escritura asémica es irreconocible a primera instancia pues no forma parte de ningún sistema de signos ya conocidos, digamos el alfabeto o los caracteres chinos, sin embargo, al mismo tiempo son cercanos a nosotros en la medida en que dejan huellas y marcas con las que lidiamos regularmente tales como líneas, puntos y formas geométricas. O como propone el académico canadiense;

“La escritura asémica sustituye los signos familiares del alfabeto por sus propios signos enigmáticos. Sin embargo, la mayor parte de la escritura asémica conserva la organización lineal de la escritura convencional. El resultado es una especie de disonancia cognitiva: la escritura se evoca al mismo tiempo que nos alejamos de ella.”[2]

A partir de lo dicho, debemos avanzar tomando en cuenta una característica medular, la cual recae en el proceso de lectura de la escritura asémica, dicho proceso rebasa la práctica habitual ya que cada lector tendrá la oportunidad de trazar su propio rumbo para aproximarse al resultado final, el cual justamente se trata de una disonancia cognitiva, esta particular discordancia envuelve como veremos más adelante varios sentidos, de tal suerte que la escritura se vuelve un enigma ante el cual ya no es viable resolverlo únicamente desde una sola mirada.

Como hemos visto la escritura asémica quedó definida como una especie de producción escrita que tiene la capacidad de eliminar o suprimir el significado, y por tanto no necesariamente intenta comunicar un determinado mensaje, sino que lo único que devela es su propia naturaleza de escritura, esta particular situación abre un espacio inédito para acoger lectores que asuman nuevas herramientas para leer algo que de entrada no es legible. Para ilustrar esta cuestión, estudiaremos la obra de Rosaire Appel.

Al detenernos en la obra de Appel[3], nos enfrentamos ante la compleja tarea de ubicar cuál es el soporte de su escritura, pues envuelve una multiplicidad de soportes que van desde el dibujo, la poesía, video, fotografía, música, arte digital y hasta la xerografía. Por ahora, no centraremos nuestra tematización en recorrer la laberíntica producción de la artista formada en Nueva York, pues nos llevaría por rumbos insospechados. Más bien, intentaremos analizar dos obras en particular, una que proviene de una novela que lleva el título de TransiT, novela escrita no de forma lineal y que en el trasfondo de sus capítulos refleja un modo para determinar cómo la extrañeza ante lo leído se convierte en un mecanismo para interpretar ciertos pasajes. Sin mayor rodeo, atendamos un fragmento:

“El joven permanece mirando por la ventana”

“El hombre, se vuelve más agresivo, habla en voz alta: “Este es un ejemplo de lo que digo”, y señala el vaso que hay sobre la mesa. “Esta línea está hecha por el nivel de líquido, si tomo un trago, la línea cambia. Si agrego agua, la línea cambia en otra dirección, pero siempre queda una línea. Todo lo que esté por encima o por debajo de ella queda descartado, es demasiado débil para mantener nuestra atención. No estoy hablando de volumen, ¿me estás escuchando? Una violencia indefinida cruza su rostro, el joven se aparta a regañadientes de la ventana, responde con exagerada lentitud.

“Y si el vaso se cae de la mesa”

“Ese no es el punto, no es lo que estoy diciendo”[4]

En virtud del extracto anterior, podemos establecer al menos dos claves para reconocer los principales intereses de la escritora norteamericana, el primero tiene que ver con el lugar que le confiere al lector y el segundo refiere a los elementos que constituyen la meditación del hombre que habla. Llamar la atención en torno a los elementos es de gran importancia debido a que nos permite delimitar, por un lado, la forma en que la realidad más inmediata y cotidiana puede transformarse en un asunto serio, a causa del movimiento, reacomodo, y tránsito de las líneas dibujadas por el nivel de líquido que contenga un vaso, esta inusual descripción está condenada al olvido, pues qué relevancia podría ocupar atender semejante fenómeno en nuestro día a día, justamente en tal intersticio podemos encontrar la posición que ocupa el lector, la cual nos atrevemos a nombrar como una posición de testigo, sin embargo, dicho testimoniar refiere al modo en que nuestra lectura forma parte de la misma cadena de sucesos narrados, es decir que somos testigos activos, pues nosotros completamos el transitar de aquellas líneas confinadas en el recipiente de vidrio, y tal participación se alimenta de las vivencias con las que cada uno puede relacionar un vaso, el líquido y líneas.

Quizá nuestra terrible interpretación anterior, despertó más ambigüedad que claridad, pero me pareció relevante generar un atisbo sobre cómo podemos vincular nuestras experiencias con un fenómeno tan común que tendemos a olvidar, porque a partir de este tipo de vinculación es posible aproximarnos a la escritura asémica sin ser repelidos por la radicalidad de esta. Para ejemplificarlo, Rosaire Appel realizó un pequeño proyecto de video titulado, Liquid Caligraphy[5] compartido en YouTube en el 2009 y en los primeros veinte segundos podemos leer lo que sería la introducción del proyecto; “Una parte del río Hudson intentando pasar como escritura asémica” cualquiera podría imaginar que después de este enunciado veríamos un conjunto de fotografías panorámicas del río, no obstante, lo que vemos es lo siguiente:

Es decir, tenemos ante nosotros una serie de líneas con múltiples recorridos y tamaños, y que dan la impresión de no estar atadas a ninguna fijación u orden, pero lo que realmente son dichas líneas: “el reflejo de alto contraste de un pilote en el agua en movimiento, girado noventa grados y acompañado de una música de ruido que recuerda al tráfico fluvial”.[6] Y podemos preguntarnos no solo ¿cómo se hizo?, sino ¿cómo leerlo?, una respuesta ante semejantes preguntas la brinda Appel en un comentario al video; “pon tu cabeza en un ángulo de 90 grados y mira los reflejos en el agua en movimiento y verás cómo se hizo”. Sin lugar a duda, resulta insatisfactorio el comentario de Rosaire, aunque más bien da cuenta de un camino más amplio y que se asemeja con la descripción del fragmento que leíamos sobre las líneas en el vaso de agua, la diferencia radica en que en torno al proyecto de Caligrafía líquida, la artista se sirve de más elementos para amplificar no solo la atención respecto a un fenómeno que probablemente los neoyorkinos pueden olvidar fácilmente sino que en su obra se depositan una serie de sugerencias y añadiduras que expanden nuestra lectura sobre el fenómeno aludido.

Para finalizar, me gustaría conservar la singularidad de la escritura de Rosaire Appel, ya no solo como una propuesta artística de carácter multidisciplinario, sino como una apuesta por responder a la relación que establecemos con nuestro mundo circundante, a partir de la generación de nuevos lenguajes que van más allá de la barreras que imponen los sistemas de signos más conocidos, es decir, que la pertinencia de la obra de Appel cobija una oportunidad para que nosotros en tanto lectores de la realidad, ya no seamos conducidos por la mera idea de registrar, decodificar o sentir nuestro alrededor como si fuéramos un artefacto medio vivo que tan solo responde a su entorno según lo demande el contexto, más bien se trata de que a partir de la escritura asémica vayamos abriendo nuevos senderos para testimoniar activamente, o sea animar el despertar de nuestras sensaciones y vivencias y que pese a la imposibilidad de leerlas en su totalidad seamos nosotros los encargados de añadir o sugerir algo a nuestro tiempo tan homogéneo y plano. Sea el presente texto un llamado por construir en el futuro otras escrituras asémicas.


Referencias

  • Appel, R. (1993). TransiT. EU: Fiction Collective.
  • Appel, R. (17 de Enero de 2009). Youtube. Obtenido de https://www.youtube.com/watch?app=desktop&v=7tLXV8ixVIA
  • Schwenger, P. (2019). Asemic. The art of writing . Minneapolis : University of Minnesota Press.

[1] (Schwenger, 2019, pág. 3)
[2] Ibidem, p.7
[3] Para acercarnos a su producción. Ver https://rosaireappel.blogspot.com/
[4] (Appel, 1993, págs. 94-95)
[5] (Appel, 2009)
[6] (Schwenger, 2019, pág. 110)