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Poesía y Humanidades

Febrero | Apología de lo mundano #03

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Apología de lo mundano #03, una columna de Paola Arce


Hace un par de semanas tuvimos un evento cultural significativo en el calendario, no sólo por las transmutaciones de las que ha sido parte, los símbolos que envuelven al mito del amor romántico o el increíble mercado de los corazones de purpurina. El 14 de febrero y la clara determinación de que dure veintiocho días es un estandarte de lo mundano. Están siempre los pronósticos y las consecuencias, mucha vigencia se le va dando a las ocasiones con diferentes momentos de desarrollo. También es que febrero podría ser sólo un día muy largo. Para darle fin a este mes quisiera poner bajo la lupa cómo nos atraviesan los tiempos.

Para algunos, es una oportunidad de hacer enmiendas forradas de papel rojo; para otros, el inminente recordatorio de los fantasmas de las navidades pasadas; al ser un número, existe para quien representa el día en que se recuerda a los que partieron en la misma fecha. Como toda materia existente en el universo tiene sus detractores y adeptos. Aquellos que adoran los montones de globos con dedicatorias que se convierten en el más grande gesto, y un gran porcentaje terminaron navegando a un lado de cubrebocas roídos por los ríos de agua sucia de la ciudad, como mensajes caducados. También están quienes sufrieron todo el mes de rebelión gástrica al presentir la fecha en el aire, y se encargaron de hacer saber a todos que somos solo peones patéticos en el gran juego del capitalismo.

La piedra angular del día es que hay un desfile de las llámese muestras de afecto; detalles curiosos que, aunque creativos no pueden competir con los inicios del milenio. Ahí habitan los cassette(s) grabados por ambos lados, el muchacho se pasaba horas a un lado de la radio esperando la canción, dominando con su mente que el locutor del 99.3. FM no hablara mientras grababa Trudly Madly Deeply de Savage Garden, desesperaba cuando no le funcionaban los poderes y tenía que esperar entre diez y quince minutos para volver a escuchar la melodía. En la danza de apareamiento cibernético actual se traduce al “Aquí te va una canción para ti…” con el link que te redirecciona a la plataforma de Spotify, mayor el gesto si se trata de una playlist. Mucho se puede develar de una persona por sus melodías favoritas.

Cuando los celulares se volvieron una extensión del apéndice, la comunicación se comprimió en apps perfectamente distanciadas, accesibles con colores vibrantes. La costumbre de mirar la pantalla construye más significados para lo que ocurre fuera de ella. Desde que se mezclaron lo material con lo intangible los mensajes que recorren las carreteras de sistemas operativos cargan una potencia significativa. Se intenta decir las cosas con menos palabras y más iconos, existe una necesidad expresiva dentro de la idea minimalista. Mucha carrera tecnológica se ha recorrido para generar las maneras de comunicación que ahora sortean los caminos de la distancia, al parecer ha sido siempre un área de oportunidad en los sueños del visionario. El artista francés Villemard* en 1900 dibujó el año 2000, con algunas adecuaciones de estilo en donde todo aparato volador tiene alas de murciélago y si cambiamos la madera por metal existe un símil muy particular con maneras de interacción actual ¿será esto, precisamente, algo bueno? Podemos ver libros triturados que se transmiten a los oídos de los estudiantes conectados a una misma red, proyecciones en la pared que saludan a su interlocutor. Queda la pregunta si es que estas formulaciones acertaron con espeluznante puntualidad o esconden dentro de sus trazos algún tipo de deseo practico personal y si es que dentro de esas mejoras o soluciones que el autor identificaba se imaginaba también todos los significados que envuelven los lazos a distancia, si lo consideraba como una manera de expresar afectos.

*Para ver las ilustraciones de Villemard:

https://www.flickr.com/photos/amphalon/sets/72157615623434624/with/3367572615/