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Poesía y Humanidades

Exvotos | Apología de lo mundano #04

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Apología de lo mundano #04, una columna de Paola Arce


Todos tenemos fe en algo, es una necesidad humana abrazar nuestra existencia a poderes superiores que nos protegen y guían durante el largo y sinuoso camino. Hasta el más escéptico ha tenido un encuentro cercano del tercer tipo alguna vez; un viento fresco que le toca la cara en un cuarto sin ventanas, algún vívido sueño con seres queridos que han partido a un plano diferente, o ha experimentado con los filtros que revelan seres del más allá en las cámaras de doce pixeles. En fin, en la vida de más de uno existe alguna circunstancia inexplicable, un evento subalterno que escapa de todas las posibilidades de esclarecimiento lógico. Aunque para una agnóstica esperanzada se trate de un tema complicado de entender, la belleza que se encuentra dentro de las creencias es significativa en su ímpetu de reiteración ritualizada. Es una cosa importante, la fe, esa mirada nominativa sin la cual nos sentimos desdichados, solos.

Si algo me he dedicado a exaltar de mi país es la memoria y las usanzas que nos unen dentro de nuestra pluralidad. Somos un pueblo conquistado, muchas de las tradiciones que ahora ostentamos son una mezcla de diferentes prácticas llegadas desde Europa. En la época de la Colonia en México se extendió la producción de los exvotos dentro de las clases populares, aunque su auge se ubica en la primera mitad del siglo XX; pequeñas obras de arte que representan una devoción particular, un agradecimiento al poder religioso por un favor otorgado en momentos de desconcierto, peligro o pérdida del camino espiritual. Será que, dentro de la profunda oscuridad, en donde se experimenta la más clara vaciedad del ser el despojo absoluto es también una oportunidad de aferrarse a la luz. El nombre procede del latín y significa proveniente de un voto, es decir, el cumplimento de una promesa hecha. Sin la necesidad de ser creyente el espectador se puede permitir sorprenderse de las historias que describen los incendios del alma que fueron apagados por algún Santo o Virgen y la claridad con la que una imagen puede fortalecer y abrazar las creencias. Estos fragmentos de fe nos dan una ventana a diferentes épocas, costumbres con sus particulares tragedias de la vida cotidiana ya que es una práctica cuyos orígenes pueden ser rastreados al siglo XV, claro que, con su llegada a México, adquirieron una esencia individual, en ocasiones incluso comicidad. Los exvotos, también conocidos como retablos, son pinturas sobre madera o lámina casi siempre realizados por autores desconocidos que con expertas o improvisadas habilidades artísticas dan vida con pinceladas a una escena íntima de su vida y con esto agradecen el milagrito. Debajo de la obra pictórica la narración de los acontecimientos del puño y letra del protagonista, los renglones torcidos de garabatos le dan cierto aire de autenticidad. En estos escenarios se representa al devoto en su estado de desventura velado desde alguno de los márgenes por estas divinidades bondadosas que otorgan el favor de la salvación del cuerpo, el alma, los bienes, seres queridos y un largo etcétera. Historias de redención que materializan los significados de la fe. No vemos la obtención de grandes riquezas o lujos, sino la salvación oportuna en circunstancias fortuitas que van desde la muerte a la diarrea. Es el regalo que se otorga a lo divino a cambio de decir que ahora si deveras que no lo volvemos a hacer.

Una tradición que sigue vigente y no ha sido ajena al paso del tiempo, se cuentan nuevas historias, nuevas dificultades que en ocasiones salen o se confrontan con los principios religiosos por excelencia. Lo que sí es inamovible es que no hay una calificación de los hechos, todas las narraciones son válidas, existe una horizontalidad y permisividad en esta particular forma de gratitud y fe. A continuación un par de mis favoritos, que los disfruten.

Ex voto 1: Mi hijo Arturo se había vuelto un jipi desobligado, se la pasaba leyendo libros gordos y fumando mariguana y yo le pedí a Nuestra Sra. de Zapopan que le enderezara el camino y gracias a ella mi muchacho sigue leyendo sus librotes y fumando pero ya se consiguió un buen trabajo y se puso zapatos.

Ex voto 2: Yo soy un hombre muy liberal y reconozco que canto muy bien las baladas y además con mucho sentimiento. Pero cuando después de un concierto de día de muertos tres esqueletos enamorados de mi se
metieron a mi dormitorio fue el colmo. Entonces muy espantando yo le recé a San Miguel por ayuda y gracias al arcángel las calacas se conformaron con un par de canciones y que les firmara sus discos y por fin se largaron aunque a regañadientes y los tuve que sacar casi a empujones ¡porque querían un beso!